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La sangre comenzaba a salpicar las paredes, dejando un rastro desde la camilla hasta el suelo y siendo sólo un poco limpiada para poder seguir con su labor.
El cuerpo de Nat yacía tendido sobre esa camilla, inconsciente y semi desnudo, si alguien entraba a esa habitación seguramente pensaría que estaban deshaciendose de su cadáver.
Pero no era así.
El cuerpo de Nat no tardó mucho en regenerarse, dándole la señal a su "padre" de seguir con su labor, el cuerpo del doctor volvió a moverse por la habitación, buscando un bisturi limpio y anestesia, definitivamente el peor destino que un niño podía tener era caer en las manos de la comisión de héroes.
Se encargó de administrar la anestesia en el cuerpo de la menor, para después comenzar a trazar líneas sobre su pequeño cuerpo. Finalmente, acercó el filo del bisturí a su torso, comenzando a cortar otra vez la piel.
── Tu quirk es demasiada bueno, Nat ─ observó como la piel volvía a unirse, su sonrisa se agrandó y volvió a cortar ─ Es una pena que hayas caído en nuestras manos ─ los ojos de Nat comenzando a abrirse, ambos intercambiaron miradas ─ ¿Huh? ─ observó a sus asistentes ─ ¿Están seguros de que le dieron la cantidad que les ordene?
Nat intentó levantarse de la cama, sintiendo frío por todo su torso y oliendo aquel extraño olor a hierro y fármacos que llevaban meses inundando su nariz.
── Creímos que la dosis que pidió era demasiada para una niña de cinco años y...
Un golpe fue la respuesta del doctor, quien ya molesto, volvió a Nat.
── ¿Quieres ver cómo tu cuerpo es abierto, Nat?
Nat, Nat, Nat...¿en qué momento su nombre había cambiado tanto?
Por la mente de la niña sólo pasaban los últimos días que había estado en su hogar, con su madre dándole todo lo que quería.
Parecía tener mucho dinero de un día para otro.
Las heridas de Nat parecían cerrarse al momento de ser causadas. Las cicatrices parecían dejar de existir después de cinco segundos. Probablemente su vida habría seguido siendo normal si no hubiera desarrollado ese quirk.
¿Mamá está bien?
Sus ojos se abrieron de golpe, sentía como su cuerpo dolía más antes.
¿También me tengo que acostumbrar a esta sensación?
── Nat ─ el doctor corto un poco del cabello de su frente, dejándolo de lado para poder revisar sus ojos ─ ¿Crees poder soportar esto? ─ señaló la jeringa que estaba entre sus manos, sin dejar de observarla a los ojos ─ Dejara de doler unos segundos después, pero tengo que apresurar un poco las cosas ─ Nat no podía abrir la boca, llevaba semanas sin hacerlo, el doctor no espero respuesta, clavando rápidamente la jeringa y dejando que el contenido contaminara la córnea derecha de la menor.
Nat intentó abrir la boca por el dolor, pero seguía sin poder hacerlo. La anestesia comenzó a hacer efecto otra vez, haciendo que la niña volviera a caer rendida.
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