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Desperté con algo de dificultad.

Mi cabeza seguía dándome vueltas, pero eso no me impidió que pudiese notar que me encuentro en una camilla, una sucia camilla.

Miré a mi alrededor y la habitación se encuentra algo descuidada, lo que no comprendí, por lo que me levanté y me acerqué a un espejo que se encuentra cerca.

La bata blanca me cubre lo suficiente como para no mostrar nada de mí, tan solo mis piernas y mis pies descalzos.

Miré hacia mi muñeca y me di cuenta de una extraña pulsera que se encuentra en ella.

"Paciente 900: situación crítica; posible trastorno".

—Pero ¿qué...?

No comprendo nada de lo que sucede, pero el sonido de una puerta abriéndose me hizo girar la cabeza con rapidez.

La puerta de la habitación ahora se encuentra abierta, por lo que esperé unos cuantos segundos antes de salir por ella.

Algunos pacientes se encuentran caminando por ahí, por lo que me pegué a la pared con algo de temor.

Pero ellos no me tomaban en cuenta, cada uno iba tan distraído.

Caminé sin despegarme de la pared hasta llegar al final del pasillo, giré sin dejar de ver a los pacientes, pero para mí desgracia, choqué con alguien.

Miré hacia arriba y pude ver a Mason frente a mí, mirándome con confusión.

—¿Autumn?

Pude ver que él también porta una bata blanca.

—¿Qué demonios haces aquí? – volvió a hablar y yo tragué saliva, nerviosa.

—Yo... lo mismo te pregunto. – lo miré, confusa. – ¿Tu... tu qué haces aquí?

—Sígueme. – dijo, mientras tomaba mi mano y me guiaba por un pasillo.

Comenzamos a caminar entre los pacientes hasta llegar a un pequeño almacén, en el cual nos encerramos y por fin, pudimos hablar a solas.

—Escúchame bien... – dijo, mientras soltaba mi mano y cerraba la puerta. – Debes regresar a tu mundo.

—¿Mi mundo? – lo miré, extrañada. – ¿De qué hablas?

—Aquí todos los pacientes estamos, por así decirlo, curados... no sé si me explico bien. – abrió una caja llena de papeles y sacó una foto de ahí. – ¿Ves esto?

—Esto es...

De pronto, un ruido tan fuerte comenzó a escucharse, lo que me hizo cubrir mis oídos.

—¡¿Qué es eso?! – miré a Mason y él tan solo retrocedió.

—Te están regresando. – dijo, pero su voz comenzó a distorsionarse poco a poco.

—¡Mason! – caí al suelo y levanté la mirada.

Pero solo pude ver su figura masculina tan distorsionada.

Al parecer quería ayudarme, pero cada vez se hacía más lejano.

Comenzaba a ver borroso, hasta que todo se volvió oscuro.

Una voz lejana es lo único que pude escuchar.

—Súbanlo a...

La voz se distorsionaba de nuevo.

—Doctor, su ritmo cardiaco aumenta a...

De pronto, el mismo ruido comenzó a escucharse.

—Su pulso está...

Mis ojos comenzaron a abrirse lentamente, pero todo se encontraba borroso al inicio, hasta que finalmente, mi visión se aclaró, dejándome ver a unas enfermeras alrededor de mí.

Pero, de pronto, sus rostros comenzaron a cambiar.

Ahora tenían el rostro completamente liso, sin ojos ni nada, tan solo la sangre recorriendo todo.

Mi respiración comenzó a acelerarse.

Miré a mi costado y pude ver el suero lleno completamente de sangre, por lo que me lo quité y me incorporé con algo de dolor.

Sentí una punzada en mi estómago, por lo que miré aquella herida en ella, al parecer el accidente me dejó dañada.

Bajé lentamente mis pies descalzos hasta tocar el frío suelo.

Las enfermeras tan solo se encontraban de pie, sin mover ni un músculo, en sus manos portaban un bisturí, lo que no comprendía.

Esto me recordaba tanto a una película de terror que me dejaba con la sangre helada.

Relamí mis labios y caminé entre ellas con dificultad, hasta llegar a la puerta, la cual se encuentra cerrada.

Una punzada me hizo soltar un pequeño quejido, miré hacia la herida y la sangre comenzó a salir de ella, manchando mi bata que, ahora que lo noto, se encontraba algo sucia.

Cerré mis ojos, sintiendo como la sangre no paraba de salir, por lo que hice presión con mi mano.

Pero sentí el líquido bajar por mi vientre, hasta llegar a mis piernas y así, caer al suelo.

Era demasiada sangre que, me sorprendía el no caer desmayada, aunque, sentía que pronto lo estaría.

Con mi otra mano tomé el pomo de la puerta y la abrí lentamente, escuchando como esta rechina.

Pero lo que parece ser huesos rompiéndose, se escucharon detrás de mí, por lo que me quedé helada por un momento.

Un quejido pude escuchar, proveniente de las enfermeras que se encontraban alrededor de la camilla.

Giré un poco mi cabeza y pude ver como ahora se encontraban mirándome.

Tragué saliva al ver como ellas reaccionaron, lo que me hizo estar dentro de aquella tenebrosa película que vi hace años.

Sentí como otra gota bajó por mi pierna hasta caer al suelo.

En eso, vi como las enfermeras comenzaron a moverse de forma tenebrosa, lo que me hizo temer por mi vida.

***

[COMPLETA] ✓ECHO - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora