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Desperté gracias al horrible sonido de mi alarma, por lo que me levanté y vi a mi hermano dormido.

Sin dudar, tomé una almohada y se la lancé, haciendo que despertara algo exaltado.

—Dyl vamos, debes ir a la escuela. – dije, mirándolo.

—No quiero. – me respondió con su típica voz de crío, cuando ya no lo es.

—Vamos. – lo zarandeé un poco. – Yo debo ir a la universidad.

—¿Hoy podremos salir a divertirnos? – me miró y sonreí.

—Claro Dyl. – me crucé de brazos. – Pero debes arreglarte para tus clases.

Él asintió y caminó con prisa al baño mientras que yo me comenzaba a vestir para mis clases, al estar lista, Dyl y yo partimos hacia la cafetería para poder ordenar nuestro desayuno simple, unas donas y unos capuchinos.

Nuestros preferidos.

Pero mi vista se fijó en una cabellera rubia que reconocí de inmediato.

Lea se acercaba sonriente hacia nosotros.

—Hey, ¿los llevo? – dijo sonriente, a lo que ambos asentimos.

—Claro. – dije, tomando mi comida, al igual que Dyl.

El tramo hacia la escuela de Dyl fue corto, por lo que no dudamos en dejarlo e inmediatamente dirigirnos hacia la facultad la cual, si quedaba un poco retirada.

—Estuve investigando el manicomio. – dijo Lea, mientras conducía. – Es peligroso, de verdad.

—Estaré bien Lea, además... necesito el trabajo y lo sabes.

—Lo sé, pero... – la interrumpí.

—Estaré bien. – le dije y miré hacia afuera, dando por terminada nuestra corta conversación.

Al llegar a la facultad, caminamos hacia el aula, el cual parecía estar vacío, lo que se nos hizo extraño, pero decidimos ignorarlo y sentarnos en las mesas vacías.

—Me preocupa. – dijo Lea rompiendo el silencio, así que la miré.

—¿Qué cosa?

—El manicomio. – suspiró y me miró. – Dicen que asesinan gente.

—Son solo rumores. – dije, repitiendo lo que siempre les decía.

—¿Por qué de pronto defiendes el manicomio? – dijo y la miré. – Siempre decías cosas sobre él y ahora... pareces defenderlo.

—No es eso, es que...

—Dime.

—Siento una conexión extraña con ese lugar, eso es todo.

—¿Qué es lo que sucede? – se acerca a mí y se sienta en una silla frente a mí, sin dejar de mirarme.

—Vi un cuadro ahí, era una foto de... una señora tan... parecida a mí.

—¿Cómo?

—Es como si fuese yo, pero... más adulta. – fruncí el seño, confundida. – Fue tan extraño.

—Quizá... reencarnación. – dijo y la miré incrédula. – ¿Qué? Puede suceder.

—En un mundo distinto al nuestro. – suspiré y ella se encogió de hombros.

—Lo dudo, pero bueno... quizá si encuentres algo ahí. – la miro. – Ese manicomio oculta tantos secretos

—¿Por qué lo dices?

[COMPLETA] ✓ECHO - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora