"El cínico"(Parte 1)

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Todos los caminos me aproximaban cada vez más al final.
Llámese casualidad, haya sido mala suerte, fuera el destino, tuve que estar en esa situación, frente a mis nuevos enemigos. Nada carismáticos, y sensibles, carentes de alma, de lógica , de sentimientos, hombres con ambición que convierten todo en negocios. Sin importar lo demás, al frente de un hombre que había ganado poder, fingiendo amabilidad y respeto,y quien era en realidad una lacra de lo peor, que seguro debía manejar el negocio de los prostíbulos de la ciudad, por la forma en la que trataba a Ivana y a la chica que logró escapar empujándome al suelo, desviando la atención de sus perseguidores; casualmente, el día que pensaba averiguar qué hacía ese hombre, descubrí que era mucho peor de lo que imaginaba.
Yo pagaba demasiado caro el precio de la venganza.
Mi pulso disminuia considerablemente, no tenía más energías ni ganas para seguir, el sudor y la sangre goteaban de mi cuerpo, mis ojos hinchados, las venas ardiendo de forzando mi corazón a estallar.
Me habían demolido tantas veces los huesos que ya el dolor era un costumbre.
El peor golpe, ya lo habría sufrido, cuando mis ojos,vieron que Antonela
besaba otro hombre.
Ese había sido sin dudas el peor castigo.
Entonces ya no tenía nada más que perder.
Me torturaba la realidad, y jamás me volvería loco, como los presos de la celda que fui encarcelado injustamente, cuyas intenciones que tenía planeadas junto a Antonela, quedaron tan destrozadas como yo.
El frío, la oscuridad que rodeaba todo, le daban el final perfecto para mi vida.
La muerte y yo firmamos un pacto, ni yo escapo, ni ella me persigue, un dia
simplemente nos encontraremos.
Yo presentía su llegada y por un momento hasta la deseaba.
Pensé que no me quedaba más por vivir.
Había visto estas escenas en las peliculas yankees, pero esos eran actores, jamás
podrían interpretar con perfección estos eventos pavorosos. Yo lo hacía, pero
esperaba que durara poco.
Horacio por su parte se quedó inmóvil; y con el sudor sorprendiendo en su frente, sin más nada que agregar a sus agitadas palabras.
Ya le demostré que no le tenía miedo.
Este hombre podía matarme fácilmente.
Me quedaba exhalar el último aliento. Quedé resignado.La vida que había recorrido hasta entonces, salía del baúl de mis recuerdos.
La mayoría serían buenos. Rememoraba los nombres de cada persona que conocí.
Decidí caerme, y esperar la muerte, pero mi destino quería otra cosa.
El amanecer no era lejano, pero en algún momento llegaría.
Pasaron solamente unos minutos en los que mi cuerpo habia sido golpeado como una bolsa de boxeo tantas veces, que perdí la noción del tiempo.
El abogado me observaba,pensando, casi perplejo, unos centímetros del suelo. después de meditar unos segundos, levantó su brazo llamando a alguien del interior de la casa.
Un hombre vestido de clase servicial de su mansión, se acercó con uno de esos teléfonos móviles que apenas se veían por la ciudad, y en manos de las clases más ricas. Horacio lo recibió, y mirándome de reojo se alejó para realizar una llamada.
Mi espalda, en cambio recibió el impacto de un puntapié, que me tumbó sobre aquel verde césped. Mi frente rebotó como una pesada piedra.
La sangre y la tierra, tenian el mismo olor.
Sea cual haya sido la llamada, no habrá durado tanto como despertarme de aquel desvanecimiento. Levantar la vista del suelo, era como estar dentro de una neblina de polvo que se disipaba cuando uno estaba cerca de su camino, rodeada por el miedo de cruzarse frente a un abismo.
Mi cara estaba destrozada. El rostro de Horacio volvía más relajado, la sonrisa curvada, que casi rozaban sus patillas grises.
Devolvió el aparato telefónico, mientras el hombre que lo apagaba me apuntó una mirada, reconocí a quien pensaba que era un portero, al que vi durante las últimas veces que lleve a Ivana para la casa de Nicolas Sanchez, su verdadero amor.
Aquel hombre de alta estatura, cabello corto y rubio, aparentaba más ser un militar que un portero.Siempre me miraba cada vez que pasaba justo antes que Ivana llegaba caminando. Y es que yo tampoco le restaba importancia, pero Ivana siempre me decía que diera marcha atrás.Sea quien fuese, parecía jugar un papel más importante que los mismos centinelas que Horacío manejaba, tanto que se quedó de pie a su lado, hasta que este se acercó hasta mí.
De su bolsillo extrajo la caja de habanos.
Encendió con tranquilidad uno, y el humo ácido de los cítricos salia por su boca, sus mejillas se inflaban como la de los peces en los acuarios pequeños, y hacia el mismo ruido que los bebés con un chupete.
Habrán sido muchos que lo vieron antes de morir. No tenía manchadas sus manos, pero seguro sí su prontuario.
La maldad que lo cubría le daba la libertad que él mismo manejaba a su antojo, así como tal vez lo hacía con la policía, o tal vez aún más, con el gobierno.
Siempre se mide a los más poderosos, por el número de sus billetes.
Todo el mundo lo hace, así que lo tomamos por costumbre.
Ahora yo terminaría siendo una de sus víctimas en su colección de crímenes sin resolver. Todo podría quedar en la nada , así como el caso de mi tío Tomás.
Yo, aficionado a los juegos, conocía la diferencia entre ganadores y perdedores. Me encontraba de rodillas detrás de la línea roja; con trampa o no, pero había perdido....aunque no del todo.
Cerraba los ojos esperando que a través de la más completa oscuridad, aparezca algún milagro, pero solo recibí otra patada que me arrastro hasta los pies del abogado corrupto.
Cai cerca de sus zapatos marrones.Exhalo el humo sobre mi cara, repetidas veces, logrando nublar mi vision, irritando mis ojos, con ese humo.
A pesar de haber sido golpeados mis oídos percibían sus palabras perfectamente:
-Santiago...la verdad me sorprendes, o sos muy valiente o muy estúpido siquiera para acercarte hasta mi residencia y tener el valor de pelear conmigo. Solo por eso sería una pena matarte, ademas ya manchaste demasiado mi jardín .
Le importaba más su jardín que tal vez los crímenes que llevaba encima suyo.
Miradas no debieron faltar, esperando que yo respondiera de alguna manera.
Podrian golpear mil veces mi perseverancia pero jamás se iría de mí.
Mi estrategia debia ser la de seguirle el juego.
Agache mi cabeza delante de él, esperando que entendiera mis disculpas.
Mientras lo hacía, pensaba en la forma de sacar a Ivana y su abuela de la ciudad.
Después hablaría con Antonela. Podría necesitar tambien de mi ayuda contra Daniel.
Pensaba tranquilo, porque Horacio era humano y no podia leer las mentes, solo podia elevar su orgullo de infundir miedo.
-Santiago...después de todo preferis rendirte y eso te hace libre por esta noche si es que te atreves a volver. Solo hace lo correcto y no voy a molestarte.
-¿Que seria lo correcto señor?
-Alejarte de ese barrio, olvidarte de tus chicas-hablaba de Ivana que necesitaba mi ayuda y de Antonela - podes buscarte un trabajo y alquilar en otro lado... Y nunca jamás se te ocurra hablarle de esto a nadie, porque si me entero que haces una denuncia, te puede ir mal, muy mal chango; en cambio si me ayudas a denunciar a un Daniel Condorí por estos golpes me ayudas a terminar con ese Sargento de ese barrio, últimamente me provocó varios dolores de cabeza. Sé que tuvo percances con vos, así que si me ayudas, hasta puedo compensarte.
Un enemigo quería convertirse en mi aliado. Daniel debia pagar, y Horacio con el tiempo también lo haría.
Reaccioné levantando mi cara y buscando sus ojos.
-Conta conmigo voy a hacer eso.
Horacio soltó unas carcajadas, un segundo después sus marionetas lo siguieron formando eco.
-Muy bien...muy bien...solo por eso quiero que te vayas por donde viniste y cuando lo denuncies, pasa por mi oficina, en tribunales, ahi te voy a comentar los pasos a seguir.
Me sostuvo la mano y me ayudo a levantarme de manera brusca, mis huesos sonaron, él escuchó mis quejidos , pero le restó importancia.
-Tomate el tiempo que quieras para poder caminar y volver ; que solo uno se quede a cuidarlo, dejen la puerta abierta.
Se alejó fumando y hablando en voz baja con el "portero" que dio la vuelta para mirarme afirmando con su cabeza.
Me precipitaba para salir con pasos lentos y renqueantes. Todo para escapar de la humillación que habia sufrido.
Ivana estaba a salvo en el hospital. Solamente me quedaba rogar para que no se encontrara con Antonela. No podia imaginar que podria pasar si llegara a darse tal encuentro.
Pensaba en eso, lo hacía mientras caminaba, seguido por los pasos de un guardia que al ver como me alejaba lentamente doblando la esquina'cerró el portón, rompiendo el silencio del barrio.
Me detuve sobre la vereda donde choqué contra la chica que escapaba quien sabe porque razones, sea cual fuere no era bueno saberlo. Solo fue mala suerte, y espero que a pesar de todo ella se hubiera salvado.
Subí a mi moto, esperando que mis dedos pudieran arrancar, lastimado como estaba debía buscar sanar rápido.
Con mis antecedentes, lo menos que podia hacer era acercarme hasta una sala de urgencias.
Podría curarme solo. Habían remedios para esta clase de golpes.
Mi velocidad era la máxima, pero la llegada duro demasiado. Apenas y movía las piernas.
Con el cuerpo destrozado y las heridas frescas hirviendo mi sangre, mi mente seguia pensando en Ivana y Antonela.
Me recosté tratando de olvidar tantos dolores y buscar una alternativa para salir de este conflicto.
Todavia me temblaban los golpes. El rencor crecia más.
Nada de esto se quedaria así.
Quise fumar pero mis manos, y mis dientes flojos no podrian hacerlo.
Mi refugio para buscar el sueño, era inventar la solución a mi manera, o esperar que así sucediera.
Dejaba de sumar las consecuencias, les restaba importancia, lucharía por cambiar mi presente y ese sea el resultado de todo esta tortura.
Mi corazón seguia latiendo por algo...por Antonela.
No podia culparla, pero si podria perdonarla, si es que ella me aceptaba en su corazón nuevamente.
Estaba acostumbrado a tener enemigos,pero solo los de barrio, nunca alguno con poder, con autoridad, o alguno adueñándose de los besos que momentos atrás me pertenecieron.
Pasaron cuatro dias, y todo habia cambiado.
Las cosas cambian, y yo debia enderezar mi camino.
No seria fácil, pero nada en el mundo lo es.
Siempre fui testarudo, intentando hacer la vida a mi antojo, sea cual sean mis obstáculos. Todo tenia que pasar, pero jamás sospechaba que podria tratarse de mi propia vida lo que realmente estaba en juego.
Siempre respete la vida por miedo a perderla, pero el miedo me hizo creer que la esperanza no llegaría. Seguia respirando... seguia luchando.
Una mente lastimada, fácilmente puede ser tentada para cometer locuras.
No tardaria mucho para que el demonio interno que llevaba en mi alma, tuviera su oportunidad de buscar la solución.
El sueño curó algunos dolores. Me dirigí en la moto hasta la seccional de la plaza Belgrano. Duró demasiado, nadie lo creia, Ariel , el sobrino de Gustavo presencio todo. Sus gestos no eran nada buenos. Aún así , seguí adelante.
Cuando pasé por tribunales, hasta la oficina de Horacio Sanchez, y me presenté con la secretaría, me dí con la sorpresa que habian sido la misma mujer que había estado con mi tío. Era torpe para preguntar...era ella, pero no me reconocío, tal vez por la cantidad de alcohol que habría consumido esa noche.
Trataba de disimular la casualidad, más pistas, sobre Horacio Sanchez y el crimen de mi tío.
La secretaria se llamaba Graciela Jimenez.
No hablamos mucho, sólo porque ella no quiso. Solamente me dijo que el señor Horacio se encontraba en una reunión y que ella estaba autorizada a darle cualquier mensaje.
-Soy Santiago Herrera, digale que ya hice la denuncia.
-Santiago...Herrera...
Sus ojos parpadearon, pero trató de disimular su nerviosismo..
-Se lo notificare al señor, ¿dejó usted una dirección de contacto?
-Él sabe donde encontrarme.
El resto del día mientras curaba mis heridas, pensaba en estar junto a mi familia.
Pero así no me podían ver.
Necesitaba sanar un poco más, tal vez iría cambiando golpes por una caida en moto.




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