"Santiago Herrera"

31 1 0
                                    

  El destino y el azar no juegan juntos porque sí. Ellos lo hacen para tener una victoria segura, y nadie pierde mucho dejando tan poco. Termine por convertirme solo en un recuerdo de la mente de unos cuantos, y las lágrimas que caen al suelo cada vez que visitan el nicho donde descansan mis restos.
Estaba por vivir 22 carnavales, cuando la muerte y yo nos cruzamos en aquel puente, el mismo día en que había enloquecido a tal punto de querer matar a un hombre por el simple hecho que me había robado una mujer; pero el accidente pasó justo con el viento,me arrepentí de las cosas malas que hice mientras toda mi vida pasaba delante de mis ojos, cuando mi cuerpo estaba por quebrarse contra el asfalto.
Oscureció todo, sentí que todavía seguía cayendo, hasta que abrí los ojos, y todo estaba cubierto por una niebla y un remolino bastante frió, que al golpearme hizo que me pusiera de pie, creí haber sobrevivido, a medida que la espesa niebla desaparecía, vi las luces de los autos, la calle, las luces, mi moto en el suelo y varias personas detenidas y corriendo en mi dirección, hacia gestos de que no me pasaba nada, pero los gritos, los escuche después, y la palabra "muerte" tiene varios sinónimos. 

Fue cuando nadie lamentaría tanto ese accidente más que yo, ya no debía nada, ese había sido el precio del juego de mi vida, no hubo peor dolor al ver mi cuerpo, desangrándose detras de mí, sin más nada por hacer; la gente se desesperaba, a unos minutos despues la policia con una ambulancia, retiraron mi cuerpo; deseaba que todo sea una de aquellas horribles pesadillas que últimamente me venían atormentando, pero no lo era. Sin embargo aún asi mi lucha contra el destino seguiría y la tortura comenzaria a perseguirme.

Mi sufrimiento se mantuvo por varias semanas. Es algo que nunca se termina de acostumbrar, y es ahi donde los peligros acechan.

Y es que un alma débil, nueva, dentro de este mundo, puede volverse sumiso a ser controlado por los diferentes seres que nos rodean y atacan tanto a los vivos como a los propios espíritus; toda forma de vida es diferente al igual que después de la muerte.

Por suerte tuve ayuda de un alma conocida.

Ahora soy uno entre tantos fantasmas, que vagan sin destino en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
No sé qué otra cosa podríamos ser, es un mundo dentro de otro y otro, como atravesar una puerta diferente, así conozco la tierra, viajo a las nubes, el pozo de las sombras, el cerro de los lamentos...
No tenemos ninguna misión, ni propósito, pero estamos atrapados por nuestras culpas. Dicen que por eso seguimos aquí, y hasta que no hayamos rendido cuentas no podríamos descansar en paz.
También se dice que aquel ser humano que logre vernos está cerca de su muerte. Puedo afirmarlo, a mí me paso. Y se dicen muchas cosas más que podrian ser ciertas.
Puedo renacer y volver a morir con cada recuerdo.
Es como sumirse en un sueño.
Detrás de todo esto buscamos siempre la calma, y yo la encuentro al caminar por Jujuy siempre durante las madrugadas, detenerme para ver salir el sol, y apreciar aquella luz natural que despierta la Tacita de plata, junto a esos cerros cada vez más coloridos, espectadores milenarios que al igual que yo, solo contemplan la ciudad.
Tras los primeros ruidos del día, salen a desfilar las personas, mientras yo disfruto el máximo espectáculo de la naturaleza, el cual es observar a esas almas con cuerpo, que respiran , las que tienen un corazón y sentimientos palpitantes, las que sueñan cada vez que duermen, que todavía circulan en la rueda del destino, que nos marca a todos desde el principio; la vida es un libro personal de cada uno, lo escribimos a medida que vivimos, guarda los mejores y peores capítulos, los momentos trascendentes, ordena y desordena a medida que decidimos borrar las líneas, y como toda historia tiene su final escrito.
La vida solo pasa una vez, no se puede resucitar, ni mucho menos volver atrás, si pudiera hacerlo bastaría cambiar una sola cosa para prevenir mi muerte. Si tuviera esa oportunidad, nunca me hubiera ido a vivir al barrio Alto Comedero.
Ya les dije quién soy, deberían saber que me pasó.
Vivía en barrio Mariano Moreno con mis padres Antonio Herrera y Sandra Gonzales y mis dos hermanos Pablo y Andrea Herrera.
Tenia una familia normal, yo debí haber crecido con buenos valores, pero me contagie de los malos ejemplos, y asi mi personalidad adolescente fue totalmente inestable, llegando incluso a los estados depresivos, por los problemas con las drogas. Crecí con la mentalidad de que me podía llevar el mundo por delante, experimentar era lo esencial, y nunca crei necesario cambiar esa idea. Siempre buscaba la forma de tener algo de plata y comprar puras porquerías.
No me controlaba nunca.
Había conseguido trabajo como operario en la planta de Altos hornos Zapla.
Todo me salía bien, como quería. Me conformaba con eso, no pensaba en el futuro.
De pronto, mi vida y la de toda una ciudad de Palpalá, sufrió un cambio repentino, al quedarme entre la lista de los desempleados, no esperaba eso, sin embargo eran épocas difíciles en la empresa, atrás de mí habían personas que veían su mundo derrumbarse.
A todos se les complicaba demasiado encontrar trabajo.
Toda la provincia estaba en crisis.
Sin pensarlo dos veces me decidí a trabajar de carpintero con mi tío Tomás Herrera, en un barrio de la capital que estaba en pleno crecimiento, el barrio Alto comedero.
No era lejos de mi casa, pero me quedé a vivir ahí, quería realmente alejarme de mi familia un tiempo, tenía el capricho de ser más independiente, con la excusa de quedarme a cuidar la carpintería de mi tío.
Sin embargo no imaginaba que iba a conocer en ese barrio las causas de mi muerte.
No podía vivir sin mujeres.
Aprovechaba todas las salidas, hice nuevos amigos, y conocí varias chicas.
En el trabajo con mi tío, por suerte me iba bien, no me costaba mucho comprarme lo que quería, y salir a bailar los fines de semana.
La libertad la disfrutaba a mi manera, creyendo que no iba a hacerme daño, nunca pensaba las cosas antes de hacerlas.
Jugaba, apostaba, perdía, todo me daba igual.
Una noche en una fiesta en el barrio a la que fueron todos los vecinos, había visto una vecina de la cuadra, apenas una adolescente, ella se llamaba Ivana Ramírez, vivía con su abuela, doña Jacinta Paredes cerca del taller.
Según contaban algunos en el barrio, su padre había sido asesinado por un delincuente durante un robo en el centro. Su madre la abandonó cuando apenas llegaron al barrio, para irse a vivir en Calilegua.
Ivana Ramírez aparentaba inocencia pero era lo que menos tenia.
Tan lozana y tan radiante disfrutaba la fiesta como si no le importara nada, su piel era del mismo color de la miel, y brillaba como una estrella, no borraba su sonrisa ni un segundo. Su cabello era su bandera, mostraba su personalidad fuerte y sencilla.
Mis amigos se fueron porque yo quería seguir ahí tan solo para tomar un poco más y seguir observando a Ivana bailar; no esperaba nada de ella ni siquiera una mirada.
Mientras la fiesta seguía en ese patio, yo fumaba un cigarrillo y tomaba una cerveza de la botella, hasta que vi una silueta con el cuerpo de un ángel acercarse justo detrás de mí, ya sabía quién era, no hacía falta que pida permiso para sentarse a mi lado. Era una intrusa conocida moviendo la silla para sentarse a mi lado.
Su voz dulce, y su osadía me dejaron encandilado, a pesar que nos conocíamos solo de vista, ella mencionó mi nombre. Ella y yo estábamos ahí juntos hablando, sin nadie que interrumpiera.
La noche se alejaba para darle paso al amanecer mientras sin darme cuenta seguía hablando con ella.
No me importó más nada en ese momento, éramos ella y yo.
Ivana estaba conmigo sin saber cuánto le iba a cambiar la vida haberme conocido.

Alma erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora