PRÓLOGO

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Las palabras que nunca te dije cuando te pedí que te quedaras:

Fue aquella cálida mañana de noviembre, día en que la vida se me comenzaba a caer en pedazos y estaba sin saber que hacer, sin saber como salvarme del río en el que me estaba ahogando.

Fue aquella resolana de la mañana que te ilumino frente a mis ojos, fueron tus acciones o es que el chocolate caliente que me ofreciste ya llevaba en la receta un hechizo de enamoramiento.

Era el capricho de querer que fueras mío, de que solo a mi me cantaras canciones, la ilusión de tener una vida a tu lado.

Era el hecho de que estábamos moldeados el uno para el otro pero en ese universo en el que no debíamos ser nuestros.

¿Qué era?

Todavía me pregunto qué me aferro a ti con tanta fuerza haciéndome creer que estaba perdidamente enamorada.

Tu dulce voz.

Ese aroma peculiar; una mezcla de colonia, cigarrillos y alcohol.

Los abrazos inesperados.

Lo talentoso que eres en todo.

Tus defectos.

Tus heridas.

Todo de ti, lo amaba.

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