"La conspiración"

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Puedo apagar mis ojos y volver al momento donde todo comenzó a cambiar tragicamente
Estabamos durmiendo juntos, después de una noche de fiesta. Ella despertó durante los primeros rayos de luz que entraban por la pequeña ventana, mientras yo todavía soñaba con ella.
La fragancia floral de su cuerpo ventiló el acostumbrado aroma de la madera y aquel aire primaveral, llegó acompañado del canto de los pequeños pájaros.
Cada vez que despertaba le agradecía a la vida. Y aunque me gustaba observar su rostro cada vez que yo despertaba, aquella mañana lo primero que vi, fue su espalda. Estaba juntando sus manos, perdida en sus meditaciones. Mis dedos siempre se tentaban a tocarla, y esta vez cuando lo hice, sonrió, y me miró a los ojos, y pude notar que había estado humedecida de lágrimas en algún momento de la noche.
Su rostro es el de una estatua, con los colores que recuerdan a la puna jujeña. Su cabello camuflaba su personalidad de varias maneras, y conservaba la misma sonrisa candorosa que llevaba antes de cumplir los 17 años, hace dos días atrás.
No es un ángel, pero también piensa en el cielo.
Pero aquel día estaba decidido a que seria mi último encuentro con Ivana
Era lo mejor, mi mente comenzó a sentir un peso demasiado grande al estar con ella desde el momento que Daniel me amenazó. No podía involucrarla a ella también. Y principalmente ya no quería seguir engañando a Antonela.
Solo éramos algo que quisimos experimentar, los dos sabíamos bien que el amor no tendría nada que ver, aunque en un principio lo fue de verdad, pero ella ya tenía su vida, merecía ser feliz, seguir el camino correcto, vivir su romance con el nombre de aquel que ella dibuja en sus carpetas, o al que le dedica las mejores canciones de amor. Aceptaba mi error con ella, pero no podía seguir equivocándome, y fue cuando estuve buscando las palabras necesarias, me senté en un rincón de la cama y pude sentir que ella también me observó. Ella no tenía ganas de hablar, y comenzó a vestirse con tranquilidad
-Santi...la paso muy bien con vos...pero...No puedo seguir con esto, no quiero perder a Nico...y sé que vos tampoco querés perder a tu novia...
-Siempre peleamos por lo mismo, pero creo que sí ya es hora de terminar esto
-¿También te diste cuenta?
-Solo quiero lo mejor para vos
-Entonces sabes que hay que hacer....
Aquel peso sobre mi conciencia empezaba a desarmarse, haciéndose más liviano. La conexión se dio en la misma decisión, no pudo haber sido más fácil.
-Algún día soñaré con vos y despertaré con el mejor recuerdo a tu lado...Gracias por haber estado conmigo Santi
Nuestro amor se apagó esa mañana, con su abrazo, que atacó repentinamente mis sentidos, hicieron que reaccionara como una figura paterna, acariciando su cabello, y dándole un beso en la frente
-Yo también te voy a tener entre mis sueños- le dije
Con el tiempo nos daríamos cuenta de la magnitud de aquellas palabras. En el momento, deberíamos dar el paso a nuestras vidas.

-Mucha suerte en tu examen mañana- dije mientras me levantaba de la cama
-Voy a aprobar, estoy confiada en eso...en unos días viajo a Córdoba con Nicolás...
-Vas a pasar las fiestas allá
-Sí, me van a llevar con mi abuela...
-Lo vas a disfrutar
Ivana dejó caer una lágrima sobre las sábanas, tal vez lo había hecho anteriormente. Nunca la había visto llorar. Presentía que se venia una catarata en sus ojos.
-Nunca me olvides Santiago...
-Eso es imposible...siempre nos vamos a ver por aquí
-Preferiria que no lo hagamos. Además quiero que sepas que si me alejo por vos es porque estoy tratando de cuidarme
-No entiendo...
-El papá de Nicolás sabe algo de nosotros...no quiero involucrarte...
-¿Qué sabe?
-Solo que nos vio afuera de un boliche la noche que fue a buscar a su hijo con su "amiga" el mismo día que salías del cumple de tu sobrina ,y reconoció tu moto cuando me vino a dejar a mi casa cuando me contaste la muerte de tu tío
-Son especulaciones que él hace, quédate tranquila...
-No puedo, Horacio Ferrero no es una buena persona...siempre recibe en su despacho gente que parecen ser importantes, algunos van armados, ni siquiera Graciela los conoce.
-Ese hombre debe estar metido en algún negocio turbio
-Quiero que trates de tener cuidado si alguien te pregunta por mí. Por favor deci que no me conoces.
-Esta bien , pero no tenes que tener miedo por mí- en ese momento me dí cuenta que no era el único que tenía problemas- puedo cuidarme, me preocupa por vos, ¿Te dijo algo más?
Ivana guardó un instante de silencio, y finalmente tras exhalar el aire por la boca, trató de superar su propio miedo al cual ella estaría destinada a enfrentar por su cuenta.
-Horacio me amenazó con mostrarle las pruebas a Nicolas. No me voy a arriesgar a perderlo. Menos ahora
-Entonces haces esto por vos
-No...también amenazó con buscarte, dijo que no iba a dejar que yo le mienta a su hijo, que no le correspondía, y que sí quería mantenerlo tenía que hacer lo que él me ordene.
-No podes estar así
-Sí, si puedo ...Sera difícil soportar este tormento para estar con Nico
Allí fue cuando no hizo falta que siguiera, seguro ella sintío lo mismo cuando le conté que tenía otra amante. Entendí que yo haría lo mismo por Antonela, solamente rogaba que lo de ella fuera un problema mucho menor que el que yo tenía.
-Imagino que sí, y te deseo lo mejor del mundo, ojala pudiera ayudarte
-Solo haceme ese favor
-Conta con eso- Afirme convencido de hacerlo, para evitar sumar problemas a mi prontuario
-Disfruta con tu novia yo puedo enfrentarme a todo por vivir mi vida
-Te voy a extrañar
-Si me necesitas no dudes en llamarme, puedo ayudarte, en lo que sea
-Te voy a tener en cuenta, no cambies nunca...
-Para vos siempre voy a ser el mismo preciosa
-No me llames así, por favor, ahora podes decirle así a tu novia
-Está bien...- y el color de mis mejillas debieron cambiar en ese momento, me sentía un niño cuando era dejado solo en casa, tratando de superar las lágrimas de aquella breve y a la vez larga despedida.
Abrió la puerta y la luz entro alumbrando todo su cuerpo dejando ver su silueta en el suelo y la pared frontal.
No me pidió el último beso, porque sabía bien que no hay final si uno no se decide a terminarlo. Nuestros besos eran como una rueda, que giraba cada vez que nos cruzábamos.
-Fue muy lindo estar con vos Santi, te agradezco todo...nos divertimos demasiado, pero los dos ya tenemos dueños y el corazón no está acostumbrado a seguir manteniendo una mentira-Bajó la cabeza, tratando de evitar mirarme a los ojos, pero finalmente, con esos ojos que brillaban como un cristal, tomó una foto para su memoria con ese momento-Adiós Santi
El aire sopló más fuerte, pude sentirlo, aún así no llegue a pestañear, con la voz casi quebrada, nos dejamos ir
-Mucha suerte
Dejé que cerrara la puerta, dejé que se fuera sola, desatándome sin saberlo unas cadenas. Ella merecía lo mejor, tomó una buena decisión. Puede lograr todo lo que se proponga, su mejor recurso es su personalidad. Pronto esperaría tener buenas noticias sobre ella.
Preparé un café para desayunar, mientras imaginaba todo lo que había pasado con Ivana y ella viviendo todos los momentos venideros, con todo y sus nervios. Haciendo un esfuerzo incansable por agradar a la familia de su novio.
Pero siempre manteniendo su simpatía y su picardía. Su sonrisa tuvo dueño siempre. Y creía que era yo. Pude haber sido un payaso, pero la sonrisa sincera no se logra sólo con gracia.
Acerqué a la mesa sus últimas cartas. Sostuve una foto que ella me regalo de su fiesta de 15. Era muy chica para mí, y también había sido muy testaruda. Pero es valiente, y divertida como ninguna.
Habia puesto en la radio un casette de cumbia a todo el volumen.
Unos golpes suaves en la puerta me hicieron pensar en ella de manera intuitiva. Escondí rápidamente todo en un cajón del ropero.
Antonela parecía cansada, pero con el mismo humor de siempre. Ni bien salía de su trabajo los domingos, siempre venía a visitarme.
Por eso era que siempre amanecía despierto.
-¿Qué tal te fue preciosa?
-Bien, solo que hubo un disturbio, un hombre quiso robar a un medico, pero por suerte no paso a mayores...pensé que todavía estarías durmiendo
-Me desperté hace como una hora...es terrible lo que paso, me contas más mientras me acompañas con un café.
-Genial, permiso
Y creo que por un momento me sentí como Gustavo, cuando me contó que había salido de la prisión.
Esa sensación que te da saber que tenés algo por lo que vas a elegir no equivocarte.
Y mis brazos rodearon su cintura, para demostrarle una vez más que no la cambiaría por nada.
El verdadero desayuno fueron nuestros besos. Mi vida tomaba una forma. Antonela era quien la moldeaba. La seguridad, y la madurez en ella no eran algo fácil de encontrar en cualquier mujer. Ella era la razón por la que pensaría cambiar y dejar varias cosas de lado. Inteligente, carismática, y bondadosa, quien sino ella para tenerme rendido a sus pies.
Imaginaba el futuro con ese presente. Todos en mi familia aceptaban nuestra relación. Suponía que ya era hora de hacer las cosas como se debían. La vida es corta, pero aún así queda mucho por hacer.
Mi proyecto de empezar a formar una familia se veía cercano.
Estuve cerca de proponerle a Antonela, algo más que novios. Un compromiso. Un sello, que le haga saber al mundo entero que ella era la dueña de mi corazón.
Estaba decidido a dejar mis malas costumbres. Ella me ayudaría a superar cualquier obstáculo, y yo, estaría dispuesto a protegerla sobre todas las cosas.
Habia sido algo que estaba pensando mucho antes de aquella golpiza, y en los recodos de mi alma estaba dispuesto a dar ese paso, todo pasaría, porque cuando hay un motivo sobra la voluntad, y agranda la esperanza.
Podria llevarme a Antonela a vivir en otro barrio, convencerme que Daniel no nos pueda encontrar y que se haya olvidado de nuestros nombres.
La vida seguiría para todos, pero si él era capaz de encontrarnos, no me quedaba otra opción más que enfrentarlo. Aún sabiendo que podía perder, con ella a mí lado sacaría fuerzas para levantarme y luchar con esa bestia que amenazaba nuestra relación vaya a saber uno por qué razón.
La verdadera luz de mis días estaba iluminando con su sonrisa frente a mí, y en un juego picaresco, tomé su mano, y la acaricie con suavidad. Mi pecho podía reventar antes de soltar la primera palabra, y yo nunca era de ponerme nervioso, pero el momento me estaba superando por completo.
-Desde que te conocí, no hago más que pensar en vos...y si no es con vos, no tengo una oportunidad de cambiar...
Habia ensayado esa conversación mil veces, pero mi boca temblaba con cada palabra y se me hizo difícil seguir.
Tomé un respiro tan profundo que no me importaron los segundos de mi silencio.
Mi corazón palpító, tan fuerte, que se parecía escuchar por toda la galería. Pero la puerta llegó a latir más fuerte.
Quise ignorarlo, pero los golpes no cesaban.
-Perdón, ese debe ser Gustavo.
Antonela, que también había quedado intrigada por mis palabras, asintió, a la expectativa de lo que le iba a decir.
Sin embargo cuando abrí la puerta, no era Gustavo, sino aquellos dos policías que me habían llevado al hospital el mismo día que falleció mi tío.
-Buenos días...¿Qué se les ofrece?
El policía veterano que se identificó como cabo Javier Arias, sacó una hoja de una carpeta y la puso en mis manos.
-Señor Santiago Herrera, tenemos orden de arresto
-¿Perdón?
-Usted esta acusado de amenazar a un médico del hospital Pablo Soria
-Están equivocados.
-Claro que no. La victima nos dio una descripción perfecta de usted.
-Yo no conozco ningún medico
-La denuncia la radicó el señor Fernando Aparicio, médico del hospital Pablo Soria. Ayer a la medianoche, dijo que usted lo amenazó con un revolver apuntando a su oreja, pidiéndole que se alejara de una de las enfermeras de la institución
Antonela, parecía escuchar claramente aquel nombre y aquella situación.
-¿Pasa algo Santiago?
-No pasa nada Antonela, es una confusión
Dije tratando de simular el miedo que me comia los intestinos.
-Tenemos una orden de allanamiento, para saber si usted porta un arma
-Mire nunca fui a ese hospital y no tengo ningún arma, y la propiedad no es mía
-Lo sabemos, pero usted es sospechado de amenaza y si se resiste le va a ir peor, así que deje que comprobemos su palabra.
No perdía nada, aquella acusación sencillamente me parecía una locura, era un error, y por suerte sabia que estaba limpio aquel día. Así lo hice, dejé que entraran y verifiquen que no hay arma, había sido la primera vez que me pasaba, mi cara se cayó de vergüenza e impotencia.
Antonela, estaba incómoda, trataba de calmarla. Pensé que sus nervios eran por mí, pero me equivocaba.
-¿Conoces a Fernando?
-No sé quién es
-El medico que te dije que le iban a robar...¿Vos tenés algo que ver?
-No, solo voy a dejarte a vos al hospital y lo sabes
La duda se puso a frotar su mente, apagó su voz y, cruzaba los brazos, tratando de hacer un esfuerzo por creer en mí.
Mientras tanto ignoraba todos los rincones por donde los policías buscaban algo que yo no tenía. Pero se comportaron como animales desarmando los cajones y dejándolos incluso en el piso.
Tal acto hizo que empezara una protesta para que sean más cuidadosos.
-Por favor, no me tiren todo, ¡acá no hay ningún arma!
De pronto, el otro policía identificado como Raúl Sanchez irrumpio con vos altiva.
-¡Aquí esta la prueba!- Dijo, levantando con su mano derecha un revolver que yo nunca habia visto
-¡Eso no es mío!
-¿Y entonces por qué esta aquí?- dijo el cabo Javier Arias
-No sé, nunca lo vi
-Va a tener que dar muchas explicaciones, queda bajo arresto
-Juro que eso, no es mío
-Eso lo veremos señor
Antonela quiso intervenir, pero se tropezó con unos papeles en el suelo, y entre todos hubo algo que le llamó la atención, lo levantó y de inmediato se cubrió la boca, cambio aún más su expresión en el rostro.
Esa fue la única vez que no me importó ser esposado. El rostro de Antonela, pudo hacerme entender todo. Descubrió lo que menos había querido y además me creía culpable de aquel delito que se me acusaba.
-¿Eso es verdad? ¿Y esto?- dijo, mostrando la foto de los 15 de Ivana
-Puedo explicarte todo
- Santiago...así no puedo...
Quise detenerla, pero estaba más atado que un perro, dejó caer la foto sobre la mesa donde sostuve sus manos tratando de no soltarla, aún así ella decidió irse.
Mis piernas no soportaron seguir firmes, así fue que me puse de rodillas, y mis ojos se nublaron para llevarme al pasado, queriendo volver para cambiar el más mínimo detalle, que pudiera prevenir tal descenlace.
-Señor Santiago Herrera, usted queda bajo arresto, sospechado de amenaza pública con arma blanca...
Mis odios no prestaban atención a tales palabras, la causa era una mentira, y la única mentira que guardaba la había descubierto Antonela.
Solo esperaba salir pronto.
Pero en mi vida todo eso había sido una breve llovizna, para anunciar la tormenta que se venía. Y se puso peor.
En la vida nunca es bueno hacerse de enemigos.
Yo tuve varios, pero el peor era con el menos me quería encontrar
Sospeche que todo era un plan de él para separarme de Antonela..
Me había estado esperando. Ansioso por destrozarme sin motivo alguno.
-Atrapado como la rata sucia que sos. Generalmente no trabajamos los domingos pero con vos hicimos una excepción. ..por tu culpa casi nos haces echar, y ahora no tenes escapatoria. O es la muerte o pasas en la cárcel...y yo no quiero ensuciarme las manos por tan poca cosa...
-¿Vos estas atrás de todo esto?
-en parte sí, por otra solo hago mi trabajo. Este barrio tiene que estar limpio, de basuras como vos
-¡Yo no amenacé a nadie!
-Eso no me importa ...me dejas el camino libre
-Por favor, no le hagas daño a Antonela...
-¡Vos no me tenés que decir lo que tengo que hacer!
El sargento Daniel Condorí, rompió su protocolo, sujetándome con fuerza de los brazos me llevo hasta la prisión.
Me golpeó la cabeza contra la pared, y una vez que cai al suelo comenzó a patear mi estomago. Pero no se puede seguir rompiendo lo que ya está destrozado.
Habrá dicho algo más, seguro no era nada importante, no lograba escucharlo, mis sentidos se desvanecían, caí al suelo y en la oscuridad. Vi en sus ojos la maldad personificada, un odio sin motivos, ciego de toda razón, disfrutaba dar cada golpe.
Por último me escupío, pero allí se me apagaba la vida para cerrar los ojos, así fue que para calmar el dolor, dormí, tan estatico como los cardones del pucara, tratando de recordar oraciones que pudieran calmar y darme ayuda
El viento me hacía sentir que volaba por el aire más ligero que una pluma, era yo manejando mi moto a gran velocidad, era yo, hablando con Antonela en aquella salita, abrazando a Ivana en el velorio de mi tío, Daniel, que parecía vigilar todos mis movimientos y por último era Ivana viendo a los ojos fijamente a Antonela con un odio mutuo, dispuestas a enfrentarse cara a cara...Mi cuerpo fue empujado por un remolino, contra el suelo, y allí fue cuando caí en la realidad nuevamente. Sentí frio, a pesar que la temperatura era normal. Daniel ya no estaba, ni mucho menos esos policías, al menos no cerca de mi celda, y eso era bueno.
Al parecer había llegado la tarde de domingo, lo supe porque en la radio se escuchaba la definición del campeonato por la radio. Lo primero que pronuncié fue que era inocente. Lo grité tantas veces. Un guardia se acercó para pedirme silencio bajo amenaza de que no me darían de cenar. Tratando de convencerme que si era un error estaría afuera pronto.
Mi hermano y Gustavo habían venido a verme. El primero que se acercó a mi celda era Gustavo, puesto que Franco se había quedado discutiendo las razones con la policía. Sus ojos mostraban su preocupación.
-Santiago...Dios mio¿ te golpearon?
-Si ese sinvergüenza del Sargento
-Es peor de lo que cuentan entonces...
-¿Què fue lo que pasó?- pregunto mi hermano, al ver mi ojo hinchado por el golpe sufrido
-No es nada- dije tratando de no moverme demasiado
Franco, volvió a reclamarle a la policía el trato que me dieron, le pidieron tranquilidad, pero esos policías eran otros , no tenían nada que ver con la golpiza que me dio el sargento.
-Antonela me dijo que podías estar aquí...que la perdones, pero que le asustó lo que vio. Santi...tenés problemas muy serios
-No. Gustavo nada que ver si vos sabes que yo no sé usar un arma
-Sí, esto puede ser una trampa. ¡Te dije que no te metas con ese policía! Ahora te acusan de amenaza, y quien te acusa tal vez pueda aparecer y hundirte.
-Puede verme. Así se dara cuenta que no soy yo
-Y que tal si es alguien está vinculado con Daniel
Entonces, si, era mucho peor de lo que yo pensaba. No me enfrentaba a una persona que sabía como derrotar a sus rivales.
El peso de tus actos, puede caerte encima en cualquier momento, y yo lo pagué demasiado caro, aún sin buscármelo, tenía que librarme de aquel demonio que amenazaba con quitarme lo más valioso de mi vida.
-Voy a hablar con tus padres. Seguro encontramos alguna solución, un buen abogado, y después volves a ser el mismo sabiendo que ya no tenés porque seguir metiéndote con esa gente.
-Por favor, ¡sáquenme de aquí!
-Lo vamos a hacer...todos vamos a luchar para sacarte- dijo mi hermano
Estaba solamente unas horas preso, y me parecía que el tiempo era más largo.
Para mi suerte, ya no apareció Daniel, con su sonrisa diabólica en el rostro.
Durante el ocaso, mis padres se hicieron presentes, exigiendo que me soltaran.
Se conformaron con solo verme. Y me dieron más miedo que ver a un juez.
-hijo...¿es verdad lo que dicen de vos?
-¡Es una mentira! Nunca vi un arma, esto es una trampa
-Dicen que la noticia de la amenaza, se produjo anoche, no te creemos capaz de hacerlo...-Agrego mi madre
- Ahora importa sacarte de aquí -Mi padre ya no quería seguir, si lo hacía seguro era para reprocharme.-Vamos a hacer todo lo posible...buscaremos un buen abogado
-Trata de aguantar Santiago-dijo mi madre
-No te vamos a dejar solo, ¡sos nuestro hijo!
Nuestros dedos se entrelazaron tras las rejas, estaba seguro saldría, pero no podría borrar aquella mancha que descubrió Antonela. Y aquel que me había denunciado, era su compañero en el hospital, seguro lo conocía.
Desconfiaba que podía hacer Daniel Condorí, viviendo tan cerca de Antonela. Seguro estaría ensuciando mi nombre aún más. Ella le creería.
Durante la noche me la pasé reflexionando todos los acontecimientos
No dormí esa noche. Ahí fue cuando comenzó la temporada de insomnios nocturnos la cual me atacó incesantemente durante mís últimos días
Ni bien llegó la mañana lo ví entrar de nuevo. Con una sonrisa perversa...
-Vos de nuevo animal....hoy te transladan a un palacio, espero que aprendas que no hay que meterse con gente equivocada.
Dos guardias entraron y me amarraron de nuevo, mientras el Sargento, me recordaba lo insignificante que soy para él.
-Te puedo aplastar como una cucaracha, infeliz miserable...
Entre tantas otras cosas.
El dia tuvo nubes que lloraban, los ojos me ardían, parecía que había estado en la oscuridad mucho tiempo, sentí las suaves gotas de agua, mi cabello mojado me hizo volver a sonreir de confianza. Saldría pronto y me vengaría de aquellos que trataron de destruirme.
Las lágrimas se me caían de los ojos, tal vez por tristeza, o por anticipación a la despedida de mi vida. Algo era seguro, lo peor estaba por venir.
Durante aquel reconocimiento, había sido el único sospecho, pero la luz que alumbraba mi cara tan fuerte que no dejó ver a quien me acusaba, sólo podía escuchar susurros entre los que esperaba reconocer la voz del tal doctor Fernando Aparicio.
-Entonces ¿es o no es él?- pareció decir la voz de alguien
Tras un silencio, de breves segundos, en los cuales solo los veía oscuros como sombras.
-Sí, es él.
-¡Es mentira!¡Yo nunca estaba ahí! ¡Mentiroso!
Traté de adelantarme, de ver a quien me acusó, pero apenas moví mis pies. Los guardias se acercaron para esposarme y llevarme de nuevo a mi celda.
-Él va a decir cualquier cosa para defenderse. Acompáñeme Doctor- Fue lo último que escuché, antes de los pasos que dejaban el lugar.
Era demasiado, me arrastraba una corriente muy fuerte.
Después de casi una hora, un hombre con traje se acercó hacía mí, no traía buenas noticias al respecto.
Y me habrá dicho quien sabe que otras cosas más que no volvería a recordar, puesto que usó palabras desconocidas en mi vocabulario.
Lo único que pude entender fue que todo dependía del juicio, cuya fecha la pondría mi abogado.
Todo eso lo ponía en manos de mis padres. Preso y alejado del mundo que pensaba cambiar. La decepción se hizo dueña de mis pensamientos, recordándome todo aquello que estaba perdiendo.


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