Tres

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Trece y doce.

Al pasar un poco el tiempo, la relación entre Jeno y Jaemin se fue creando de a poco, aunque igual no eran demasiado cercanos como para contarse sus cosas personales y en ocasiones Jeno no soportaba al menor, seguía siendo insistente y ahora era muy "cariñoso", algunas veces se le pegaba como chicle, pero al mayor no le desagradaba tanto. Con sus doce años, Jaemin comenzó a tener un pequeño crush en una de sus compañeras, esto hizo que el mayor se sintiera mal, ya que él era el que siempre le ganaba de antemano al castaño, pero ahora estaba confundido, porque a él no le atraía ninguna niña de su clase.

—Creo que esta vez te gané —se burló el castaño—. Es obvio que no te gustará ninguna chica si tienes un corazón tan frío y eres tan gruñón.

—¿Qué rayos dices?, ¿quieres morir, Piojoso? —preguntó el mayor con un poco de enojo.

—Solo bromeaba, no te enojes, Gruñón —río el menor mientras abrazaba al pelinegro.

Ambos estaban en una banca, en el patio principal de la escuela esperando a que alguna de sus madres los buscaran. Casi siempre se quedaban hasta el último, ya que sus madres a veces estaban muy ocupadas o se olvidaban de buscarlos.

—Entonces... ¿No sabes besar? —preguntó de la nada el castaño para luego tomar un poco de su jugo.

—C-Claro que s-sé besar, solo no me gusta nadie... —mintió el mayor.

—Yo no sé besar, ¿me enseñarías? —preguntó el menor con tranquilidad.

—¡¿Estás loco?! Ya lo harás con la chica que te gusta.

—Pero yo quiero ser bueno para no parecer un tonto frente a la chica que me gusta —argumentó el castaño.

—¡Ja! Piojoso y además idiota...

—¡Por favor, enséñame! Y te doy el sándwich que me quedó de mi almuerzo, ¿si? —suplicó el menor juntando sus manos y haciendo puchero.

—Bien, pero primero déjame ver el sándwich —el menor le mostró el sándwich, el cual estaba intacto.

Jeno tomó la pequeña bolsa en donde se encontraba el aperitivo de mala forma y lo dejó a un lado, para luego tomar con ambas manos el rostro del menor y depositar un beso, este solo duró seis segundos, sus mejillas comenzaron a teñirse de rojo y por alguna razón su corazón comenzó a latir rápido, luego soltó el rostro del contrario y se dispuso a comer el almuerzo del menor.

Por otro lado, el castaño estaba estático y con su cara toda colorada, luego de salir del shock, comenzó a repartir algunos golpes en el brazo del pelinegro. Era su primer beso.

—¡¿Qué rayos hiciste?!

—Querías que te ayudara —Lee seguía comiendo sin dirigirle la mirada al otro.

—¡Pero no me refería a que me besaras!

𝘊𝘰𝘰𝘵𝘪𝘦𝘴 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora