"De mal en peor"

2 0 0
                                    


Deseaba no tener un corazón, para que nunca fuera destrozado de esa manera.
No tuve ganas de hacer nada más que tratar de olvidar y me sucedía todo lo contrario.
Ni siquiera conseguí dormir.
La luz del alba me había sorprendido, la humedad en la ventana se hacía presente, cuando me levante a desayunar , al sentarme en la mesa, por debajo de la puerta pude ver un sobre marrón, sin remitente ni nada que presentara su contenido.
Al abrirlo me encontré con dos fotos; la primera fue la de Ivana semidesnuda en una habitación y la otra de Antonela, en pleno beso con el doctor en un restaurante del centro.
En vano abrí la puerta buscando al mensajero. Podía ser uno, tal vez más pero que sentían tanto odio hacía mí, como para deprimir aún más mi vida.
El frio, el miedo...trataron de apoderarse de mi cuerpo.
Fui a comprar botellas de vino y me encerré durante todo el día, ya nada me importaba más que tratar de dormir; tras emborracharme temprano, sin siquiera comer, dormí como un niño hasta llegada la medianoche.
Era justo la noche de viernes.
Me preparé para salir, cuando escuché que un auto arrancó con velocidad.
Sospechaba de algún choque, algo que era común debido a la poca iluminación del barrio. Fui el primero en salir a la calle a la expectativa y alerta por el peligro.
Sobre una vereda había una persona tirada, agonizando.
Corrí, a ver que le sucedía.
Las luces de las casas cercanas las prendían los vecinos para ayudar.
La figura femenina de Ivana me sorprendió, al ver como se retorcía en el suelo.
Apenas me reconocía. La lleve conmigo, unas vecinas nos acompañaron.
La recostamos, el color de su piel estaba palideciendo, sus ojos estaban blancos, y se le dificultaba la respiración.
Las mujeres y los vecinos que se asomaron a la puerta vieron aquel espectáculo.
De pronto una mujer dijo que no le sentía el pulso y comenzó a gritar. Yo temblé del miedo. Todos lo hicieron.
Ivana bajo su cabeza y su mano derecha. Las lágrimas estallaron de mis ojos. Todo la sangre que tenia en mis venas dejó de recorrer mi cuerpo por ese momento. Moría con ella.
Lágrimas, rezos, abrazos de resguardo y el mismo dolor hicieron el ambiente más nebuloso.
Tenia el alma partida y los ojos crispados, hinchados y enrojecidos, cuando unas pequeñas burbujas de tos, de parte del alma que se iba, se llevaron la sorpresa de la gente.
Ella se levantó, observó a su alrededor. Y cubrió su rostro sonriendo de la emoción.
La felicidad de las personas y las palabras casi inentendibles debido a los constantes murmullos de alegría lograron que la niebla de tristeza se borrara por completo.
Yo no podía reaccionar estando a unos metros de ella.
El silencio se hizo solo para escucharla, pero Ivana no lograba entenderlo.
Unas mujeres se acercaron a susurrarle unas palabras.
Inmediatamente ella comenzó hablando con miedo y bastante suavidad. A pesar de eso todos la escuchamos. Sus palabras enrojecieron las orejas de varios.
-Esos hombres me iban a matar si no les decía que me iba a morir antes...Me dieron alcohol, drogas, me quisieron matar, tengo miedo que puedan volver...
-¡Llamemos a la policía!- Dijeron casi todos al momento.
-¡No!, ¡por favor no! esta gente me puede buscar a mí, además mi tío es policía y yo voy a hablar con él...
-¿Esta segura mi'jita? –Pregunto, doña Rufina. La vecina más bondadosa del barrio, siempre colaboraba en el comedor de monjas.
Ivana la tomó de las manos y afirmó con su cabeza.
-Si quieren pueden quedarse conmigo un rato más, después me llevan a mi casa, pero ya estoy mejor.
Las personas se acostumbraban a comentar sus opiniones entre sí, pero ninguno se perdío de saludar a la guerrera por la que todos rezarían para darles fuerzas en su andar.
-Gracias por cuidarme, perdón por reírme. Estuve tan cerca de la muerte que me rei de alegría por seguir viviendo.
Las personas alrededor se sintieron conformes con sus acciones de alarma y preocupación. Le desearon suerte, la felicitaron.
Yo, que era el primero en mirarla, fui el último que se acercó a ella, abrazándola.
Ivana evitaba mirarme a los ojos, ya que los suyos estaban tan perdidos que solo querían caer, los míos estaban dispuestos a tratar de ayudarla.
Todavía había unos vecinos, esperando su respuesta.
Sus ojos redondos estaban más rojos por el odio que por el alcohol.
Con ellos me miró, y pude entender a quien se refería, antes que lo nombrara.
-Horacio...le prometí trabajar para él un mes, a cambio que te ayude a salir de la cárcel...El trabajo era en un prostíbulo...hoy no quise trabajar y unos hombres me amenazaron...me quisieron golpear...fingí estar enferma, me trajeron aquí y desde antes de llegar decía que estaba muy mal...realmente lo estoy...
-Ivana...¿Horacio te hizo esto?
-Si
-Lo voy a matar
La misma inocencia que tenia minutos antes desapareció después de lo que dije.
-Lo quiero muerto...Santi... ¿Podes hacer esto por mí?
-A este paso de mi vida no me va a costar nada.
Estaba tan dispuesto a hacerlo que planearía el momento adecuado.
Se quedó en mi casa hasta que vino una ambulancia y la llevó hasta su casa, medicándole hasta que se recuperara.
Un médico llamado Pablo Soriano, aconsejó reposo y visita al médico, descartó señales de abuso, pero de todos modos haría un informe a la policía.
La abuela no lo descartó, estaba enojada, los médicos no le quitaron los ojos de encima debido a sus ataques de nervios. Finalmente lograron calmarla. La doncella rescatada dormía.
La luna se apoyaba en el centro del cielo nocturno.
Por mi parte, tenía tanta rabia encima, que fui hasta la casa de Horacio Sánchez en Altos de la Viña.
En ciertas ocasiones Ivana me había pedido que la llevara hasta allí.
Mi moto aceleró y fue a la velocidad de la furia.
Las casas en su barrio eran grandes, la de él sobre todo, era un enorme chalet, con una piscina, sobre un costado de la casa, árboles y plantas de todo tipo, pero al parecer también ningún perro.
Las luces iluminaban perfectamente cada espacio del terreno. No podía saber si tenia cámaras y alarma, observé perfectamente todo desde afuera, subiéndome a sobre una pared cercana de una casa en construcción. Pude ver claramente desde afuera más de 15 minutos, cuando las rejas automáticas se abrieron, y un auto color negro, se acercaba hasta una parte de la cantera del jardín. Al momento se abría la puerta, y Horacio Sánchez salió caminando tranquilamente hasta ese lugar.
Prendiendo ese habano horrible que fumaba.
Dos hombres se bajaron del auto, lo saludaron y un tercero salió arrastrando consigo a una muchacha vestida con una musculosa roja y un jean azul, cabello castaño, y su rostro estaba cubierto por la venda en sus ojos.
Tragué saliva, convirtiéndome en testigo de un posible secuestro.
El abogado importante y señor dueño de la mentira y el crimen, le susurró algo al oído, mientras la víctima, quiso golpearlo, siendo sujetada por los guardias de Horacio, y arrastrada hasta perderse doblando por la parte trasera de la pileta que iluminada como estaba me permitió ver las sombras, perdiéndose, como lo hizo Horacio.
Lo que seguiría pasaría seguro dentro de la casa, no contaba con nada para poder ayudar. Lo único que me quedaba era ir hasta una cabina y llamar para informar un secuestro anónimamente, dejando todo a la misma policía que él parece manejar a su antojo.
El odio hacía ese hombre crecio aún más.
Fue así que decidí que lo mejor seria arriesgar y confiar en la justicia.
Salté la pared, y caminé rápidamente hasta doblar la esquina donde había dejado mi moto, para evitar el ruido cercano. Detrás de unos cercos de ligustrinas una figura salió de repente justo a un costado empujándome al suelo, ni siquiera giró para verme, y continuó corriendo más rápido, mientras mi cabeza justo golpeó con un cesto de basura que se cayó sobre mí.
Al quitarme todo y tratar de levantarme y continuar mi recorrido, un hombre que se encontraba de pie justo detrás de mí, me golpeó la cabeza.
Me arrojó al interior de la casa por esas ramas de plantas y me llevó hasta llegar a un borde de la pileta donde aquel dueño de casa,esperaba con su habano, y los bajó ni bien me reconoció.
-Santiago Herrera...
Estaba golpeado antes que el puño impacte contra mi frente, así que ya venía rabioso como un perro a punto de morder.
Quise golpearlo. Devolverle el mismo daño que le hizo a Ivana.
Pero los otros guardias, no me dieron chances de acercarme, y entre los tres siguieron golpeándome hasta ahogar mi cabeza en un costado de la pileta.
Dentro del agua ví a una mujer, mi frente quiso desmayarse más por eso que por la falta de aire.
Tras verme completamente destrozado, el abogado mismo me agarró con sus manos y comenzó a golpearme.
Primero una piña, después una patada en el abdomen.
Al verme recostado en el suelo, habló el cobarde.
-¿Así pagas un favor, metiéndote en lo que no te importa? Venis a desquitarte por lo que le hice a Ivana ¿o viniste a darme las gracias? Porque no me encontras en un buen momento y estoy muy enojado.
-Infeliz...¡te voy a matar!
-Ah, venis a eso, yo, yo te puedo matar a vos. Pensa bien lo que vas a hacer.
-¡No me importa!
-¿Te crees gallito? No imaginas que conozco tu familia, en cualquier momento les voy a quitar todo, es más lo voy a hacer mañana mismo. Tu tío también perdió conmigo, le fue mal, y vos apareces como una casualidad entre tu familia y la de Achával, que también perdió conmigo. Asi varios más, no tenes oportunidad.
-Si la tengo o no, jamás va a importar, ganas haciendo trampa.
-Yo tengo mis estrategías...y el poder suficiente para manejar la autoridad policial.
-¡Infeliz! ¡¿Qué le hiciste a Ivana?!
-Yo, nada...ella esta pagándome el favor a cambio de que te liberara. Soy el abogado más caro del norte ¿Lo sabías?
-Jamás me interesaron las noticias ni los diarios, vivo del futbol, como lo hacen los que somos felices.
Horacio y su patrulla de animales, rieron irónicamente.
-¿Acaso sos poeta?
-Los golpes me ponen más sensible, es todo.
Otra risa alargada del abogado corrupto sonaba en mi oreja izquierda sangrando.
-Y gracioso también...¿ A qué viniste?¿ a vengarte de ella? Sabes que esta con mi hijo, y pronto se viene a vivir a mi casa, supongo que lo hará obligadamente, gracias a vos, que salías con su hermanastra, la que ahora es novia de mi doctor favorito Fernando Aparicio.
Eso fue mucho peor que haberme torturado ahogándome, me desvanecí inmediatamente.
-¿Vos me mandaste esas fotos?
-No sé de que fotos me hablas
-¿Por qué lastimaste así a Ivana?
Horacio se dio la vuelta, y meditó unos segundos lo que iba a decirme.
La noche perfecta para que las almas oscuras hicieran sus males, pero sin embargo, el frio era mucho más fuerte. Los ojos del abogado giraron para mirarme de manera odiosa. Entendí porqué tenia todo en su poder, pero no sentí miedo, odiaba más a ese ser repugnante, mucho peor que cualquiera que habite en la ciudad, hasta peor que el comisario Daniel Condorí.
-No te metas con ella, es mía
-¡No la lastimes!...¡sos un...!
Un golpe en mi nariz me hizo callar de repente.
Horacio, puso su cara justo enfrente de la mía.
-Dejalas, si podes a las dos y tal vez así los perdone...No tenés que saber más, elegí vivir , te doy otra oportunidad, pero a cambio ayúdame a sacar del barrio a ese comisario que vende cocaína.
Era cobarde, traidor y todavía quería hacerse mi amigo.
Tenía que aceptar la realidad. No era el momento. Tenía que rendirme ahora que tenía la oportunidad.
-Prometeme que no vas a seguir lastimando a Ivana. Yo puedo pagarte lo que debe.
-Y a vos ¿Quién te ayudo a tener esa plata?
Agache la cabeza, como manera de agradecimiento.
-Usted señor...
-Muy bien, ahora entendes que eso es lo que te doy a cambio que hagas ese favor. Olvidate de ella, aunque me devuelvas todo no lo voy a hacer.
Usa eso para tu vida, no intentes usarla en mi contra porque te voy a estar vigilando.
Era el momento de rendirme, no podía decirle nada. La última gota de dignidad había rebalsado en el suelo acompañando la primera lágrima.
El frio recorrio mi cuerpo como una especie de temblor repentino, uno de los guardias me golpeó al momento, y perdí el sentido, la noción, el tiempo...
Parecía que trataba de pelear a toda costa contra Horacío, sin importarme la presencia de los guardias que a pesar que me golpeaban, no lograban determe, hasta que me sujetaron, mientras un tercero me golpeba con toda su fuerza.
Me dejaron caer para mi suerte, respiraba y escupía sangre.
"Ahora entendes, que yo no juego" Me parecio escuchar de la boca de Horacio.
Mi vida giraba de mal en peor.


Alma erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora