CAPITULO 9

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No salí de  mi habitación hasta la mañana siguiente, un poco incómoda por lo que había descubierto. Pero tratando de no darle importancia decidí hacer caso omiso, total nadie podía obligarme a hacer algo que no quería.
Pero sin duda mi incomodidad aumentaba debido al descubrimiento. Varias preguntas inundaban mi mente, baje las escaleras y me dirigí a la cocina.
—Buenos días Mía.–la voz amable de Brian me saco de mis pensamientos y lo observé atentamente. Me saludo con el cuchillo en la mano, estaba delante de la isleta de la cocina cortando no sé que cosa. Su sonrisa se ensanchó mostrando sus colmillos y regreso la vista a su trabajo.
—¿Gustas fruta picada?–pregunto.
—Si, gracias.–replique bajito.
Lo observé a través de mis pestañas, mientras miraba como colocaba la fruta en platos de porcelana, y le agregaba yogurt encima.
Sus rizos rebotaron cuando volteo su rostro de nuevo para observarme.
—¿Que tal dormiste?–su mirada reflejaba curiosidad.
—Muy bien gracias .¿Y usted?–agregue mientras le ayudaba a pasar los platos a la mesa y colocaba con rapidez dos tazas con Té, con cuidado de que no se derramará el líquido caliente.
—Lo normal. –añadi sentándome junto a el–Aunque a las siete, yo ya estaba despierta. Me puse a leer, sus libros que tiene ahí sobre el espacio, son un poco interesantes.
Brian lanzo una sonrisa comprensiva.
—¿Te gusta?
—Si un poco. Tengo un telescopio en casa.
Moví incomoda mis piernas de un lado a otro. De repente un ataque de nervios e incomodidad envolvió mi sistema cuando me regreso a observar con una sonrisa plasmada en sus labios.
—Vaya, que interesante.
—A veces veo las estrellas, cuando me estreso. El universo es infinito y misterioso–dirigi una rápida mirada a su sonrisa. —e interesante. –volvi la vista a mi plato y seguí comiendo tratando de aminorar mis nervios.
El profe May no dijo nada, siguió comiendo en silencio, lo único que se escuchaba era el sonido de los cubiertos chocar con los platos.
Hasta que el timbre sonó, hice ademán de levantarme, pero el profesor fue más rápido y se dirigió a la puerta. Al volver junto a él venía una señora de unos cuarenta años quien al verme solo regreso a observar al profesor con una expresión de asombro.

–Se me olvidó decirte que está aquí mi prima lejana, le ayudo con sus clases. Te presento a Mia. –apresuro a explicar con rapidez.

Los dientes me crujieron y trate de dar mi mejor sonrisa a la señora quién me observaba petulante y le di la mano.
—Hola. Un gusto.
—Igualmente Mía.
—Ella es quien hace el aseo–Brian explicó rápidamente volviéndose a sentar en su lugar.
—Molly Connor, para servirle. –regreso a observar a Brian con extrañeza y se fue sin decir nada hasta la planta de arriba.
Vi como Brian comenzó a parpadear rápidamente y luego se rasco la barbilla nervioso.
—No soy bueno diciendo mentiras.
—Tu que crees–añadí con sarcasmo.
—Lo siento. Fue lo único que Liz me ayudó a hacer.
—¿Liz?, ¿Porque?
Brian apretó los labios y se enderezó.
—Porque si, es extraño tener a una adolescente aquí en mi casa. Y para nada tú y yo nos parecemos. –sonrió un poco.
—Si, solo falta que la señora esa vaya y le diga a todos tus vecinos.
–Lo dudo, ella sabe guardar secretos.
—Yo no me confiaría de las personas profesor May–agregue levantándome y dejando mis platos sucios en el fregadero.

Me apresuré a poner jabón y procedí a hallarlo y enjuagar con agua.

—Tu clase comienza en quince minutos.–anuncio detrás de mi.
Di media vuelta y tome sus trastes procediendo a lavarlos.
Una vez terminada mi tarea fui directamente al comedor y me senté junto al profesor quien leía un libro y hacia anotaciones.
—¿Lista?–agrego observandome fijamente.
Asentí con la cabeza, mientras sentía que mi rostro se tornaba rojo.
El profesor se rasco la frente y procedió a explicarme algunas dudas que había tenido de la clase anterior.

Siempre que explicaba al final me ponía un ejercicio para ver si había comprendido, entonces en ese momento estaba observandome con los brazos cruzados, la boca entre abierta y su pie sobre su rodilla derecha, era la viva imagen de la despreocupación.
Relamí mis labios y luego los mordí por pura concentración mientras me removía en la silla.
Escuché como Brian hacía algo parecido a un suspiro y curiosa lo observé de reojo. No me quitaba la vista de encima.
—¿Cómo dijo que era la fórmula profe May?–pregunte confundida frunciendo los labios de manera que el labio superior tocaba mi nariz.
Brian rio divertido al ver mi cara y con toda la paciencia del mundo procedió a explicarme de nuevo.
—Vaya, la verdad es bueno que sea paciente. Me gustan sus clases he de admitir.–agregue con confianza, después de que terminara la clase y comenzará a guardar mis cosas en la lapicera.
—Me alegra que te gusten Mía. Irás mejorando poco a poco.
—¿Usted cree?. Imagínese, que tal si alcanzo cuadro de honor. ¡Nombre! Yo me muero.–replique riendo.
—Eso sería fantástico.
—¿Podría suceder?–pregunte regresandolo a observar.
—Tal vez.
—¡Genial!–puse la lapicera en la mesa y guarde los libros en la mochila de manera rápida provocado tirar la lapicera en el suelo y que todo se regara en el piso.
—Ups. –replique mientras procedía a guardar de nuevo todo. A lo que Brian amablemente igual me ayudó.
La mayoría de ellos habían rodado debajo de la mesa, así que nos metimos para alcanzarlos y guárdalos. Accidentalmente la palma mano de Brian rozo con mi mano al agarrar un lápiz atrayendo mi atención.
—Lo siento. –replico el.
Su aliento choco contra mi mejilla derecha y sentí nervios. Observé como Brian tragaba saliva nerviosamente y ponía los lápices en la lapicera.
Mis ojos observaron los suyos por una fracción de tiempo, y sentí mi respiración atascarse en mi garganta.
Sus ojos eran bonitos. Como dos galaxias en el espacio exterior.
—Mia, creo que hay que salir de debajo de la mesa ya.
Tragué saliva y asentí con la cabeza dándome un porrazo y me sobe.
Brian se rió y acaricio suavemente mi cabeza.
—¿Estas bien?. –pregunto, asentí con la cabeza. —Anda, con cuidado nena.

"Nena"

Me gustaba.

Mordí mi labio y salí de debajo de la mesa, y me dirigí a guardar la lapicera en la mochila.

—Ire a mi habitación, eres libre de ocupar la televisión si quieres.
—Profe, ¿puedo ir al patio?.
—Claro. Te llamo cuando vayamos a comer.
— Si, gracias profe May.
Me dirigí rápidamente al jardín, y me acosté en la hierba. El sol me dió directamente en la cara. Mientras la voz de Brian llamándome nena,una y otra vez, hacía eco en mi mente y me ponía los pelos de punta.






𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎//𝐁𝐑𝐈𝐀𝐍 𝐌𝐀𝐘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora