Dieciocho

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Dieciocho y diecisiete.

Pasaron unos días después de la fiesta que dió Mark, el pelinegro no recordaba mucho de la fiesta, tenía recuerdos de él con sus amigos jugando a las cartas, luego Mark le contó que Jaemin lo había llevado a la habitación y allí se quedó dormido, según sus amigos, no hizo el ridículo frente a nadie, por lo que estaba agradecido, nunca en su vida había tomado tanto.

El ruido de la campana lo trajo de nuevo a la realidad, era el receso, el día estaba muy lindo por lo que con su grupo irían a las gradas de la cancha de fútbol. Salió del aula, atravesó los pasillos hasta salir fuera de la institución, a lo lejos veía las gradas, había algunos estudiantes y en la parte de arriba se encontraba Jaemin, jugando con sus dedos.

—¿Qué tal, Piojoso? ¿Mark y Hyuck? —preguntó mientras dejaba su mochila a un lado y tomaba asiento.

—Fueron a la biblioteca para completar una tarea que deben presentar en la próxima hora —contestó el menor sin mirarlo.

—Oh, está bien, supongo que seremos tú y yo. Traje fruta picada, ¿quieres? —el mayor sacó un tupper de su mochila y lo abrió.

El menor únicamente negó.

—¿Estás bien? —preguntó el pelinegro preocupado—. ¿Peleaste con Renjun?

—Ya no me hablo con Renjun —suspiró Jaemin.

—¿¡Qué!? ¿Por qué?

—Porque me confesé, me rechazó y las cosas se pusieron incómodas entre nosotros.

El mayor estaba sorprendido, hacía mucho que no le preguntaba al menor por Renjun. Dejó su fruta de lado y centró su atención en el castaño.

—De verdad, lo siento —por alguna razón el mayor se disculpó.

—No te disculpes —dijo el menor mientras se levantaba de su lugar—. Ven acompáñame.

—¿A dónde? —el pelinegro guardó su aperitivo.

—Solo ven.

[...]

El menor arrastró a su amigo lejos de la cancha, lejos de las gradas y lejos de las personas, terminaron bajo el gran árbol donde siempre se sentaban para estar lejos de los demás, el mayor no entendía que pasaba, al llegar al árbol, el menor soltó la muñeca de su amigo y sin previo aviso, se acercó a él y lo besó. Fue un beso corto, pero profundo. El pelinegro se alejó un poco, mirando con sorpresa a su amigo.

—¿Qu-Qué crees que haces?

—El chico que te gustaba, ¿era yo? —cuestionó el menor en un susurro.

—N-No, por supuesto que n-no —exclamó exaltado Jeno—. ¿De dónde sa-sacas eso?

—Tú me lo dijiste en la fiesta de Mark. Sé que ambos estábamos ebrios, pero puedo recordarlo. Por favor, dime la verdad.

En ese momento, Jeno estaba aterrado, ¿y si arruinada su amistad con Jaemin?, ¿si éste lo odiaba?, no quería admitirlo, pero estaba entre la espada y la pared.

—Sí, eres tú.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —reprochó el menor.

—Porque te gustaba Renjun y porque somos amigos —contestó Jeno con frustración—. Además, ¿por qué rayos quieres saber?

—Porque me siento confundido, desde antes de la fiesta me sentía raro cuando estaba contigo y esa noche tú me besaste, me dijiste muchas cosas lindas y dijiste que te encantaba, y sentía que iba a morir en ese momento, me puse muy nervioso, luego no podía sacarte de mi cabeza —se sinceró el castaño—. Y ahora que te volví a besar, vuelvo a sentirme extraño, pero no me disgusta.

𝘊𝘰𝘰𝘵𝘪𝘦𝘴 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora