Capitulo 8 “Antonela”
-No me puedo despedir de vos sin un beso, menos ahora- Un poco de tristeza hubo en esas palabras de Ivana, más que un pedido fue una exigencia.
Sin embargo ese beso fue tan embobador como la mayoría de los que me daba, solo que la situación ya era diferente, ella y yo entendimos que no podíamos seguir nuestra relación, dejaríamos de vernos, ella estaba en sus últimos meses de clases, y su novio le prometio algo que ella de verdad necesitaba, yo podría estar con ella, pero no estaba seguro si la amaba.
Le había contado la verdad , que yo estaba enamorado de otra. Eso le bastó , no quiso saber más. Y por eso no quiso despedirse de mí sin darme lo que creía ser el ultimo beso.
-Espero que seas feliz con tu novia- No hubo rencor, ni celos pero sus ojos brillaban iluminando todo su rostro de manera angelical.
-Podes contar conmigo cuando necesites algo-le dije
Ella se acercó hacia la puerta
-Y vos conmigo- dijo guiñándome un ojo, y volviendo a su picardía habitual- Adiós Santi, nos estaremos extrañando.
Y creí leer su mente por un momento.
Sali a ver como se iba, me quedé cuidándola con la mirada de los peligros de la noche.
No sabía que pensar.
Me senté a leer una carta que me hizo Ivana, cuando estábamos juntos.
Como posdata había escrito “te soñé”, y me preguntaba si ella también era parte de un sueño para mí. Un sueño que todavía no puedo despertar.
Me acosté mas temprano de lo habitual, demoré demasiado en dormir. En parte por la tristeza de mi familia, por todos ellos, que nos acostumbramos a Tomás, pensé en Ivana, fue un linda posdata, el resto de la noche seguí pensando en Antonela.
Asi al fin pude dormir, tranquilo, esperando verla al dia siguiente.
Estaba seguro que vendría a verme. Pero no me gustaba la idea de esperarla. No sabía cuándo volveríamos a trabajar en el taller.
Así que decidi buscarla, ni bien terminé el desayuno.
En la salita podría pedir datos de su casa, no debía ser difícil encontrar a una enfermera en esa zona, alguno podría aportar datos.
Y sin embargo no me costó nada, cuando llegue a la salita, bajé de la moto y entré, Antonela estaba en un pasillo, hablando con otra enfermera. En el mismo momento cruzo su mirada hacia mí. Por supuesto fue una casualidad encontrarla, pero no fue casual que se haya enterado de la muerte de mi tío.
Se acercó para abrazarme.
-Mi más sentido pésame por tu tío. Una vecina me contó, y mi compañera no vino desde ayer. La estoy reemplazando
-Gracias.
-Pase por tu casa, un par de veces y no estabas, no quise ir al cementerio, me dan miedo esos lugares.
-Para mi es como ir a un jardín de cemento y lágrimas.
-Sí, me imagino.
-Hiciste lo que pudiste. Después me podrías contar como sucedió.
-Si- Quise tratar de sonreír pero no lo hice
-Te haría mejor salir de paseo más tarde
-Eso te iba a proponer.
-Salgamos, yo paso por tu casa, si no te molesta.
-para nada.
-¿A que venias?
-A buscarte…-le dije
Ella sonrio.
-Lo hiciste
La enfermera con la que estaba hablando en el pasillo entro a un consultorio. Antonela se quedó observando, entendí que tenia que dejarla trabajar.
-Te espero más tarde- le dije
-Sí, a las 17
Estaba por besarla, pero guardé discreción, luché con esa ansiedad.
Un anciano me detuvo el paso y lo ayudé a entrar. Era Aníbal, al que había visto una vez allí, pero que ya creía conocer lo suficiente. Sostenía un palo de escoba en el que se apoyaba.
-Señor, necesita un bastón nuevo.
-Lo sé, pero no puedo comprarme uno, además ser pobre no es una verguenza
-No se preocupe le hago uno y se lo dejo a la señorita.
Anibal me miró sorprendido. Antonela también, y aprobó mi buen gesto con una sonrisa, saludé al anciano, quien me tomó las dos manos, agradecido por mi desinteresada generosidad.
Y asi lo hice, ni bien llegando al taller ocupé parte del tiempo fabricando un baston con un roble que había sobrado.
Todo trabajo engrandece, por mínimo que sea.
Lo hacía para ganarme el cariño de Antonela, pero el amor te lleva a hacer varias cosas buenas.
Me gustaba ser solidario. Ayudar era algo que me hacia sentir bien, derrochar mi juventud también lo era.
Todos tenemos un lado bueno, y del otro ya saben, será un lado diferente, bueno y malo al mismo tiempo.
Ella llegaba justo cuando lo decía.
Podría morir mil veces más y decir que ella fue lo mejor que me pasó en la vida.
Y que más podía hacer sino disfrutar el momento con ella.
-Fue un lindo gesto el tuyo Santi- Me dijo acomodándose el cabello en aquel bar al que solía frecuentar sobre todo cuando estaba acompañado.
-Algún dia, podrá acordarse de mí, es bueno que se acuerden de uno
-Sí, Él está solo, su mujer murió antes de mudarse a este barrio, sus hijos vienen solo los fines de semana a verlo, pero no le alcanza, tiene tanta soledad que a veces va a la salita solo para merendar con las enfermeras.
-Entonces no esta solo
Era un desperdicio si no me detenía a observar su rostro sonriente.
Después de todo en su sonrisa no era más que un motivo.
Hablaba poco, y era muy cariñosa
No hubo historias de duendes, no hubo comida picante, ni flores de mi amigo vendedor sobre la mesa, ni cervezas en los vasos. Pero ella hacia todo especial a su manera.
Tan especial, que terminamos respirando el mismo aire más de mil veces.
Acaricié sus piernas en un rincón de la cama.
Mientras encendía un cigarrillo, ella se levantó para acercarse a mi futuro baston.
-Es maravilloso
-Tomás me enseñó a trabajar la madera, es algo que siempre se lo agradecí. Fue cuando me escapaba de la escuela, y él me pagaba los videos juegos por ayudarlo.
-aprendiste bien
-Si, y además jugábamos mucho en el pool.
-Ese es un buen recuerdo
- fue triste como terminó su vida.
-Es feo tratar de entender a la muerte, porque llega por miles de circunstancias en cualquier momento, por eso hay que cuidarse demasiado. Por ejemplo ese cigarrillo te esta matando.
Decía la verdad. Así que lo apague ante su atenta mirada.
-Mucho mejor ¿no?
Cuando intentaba aconsejarme, la callaba a los besos.
-Me haces olvidar que estoy triste, te juro que daría mi vida por vos. Te quiero preciosa.
Antonela estaba hecha para mí, su escencia, su calor, sus caricias. Nunca antes había sentido que mi corazón llegara a mover la tierra, que mis besos me llevaran a volar, y que unos delicados dedos me sujetaran con tanta fuerza.
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Alma errante
RandomSantiago herrera es un alma errante que se encuentra vagando por la ciudadde San Salvador de Jujuy, tratando de superar su pasado, después de haber muerto en un accidente, mientras su mente se encontraba desordenada por el odio. Solo así, descubre...