"Destino incierto"

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  Cerraba los ojos tratando de resolver el acertijo de mis dudas sobre los acontecimientos que me llevaron tras las rejas; todo parecía bastante sospechoso, pero para mi suerte disponía de pruebas suficientes para salir de allí ni bien consiguiera un abogado, y nada de lo que estaba viviendo tenía sentido: el arma, la culpa, el testigo. Al salir tendría que esperar más sorpresas; aun así, jamás dejaría de luchar por mi otra oportunidad de cambiar, que tan repentinamente decidió separarme del amor de mi vida.
Trataba de pensar cosas buenas que me pasaron, buscando vivir de nuevo un momento mejor, y extrañamente habré dormido como si fuese absorbido por esos recuerdos.
La oscuridad, imposible de ver, de pronto alrededor se aparecían en mis ojos pantallas de mi pasado, Yo, viéndome de niño travieso, imberbe, adolescente, pero siempre aventurero...Mal ejemplo, buen mentiroso, pésimo boxeador...hasta que de pronto estas pantallas que parecían de vidrio se rompieron desordenando y mezclándose despacio ante mis ojos, imágenes de mi vida distribuyéndose a mi alrededor.
Como si fuera un rompecabezas, el vidrio se unió dando como resultado una sola imagen.
Todo podía verse claro durante aquel sueño, era algún lugar de la ciudad, rodeada de personas, que parecían ocupar gran parte de las calles, caminaban miles de rostros cegados, entristecidos, furiosos, inocentes...Marchaban hacia lo que podía ser una reunión importante en algún punto céntrico. Los edificios, los bares, las plazas, las casas, casi todo alrededor parecían quedar desocupadas. Todos. Por primera vez desde que nací pude ver algo parecido.
El cielo se cubría de una imponente aurora boreal, con manchas negras, que se expandían y se desvanecían al caer, permitiendo alumbrar la noche de manera perfecta. No solamente lo veía, estaba realmente con los pies en ese lugar.
Aún desconcertado, traté de seguir, caminando, en un laberinto humano, sin dirección, así como lo hice con mi vida siempre, traté de buscar una salida, y termine viendo a tres hombres con la cabeza cubierta, arrodillados y una imagen borrosa de un hombre alto caminando cerca de ellos con un arma en la mano.
Mi cabeza comenzó a dar vueltas, pero en realidad era la plataforma en la que me encontraba, tambaleando en ambos sentidos, pero no me llegué a marear; aquellos pasos parecían lejanos alaridos de los rayos, al detenerse todo alrededor también lo hizo, una figura sombría, carente de alma, parecía sonreír apuntando la cabeza de un prisionero, detrás de mí sentí una brisa fresca que a pesar de ser suave me empujó hasta el centro donde pude escuchar como un disparo impactó en mis rodillas, el dolor fue real, así como el frio, el cual se apoderó de mi cuerpo, de tal modo que me hicieron despertar, con un fuerte calambre en mi pierna derecha.
Mis venas ardían, mi mente se entumecía, mi boca estaba seca, y mis manos temblaban, inexplicablemente.
Ese habrá sido el más perturbador de todos mis sueños, durante mi encierro, una pesadilla que me despertó aquella madrugada.
Apenas había empezado el tercer día tras las rejas. Las agujas ruidosas del reloj descansaban en la mitad de las 6 de la mañana. La luz del sol alumbraba por una ventana lateral, no entraban demasiado sus rayos, pero era suficiente para iluminar mi pequeño espacio; dentro del cual me cansaba de pensar, en que hasta la libertad, siempre tiene un precio, así como el oxígeno que respiramos.
La radio y los ruidos de tazas sonaban en la cocina de la comisaria. Sin quererlo comencé a prestar atención a los comentarios del locutor, donde después de anunciar los titulares deportivos, pensaba que darían un informe de la amenaza hacia un médico en el Pablo Soria; me asustaba que mi nombre representara incertidumbre por la inseguridad vivida en la ciudad. Pero hasta donde lo escuché no hubo noticia al respecto.
Sin embargo semejante calamidad en cualquier momento se daría a conocer y no quería manchar el apellido de mi familia nuevamente.
De todas maneras solo me importaba que una sola persona se ponga de mi lado en ese momento más que nunca. Necesitaba relajarme de todo eso, y me propuse la idea de escribirle una carta para Antonela.
Me costaba demasiado escribir, y me avergonzaba el hecho de expresarme mal en esa hoja, las palabras me impedían explicar una verdad.
Tiempo y palabras, era lo único que necesitaba. Habré sido sincero, mi corazón fue quien decidió pensar por mi cerebro.
Al terminarla, recibí la noticia que un abogado vendría a ver mi caso. Ivana pudo sin mi consentimiento, convencer a Horacio Sánchez, hacerse cargo de mi causa.
Mis padres se pusieron contentos por la noticia cuando llegaron para darme algo de comida; la presencia de ellos calmó el diluvio de mis preocupaciones, pronto estaría fuera. Me pasé parte de la tarde leyendo el diario, donde tampoco encontré tal noticia, pero nada era tan bueno como parecía.
Primero ví su sombra, rodeada de sombras que de a poco brotaban del piso, aunque alrededor de él solo habían dos guardias.
Horacio Sánchez, era un hombre alto, de unos 42 años maso menos, con canas en las patillas, bien afeitado, frente ancha, traje, camisa, y perfume del caro, y un mentón casi gigante que parecia denotar una gran sabiduría. La profesión debio hacerle sentir como si cada lugar fuera su casa. Tenía la apariencia de ser un vendedor o un político.
La celda se abrió. Él se acercó hacia mí, caminando y observándome a los ojos, con una sonrisa que simulaba simpatía.
-¿Qué tal Santiago? Soy Horacio Sánchez, tu prima me habló de vos.-Hablaba de Ivana- Vengo a ayudarte, No debes estar del todo bien y sé que querés salir rápido, ¿no es así?
-Soy inocente
Se sentó en una silla que le acercó un guardia, se acomodó las rodillas de los pantalones, y continuo hablándome:
-quiero que escuches lo que vas a declarar porque tenés denuncias de amenaza por motivos pasionales- otro guardia le acercó fuego para encender un habano que extrajo de su bolsillo
-¿Cómo es eso?
El abogado exhaló de su boca el humo de tabaco esparciéndolo prácticamente en mi cara.
-La victima fue advertida que se alejara de una de las enfermeras. Claramente era personal.
Tanto humo no me permitia verlo bien a los ojos.
-Pero yo no estuve ahí.
-Sí lo sé. Ivana me dijo que saliste con ella, tu novia y un amigo.
-¿Ella va declarar?
-Si. Es más, ya lo hizo. Sólo tenés que declarar ante los jueces- Otra vez exhalo el humo de su boca, agitando el habano mientras movia su brazo izquierdo- No podemos equivocarnos con vos, no te preocupes. Mañana mismo vas a estar libre
-¿Así de fácil?
-Conozco jueces que no quieren perder el tiempo juzgando a un inocente y yo me encargo de liberar inocentes. Y voy a solicitar que se ordene la investigación, ya sabes, lo del arma, y los policías que te arrestaron.-Se acomodó y apagó su habano, mientras lo guardaba, continuo- Sé por buenas fuentes que en el barrio Alto Comedero en esa comisaría están abusando de su autoridad; para limpiarse las manos, quieren mostrarse capaces de resolver casos como estos. Lo de la víctima, yo mismo le explicaré la confusión que tuvo, puesto que quien lo amenazó solo pudo verlo de espalda y escucho el nombre "Santiago" en un grito.
-Pudo ser otro
-Claramente
Creia en sus palabras, la teoría me importaba poco, eso me bastaba para cerrar una de mis tantas dudas.
-Gracias por ayudarme- Le dije, con toda la sinceridad y el aprecio que podía tener con un desconocido.
-No tenés porque, solo haceme caso, aléjate de los problemas, vi tus antecedentes, la próxima no voy a sacarte de acá.
Se levantó y su cuerpo comenzó a aumentar su tamaño.
Estrechamos la manos como si se tratasé de dos socios que firmaban un negocio.
Las sombras alrededor parecieron limpiarse del suelo, como si se hubiera sido producto de algunas manchas que ensuciaban mis ojos.
Mientras se alejaba Horacio lentamente, note que en su rostro esbozaba una sonrisa diferente. Se dio media vuelta, y esta vez vi sus ojos, grandes, como los de una lechuza que observa en mitad de la noche, augurando la desgracia sobre los días venideros, juzgando mi vida con reproche.
No me importaba que podía pensar de mí; solo esperaba salir y que el mundo siga siendo el mismo.
El sol se habrá ocultado detrás de las nubes el resto del día, las paredes grises, resaltaban las marcas escritas por otros presos. Nombres, fechas, tiempo, se rayaron es esas paredes.
Ignoraba esas marcas y sabia que si me acercaba, me contagiaría de alguna de esas locuras.
Tampoco pensaba enloquecer como ellos, pero de la locura nadie se escapa.
Ivana me hizo un favor, gracias a ella estaría libre, gracias a la libertad podría recuperar a Antonela y no pararía hasta lograrlo.
Daniel estaría ocupado enfrentando quizás algunos cargos de sus superiores.
La suerte podía ponerse de mi lado. Pero la noche llega y sin luna y sin estrellas, la oscuridad, te detiene o te hace correr.
Así fue que a la mañana siguiente me dejaron libre, por falta de pruebas concretas. Ivana que dio una breve declaración delante de mi familia, tal vez de la vergüenza, se fue rápido; no pude siquiera saludarla, al parecer se retiró antes de tiempo. Además me dieron una indemnización por el error.
Horacio Sánchez, luego de terminar el juicio habló primero con el juez, después de haberle estrechado las manos con él, las mezcló con las de mis padres, tratándolos con familiaridad.
A mí no solo me saludo, sino que hasta me abrazó, volvió a mirarme de pies a cabeza, sonriendo.
-Te llamaremos en cualquier momento Santiago
-Cuente conmigo
-Eso no lo dudo
-Un gusto señor y señora Herrera...
Horacio se volvió para hablar con el juez, y con él, se fue, a paso lento y aquella misma persona, luego no sería la misma.
Algo raro había, pero no podía intuirlo, estaba demasiado entusiasmado para ver la verdadera trampa.
Y no podía cerrar aquel caso, algo para mí no estaba del todo claro.
Pude recuperar mi libertad, pero a cambio de la verdad, estaba dispuesto a perderla.
Visite mi primer hogar y saludé a los que jamás me abandonarían.
Luego de saciarme de sonrisas, volvi hasta mi barrio.
Llegué hasta mi pieza, que por suerte ya había sido ordenada por Daniel y Ulises.
Desde que di los primeros pasos en el lugar, se proyectaban los hologramas de aquel momento donde me arrestaron.
Sólo fueron cuatros días, pero todo había cambiado.
Después de las dos de la tarde , Gustavo, me saludó y se disculpó por no haber asistido al juicio, debido al trabajo, retomo mi regreso con silencio, y hasta parecía ignorarme , hablaba poco, y lo conocía demasiado como para saber cuando estaba tratando de ocultarme algo que él sabia.
-Nunca te callas demasiado...Antonela...¿te dijo algo más? ¿Se acercó a verte a vos para saber de mí?-le pregunté, antes de despedirnos
-No, pero deberías olvidarte de esa chica
-Lo decis por que me abandonó ¿verdad? Ella estaba confundida...solo vio la foto de Ivana
-¿Y a vos eso te parece poco?
-¿Porqué lo decis?
-¡Ellas se conocen!, Ivana hace unos dias preguntó si yo conocía a una tal enfermera llamada Antonela Sandoval. Parecia saber de quien hablaba, pareció conocerla tanto como yo. Estaba nerviosa, tanto que no me quedó opción de decirle quien era Antonela para vos.
-Igual ella lo sabia
-Pero no me refiero que le dolió, ¡quedó espantada al saber de Antonela!- La cara de preocupación de Gustavo me sonó a una advertencia- Ella le hizo algo, Ivana no era la misma chica simpática que venia o se iba ni bien llegaba yo para trabajar. Aquí hay algo más, estaba perturbada. Y si tenes que arriesgarte, solo te aconsejo que averigües cual es el problema, porque al parecer, hay cosas personales, que pueden jugarte en contra.
-Solo pueden ser celos, tampoco me vas a ver involucrado con Ivana, ya terminamos.
-Santiago- Gustavo apoyó sus manos sobre mis hombros- Nunca penses solamente en vos...-Me abrazó y me dio unas palmadas en la espalda como los viejos tiempos.
Esas palabras decían la verdad. Poco me importaba saber de sus vidas.
Yo, era responsable de lo que les pasaba a ellas. La razón no importaba, culpaban al destino.
Gustavo se detuvo frente a mi cara como para seguir hablando, agachó la mirada y me dijo
-Por cierto, mañana queda poco para hacer, así que me tomo el dia , mi señora tiene que ir al médico y a la tarde tenemos reunión de padres en la escuela...asi que trabaja y reflexiona tus decisiones.
-Esta bien, tal vez lo necesite, quédate tranquilo voy a hacer todo.
Gustavo se fue, sabiendo el camino perfectamente, yo me encontraba recorriendo un laberinto, tal vez el mismo de aquel sueño.
Dentro de mi objetivo principal estaba encontrarme con Antonela, para explicarle todo, era inocente, pero no del todo culpable.
El perdón era mi propósito, pero agradecer era mi obligación, así que ni bien salí del taller, pase por la casa de Ivana.
Pero su abuela, Candelaria Miranda, una mujer de 71 años, se encontraba sola en ese pequeño jardín trabajando y me habló desde una de las aberturas entre aquel cerco de bloques mal colocados; apenas me había escuchado nombrar, al enfocar sus lentes hacia mí, trató de reconocer aquel dibujo que le hicieron sobre mi aspecto en su memoría.
-Ivana esta trabajando...justo hoy empezó, me dijo que trabajaría de niñera...en ciudad de nieva
-Eso es bueno
-Si, llevo su cuaderno para estudiar.
-Digale que le agradezco haberme ayudado con mi problema
-Ah me dijo...Se lo voy a decir...
-Muchas gracias...
Candelaria siguió regando las flores del jardín, hablándole a las plantas, respetaba la naturaleza, tanto como yo la respetaba a ella.
Pensaba volver al dia siguiente.
Mi necesidad de ver a Antonela, no lograron regular mi ansiedad, a pesar de la amenaza del vecino, que me había llevado a encarcelarme.
Por alguna razón me sentí extraño cuando puse un pie sobre la vereda de su casa. Esperaba que Antonela saliera para recibirme, pidiéndome perdón, corriendo directamente para abrazarme y llorar de alegría al verme, pero no fue así.
La señora Sandra Sandoval, asomó su cara tras la puerta.
Debía saber todo, pero no parecía estar del todo alegre.
-Qué bueno que te liberaron Santiago
-Gracias... ¿Se encuentra Antonela?
-Ella no está y me dijo que no puede verte, y la entiendo.
-Puedo explicarle todo
Sandra desvio sus ojos de mi cara, tratando de buscar palabras que pudieran sacarme de encima.
-Ella necesita tiempo...trata de hacerlo, tal vez te perdone, dejala tranquila por unos días.
-¿Cómo esta ella?
-Bien, y está contenta que te hayan liberado
Una piedra se apoyó sobre mi cabeza, aplastando mis pupilas, sin Antonela mi libertad no estaba completa.
Los recuerdos junto a ella, hasta me parecían lejanos.
Me decidí tomar todo con calma, y seguí el consejo de Gustavo.
Me despedí de Sandra dejando en sus manos la carta que había escrito para Antonela, donde las palabras hablarían por mí, relatando mi versión de la verdad, esperando verla pronto, dándole tiempo.
-Yo se la voy a entregar, pero no esperes que vaya a leerla esta misma noche.
-Con eso me basta.
Hubiera arrancado la moto ni bien la señora Sandra entro a su casa, pero la puerta de la casa de al lado se abría, lentamente ;esperaba ver los pies que patearon mi cara tiempo atrás, esa podía ser mi oportunidad de vengarme. Pero en cambio asomaron las piernas de un niño que no pasaba los tres años, corriendo hacia la vereda, detrás de él, aquella mujer de ojos profundos como el mar, sosteniendo en sus brazos la niña que vi en aquella salita tiempo atrás.
Era una mujer que sabia soportar todo, blanda como la arcilla y a la vez tan resistente a las tormentas. Sus hijos eran lo único que parecían ponerla feliz.
Su nombre es Lucia Cussi de Condorí.
Ella me advirtió que me alejara, pero era tan inevitable no hacerlo, ya que la chispa ya se habría encendido.
No me despedí sin decirle "adiós", no se fue hasta desearme "suerte"  


Alma erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora