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Me giré para poder encarar lo que me llamaba, pero para mi suerte, nada se encuentra ahí.

Tan solo estoy yo, en este pasillo tan oscuro que la única luz que tiene es la de mi celular, lo que lo hace más tenebroso.

Volví a girarme y tomé el medicamento de una estantería cerca.

Me aseguré de que sea el correcto y cerré la puerta a mis espaldas, para así poder dirigirme de nuevo a la habitación de Marie, la cual me esperaba sentada en la cama, mirando lo que parece ser una fotografía.

—Marie... debo darte tu medicamento. – dije y ella me miró, dejando caer la imagen.

Fijé mi vista en esa fotografía que se encuentra en el suelo y ahí pude ver a una muchacha con el cabello rojizo, y sinceramente, muy bonita.

—¿Eres tú? – pregunté recogiendo la imagen y mirando a Marie.

—Si. – sonrió. – Así era antes de estar en este lugar. – dejó de sonreír.

Yo tan solo me limité a sonreír de lado y dejé la fotografía encima de la cama.

Me acerqué a Marie y pude ver como se encuentra ida, fuera de esta realidad, con su mirada perdida en la pared, por lo que aproveché y tomé su brazo para poder inyectarle el calmante que la ayudaría a dormir de mejor forma, sin preocuparse ni alocarse por su enfermedad.

La ayudé a acostarse al ver como comenzaba a cerrar sus ojos y la arropé con cuidado, para no alterar el medicamento que comenzaba a recorrer su cuerpo entero.

Miré por última vez la fotografía antes de salir de la habitación y cerrar la puerta.

Suspiré y caminé por el pasillo hasta llegar a la habitación 407B.

Al entrar vi a un chico de unos... 16 años en una esquina, murmurando cosas.

Me acerqué con lentitud para no alarmarlo y vi como giró su cabeza, mirándome mientras continuaba murmurando cosas que no entendía para nada.

Su risa comenzó a escucharse en toda la habitación, por lo que me arrodillé frente a él, haciendo que se sobresalte un poco.

—Ellos me hablan... están aquí. – dijo, mientras comenzaba a temblar.

—Tranquilo. – acerqué mi mano hacia su brazo y él se sobresaltó.

De pronto comenzó a gritar, haciendo que retroceda y quedé tirada en el suelo asustada, asustada por lo que podría suceder.

Pero él tan solo saltó hacia la cama y continuó murmurando cosas.

—No me hagan daño, haré lo que pidan. – comenzó a murmurar y abrazó sus piernas. – Déjenme... por favor... – comenzó a llorar.

—James... – él me miró y corrió hacia mí para abrazarme.

—Aléjalos de mí. – dijo, llorando entre mis brazos. – Ellos me harán daño...

—Shh... tranquilo. – murmuré, mientras lo abrazaba. – Ellos no te harán nada mientras yo esté contigo. – se separó de mí y me miró.

—¿Lo prometes? – me mostró su meñique y yo sonreí un poco.

—Lo prometo. – dije, mientras unía mi meñique con el suyo.

Saqué una jeringa mientras me ponía de pie y ambos caminábamos hacia la cama, comencé a rellenarlo del mismo medicamento que le di a Marie y se lo inyecté, sin escuchar alguna queja.

Lo ayudé a acostarse y lo arropé.

Sonreí un poco al ver como comenzaba a dormir tan pacíficamente, de alguna manera me recordó a mi hermano y lo tranquilo que es al momento de tomar su siesta.

[COMPLETA] ✓ECHO - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora