"Ivana"

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-No dejaste de mirarme en toda la noche- Me dijo Ivana, con una suave voz aguda. De su cuerpo emanaba ese perfume de brisa primaveral, mezclado con el dulce aroma del vino tinto. Sus gruesos labios, estaban pintados con el rojo de la tentación, sus ojos redondeados y de color marrón claro, me observaban con insidia. Su cara redondeada, brillaba por el maquillaje y los pendientes de sus orejas; ella era un encanto, podía enloquecer a cualquier hombre , aparentaba una madurez admirable. Sabia los secretos de seducción, y le gustaba presumir. Me gustaban demasiado las chicas como ella, ella en particular. Fue la primera chica que vi a los ojos ni bien llegué por primera vez a ese barrio. -Sí, además siempre te quise hablar sabes, pero siempre venias con tus amigas y pasabas por la vereda de enfrente. -Trabajas ahí, si te veo siempre, por eso te hablo. -¿Te llamas Ivana , no? -¿Cómo lo sabes? -Escuché tu nombre, lo decía una de tus amigas, cada vez que ibas con ellas hasta la parada del colectivo, hablan muy fuerte. -Sí, y vos ¿Cómo te llamas? -Santiago, pero me dicen Santi Ivana largó una carcajada, se reía de la obviedad de mi sobrenombre. Noté que observada el cigarrillo que yo tenía en mi mano derecha. Solamente sonreí, le ofrecí un cigarrillo del paquete y lo sostuvo con sus dedos, posó el cigarrillo en sus dulces labios, mientras con mi encendedor prendía el humo en sus pulmones, y al momento entrecruzaba sus delgadas piernas y rosaban sus zapatos contra mis pies. Sentía como los ronroneos de una gata que buscaba cariño. Empezábamos asi una conversación perfecta para descubrirnos el uno del otro. Ivana mordía sus labios de manera graciosa, y soltaba alguna risa repentinamente con cada tontería que le contaba de mi vida. Ella era un poco más abierta a sus sentimientos que yo, asi que me contó un poco de sus problemas, sus broncas y sus miedos. Quería darle ánimos, portarme como un amigo en el que ella podía confiar. Pero estaba seguro de una cosa en ese momento, que no buscaba ser solamente su amigo. Tras la luz del amanecer y ver su estado después de las tres cervezas que tomamos, me ofrecí llevarla hasta su casa en mi moto, que había comprado hace unos días atrás, una 150 cc. Al subirse al asiento, me abrazó por la espalda, y sentía chispas de calor brotando en mi pecho. Parecia dormirse en el camino, sentía su respiración en mi espalda, me llevaba conmigo a la reina de la fiesta esa noche. Llegamos a la puerta de su casa, era pequeña, de bloques y chapas, con una puerta y una ventana mediana que da al frente, un parral de uvas en el costado era más grande que esa vivienda. Me daba cuenta lo humildad de Ivana. -Nos vemos mañana ¿Qué decis?- Me proponía ella, mientras bajaba de la moto. -Bueno, pasá por el taller y te invito a comer algo. Ivana hizo un gesto pensativo por unos segundos. -Si ¿porque no? Pasó entonces mañana por el taller a las cinco- Y me dio un beso en la mejilla- Gracias por traerme, Santi Camino hasta la puerta y giró de nuevo para despedirse, yo no me fui hasta que cerró la puerta. Me quedé unos segundos tratando de disimular mi alegría, encendí la moto y di la vuelta con una sonrisa en el rostro. Llevaba en ese corto camino a mi pieza, la música de la fiesta esa noche, con ella bailando en mis pensamientos. Dormí después de tanto pensar en las palabras de Ivana.

-¿Tomás no va a venir hoy tampoco?- Me preguntaba Gustavo, el único compañero que tenía en el taller -No sé, si viene le decís que me fui y listo Tanto Gustavo como yo, sabíamos del problema que tenía mi tío Tomás Herrera con el alcohol, ahora que por fin abría su carpintería, no venía demasiado, decía que estaba ocupado construyendo su casa que estaba solamente a un par de cuadras. La verdad estaba siempre muy ocupado haciendo sus cosas y obviamente es muy responsable con su trabajo de dueño. Siempre que venia, traía trabajo, y se llevaba a vender los muebles. Pero los fines de semana se descarrilaba en exceso. Lo veíamos mal, pero nos decía que estaba perfecto y continuaba con su buen humor, eso sí, mi tio nunca nos falló a la hora de pagarnos. -¿Y cuánto vas a demorar Santi?- Me preguntaba de nuevo Gustavo -Te dije que toda la tarde. Vos cerrá la puerta con el candado, que yo tengo las llaves. -Bueno, pero me pagas y me prestas los casetes ¿estamos? -Conta con eso, ahora te paso. Gustavo Alarcón, era un hombre de 30 años, amigo de mi tio, padre de familia y era un hincha fanático del lobo jujeño y de la cumbia, quería que le prestara los casetes para grabarlos y escucharlos en su casa. Mientras se los dejaba en sus manos y le decía que los cuidara, una silueta sonriente aparecía en la puerta. Era Ivana, con un vestido negro con flores blancas, y el cabello suelto. -Hola Santi- Entro rápido, sin pedir permiso-¿Vamos? Me dio una orden nada más, no le importaba si estaba listo, parecía estar apurada por salir. Ignoraba la presencia de mi compañero. -El señor es todo suyo- Interrumpió Gustavo, palpándome la espalda, y alejándose sonriente hasta el grabador. -Esta bien, esperame afuera que voy por la billetera y saco la moto, nos vamos al centro. Salio caminando despacio y despidiéndose de Gustavo, que prendia la cumbia jujeña en esa tarde de lunes. Ivana, me espero en la vereda, se apoyó de costado en la moto y me abrazó por la cintura. Durante el recorrido la noté rara, quizas sentía vértigo, sentía sobre mi espalda pequeñas gotas de lágrimas de sus ojos. Estacioné atrás de la terminal, sobre la Avenida El Exodo, noté los ojos de Ivana, un poco rojos. -¿Estas bien?- pregunté -El viento me hizo lagrimear, no es nada- me hizo una sonrisa fingida, sus ojos estaban dilatados, parecía que llevaba tiempo llorando - ¿Adónde vamos? - Por aquí cerca, caminemos- y le tome de la mano. El bar al que la llevaba, quedaba a unas dos cuadras, y la zona estaba llena de una multitud de gente que viajaba, o llegaba, vendedores de todo tipo, y personas que salían a pasear. Aprovechaba esos minutos para poder hablar más, y me di cuenta que no era para nada callada, le gustaba hablar, reírse, caminar con un poco de gracia y distraerse a ver algo. Demoramos más de lo que pensaba, en el camino me dijo que le iba muy mal en la escuela, y me siguió contando las razones en la mesa mientras comíamos unos lomitos y tomabamos una cerveza. -¿No pedís más ají?- me reprochaba Ivana. Era la misma de antes, me gustaba mucho más cada minuto que pasaba con ella. Sin el maquillaje me parecía mucho más hermosa, necesitaba saber mucho más, descubrir sus secretos, guardarlos con ella. Era tan diferente a las otras chicas con las que había estado. Me hizo pedir una gaseosa. -No quiero salir, aquí estoy bien, me duelen un poco los pies, por los zapatos. Nos quedamos hablando, solamente tonterías, ella era muy creyente de las historias de duendes, realmente creía haber visto uno cuando era niña, lo recuerda porque fue el mismo dia en que se enteró que su padre había muerto. No sintió mucho dolor al contarme esa historia porque me dijo que después de eso no se había vuelto a poner triste. Mientras me contaba más del supuesto duende que había visto en su infancia, una rosa blanca era dejada en la mesa por un chico mudo llamado Emanuel. Ivana quedó en silencio, observando, y mirando al chico. -¿Te gusta no? Asintio con la cabeza, Emanuel y yo nos miramos , le compre la rosa, y Emanuel me ofrecio un saludo amistoso. -¿Lo conoces? -Si se llama Emanuel, dicen que pasa todos los días, sus papás son muy pobres, y él ayuda vendiendo flores y a veces en la terminal cargando los bolsos y equipajes. - Pobrecito, es muy chico todavía - Si , me conoce porque a veces lo invito a comer conmigo. -Que buen gesto el tuyo -Es mi amigo Emanuel pasaba de nuevo y saludaba con su mano libre, sonriente. -Chau Ema, gracias- Le dijo Ivana Emanuel agradeció mirándola unos segundos y sonriéndole con sus ocos dientes de leche, antes de irse. -Es la primera vez que le compro algo, hace juego con vos. - Gracias – y sostuvo la rosa, sonriendo y mientras me miraba a la cara, cortó la flor y la puso en su oreja. Me había quedado impresionado. -Así estas preciosa -Preciosa, me decía mi papá -¿Te molesta que te lo diga? -Para nada, me gusta Y me agarró de la mano provocando que nuestras bocas se juntaran en un beso bastante alargado, estaba rendido ante ella. Durante ese momento, me sentía viajando por el universo, viendo infinitas estrellas y una se acercaba brillando cada vez más, y me absorbia, esa luz me llevaba de nuevo al bar, con ella sosteniendo dulcemente mi rostro, ella era esa estrella. -Sos como un sueño- le dije -Sos tan dulce... Éramos dos enamorados enfermizos de pasión. Dos locos más en la noche, almas errantes que vagaban tratando de sentirse más fuertes. El amor opaca el olvido, desaparece las preocupaciones, y disfruta del deseo. Tras la noche, el ruido de la ciudad, pero solamente percibía su respiración y sus latidos, ya no había nadie más alrededor, éramos nosotros dos y la pasión. Pasamos la noche en el taller, y la lleve a su casa antes que amanezca, tuve que acompañarla hasta la esquina, no quería tener problemas si nos veian. -Te vas a quedar en mis sueños cuando duerma. -Y vos en los mios...me tengo que ir Santi, te veo mañana, me llevo tu campera ¿si? -Bueno, no hay problema Mientras Ivana se alejaba veia la luz de las calles alumbrar más de lo normal. De un momento a otro desaparecia y sospechaba si era una realidad o solamente un sueño. El ruido del portón me despertó -Santi abri que hay mucho que hacer - era Gustavo Ruiz presentandosé a trabajar puntualmente como siempre. -Menos mal Santi, pensé que no estabas, ¿qué tal la pasaste con esa chica? Me había vuelto todo el recuerdo de esa maravillosa noche. Lo recordé con alegría. Lo miré y le hice un guiño. -Después te cuento, me voy a bañar y empezamos Estaba más contento que nunca, ese dia tenia todas las energías necesarias para completar el trabajo antes de horario. Compartimos una cerveza con Gustavo para festejar. -¿Cómo andan muchachos?- Decia mi tio, observándonos desde la puerta Se notaba un poco pálido, pero sonriente. Nos miró en la mesa, nos saludo con un gesto y observo las puestas terminadas. -Muy bien, los felicito, Santi anda a comprar otra cerveza, mañana entrego estos muebles y les pago. Gustavo, subi el volumen que me gusta el tinku. Mi tio no tenia problemas con nosotros, se sentía feliz siempre, era un jefe y a la vez un compañero y amigo más. Era un hombre de 36 años que seguía haciendo cosas de mi edad, pero con la suerte que tenia más plata. Se había divorciado de su mujer por sus continuas infidelidades, tiene un hijo, Ulises que vive con su madre en San Pedro, su madre se casó con un policía, que no lo cambio nada, la verdad cada vez que lo veo me recuerda más a su padre. Tomás siempre fue irresponsable en su matrimonio y en su rol paterno. Vivia de los boliches, las apuestas, y los vicios. -Asi que ni bien llegas, haces de las tuyas, sos terrible Santiago ¿eh? -La tenes que ver Tomás, es muy linda, con esa cara no se como hace, pero que le sale bien, le sale bien. Yo solamente me reia, con ellos -Bueno muchachos, mañana a la tarde tengo lo de ustedes, ahora descansen que mañana llegan más materiales. En el momento que mi tio se despedia, Ivana interrumpia de nuevo y entraba con mi campera en la mano. -Hola chicos, Santi ¿Estas ocupado? -Ya no- decía mi tio- Nosotros ya nos vamos, chau Santi, nos vemos mañana, hasta pronto señorita, un gusto conocerla... -Ivana Ramirez- decia ella -Ivana , significa "el regalo de Dios" -Creo mi abuela dijo lo mismo -Por algo es, hasta pronto regalo de Dios, me llamo Tomás -Chau Tomás, un gusto. Vimos cómo se alejaban ese par de adultos, de manera discreta, ella me miro, dándome un beso y devolviéndome la campera en mis manos. -Que bien trabajas vos...- dijo apuntando la mesa con la botella y los vasos en la mesa. -Hoy hubo tiempo de sobra, además terminamos un encargo. -Qué bueno ¿vamos a salir hoy? -Está bien, espérame aquí me cambio y salimos. Llegamos a la plaza Belgrano antes del anochecer. Jugábamos cerca de la fuente como dos niños, me dijo que había pedido un deseo esa noche. -Si te lo digo no se cumple- dijo ella entre risas -Esta bien -¿Vos no pedís nada Santiago? -Para que si ya tengo mi regalo –dije mirándola fijamente a los ojos La noche siguió, eran más besos, más caricias. Pero sabia que no iba a durar asi para siempre. Los dos íbamos a ser solamente amantes secretos, ella me confesó esa misma noche que tenia un novio en la secundaria, pero al cual no lo veia demasiado, se dedicaba más al futbol que a ella, pero no podía cortar esa relación porque llevaban varios meses. Conmigo estaba más que feliz, prometio venir a verme cada vez que pueda. Me sentía un poco mal, ella con esas palabras apagó el amor que sentía , sin embargo sabía que iba a pasar cada vez que nos fuéramos a encontrar. Ese fue mi error, tenía que haberla dejado ir en ese momento, preferí seguir continuando una locura, para hacerla después responsable a ella, después a Antonela...

Alma erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora