Las pesadillas de Aren

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Lucian Ravensfield

Quería chocar mi cabeza contra un muro en este momento y lo hacía notar con el movimiento ansioso de mi pierna. Además, solté un bufido pesado de exasperación.

—¿Podrías parar de una puta vez? Estoy a segundos de cortarte la maldita pierna si sigues moviéndola así—

Aren sonaba aún más irritada que yo y no dudaba de su palabra, así que detuve mis movimientos nerviosos. Sin embargo, no iba a quedarme callado. Había pasado casi todo el día en este jodido puerto y aún no había llegado ningún barco de exportación al que pudiéramos subir sin dar demasiadas explicaciones, según Aren. Después de todo, al llegar a la taquilla nos dijeron que no había boletos ese día para ningún barco con destino a Londres. El único era de una compañía privada, cuyos boletos sólo se conseguían directamente en su sitio web, como en la mayoría de los cruceros turísticos. Aún así le insistí a Aren para que compráramos unos, pero me dio la misma explicación que en el departamento. Las compras en internet dejan rastro. A partir de ahí, esperamos un barco de carga que pudiera tomarnos como empleados y se dirigiera al menos a un lugar cercano a Londres. Ahora son las seis de la tarde, dos horas antes de que llegue el crucero, lo cual significa que es mi última oportunidad parda convencer a Aren de conseguir los boletos en vez de estar esperando como idiotas.

—En mi opinión habría sido mucho más fácil optar por el barco turístico. Además, va directamente a Londres y no tendríamos que transbordar en ningún lado—

—El problema con esos barcos es que utilizan reservación y creo que fui bastante clara al decir que eso deja un rastro— rodeé mis ojos ante su explicación, ya me la sabía de memoria.

—¿No podríamos ingresar al sitio web, pagar con mi cuenta pero ingresado información falsa y hacerlo pasar por legítimo? Además, tienes esa tarjeta de inmunidad, deberían dejarnos abordar cualquier cosa con ella—

—Primero, no todo el mundo está enterado de esas tarjetas, probablemente porque de hacerlo las masas explotarían. Dudo que los oficiales de un crucero turístico sepan de ellas y si lo hacen es porque se les notificó que alguien tendría algo así. Cuando hacíamos una misión no llegábamos nada más, enseñábamos nuestro pase y ya. Segundo, ¿que te hace creer que puedo hacer cualquier cosa de las que mencionaste? Puede que haya aprendido a realizar algunos ataques informáticos, pero hasta para eso tienes que tener cuidado de no dejar huellas. Además, como te dije antes, nunca tuve un teléfono, por lo que nunca aprendí a hackear con él. Los únicos con acceso a esos dispositivos eran los halcones informáticos que básicamente vivían para eso—

Ella tenía un tono irritado y sus ojos parecían lanzarme llamas con ellos. Además, detectaba un poco de desesperación, por lo que decidí tranquilizarla.

—Está bien. Entiendo lo de las tarjetas. Pero yo nunca dije que tú deberías ser el hacker—

Aren me miró interrogante desde su lugar en la banca. Por mi parte, le dediqué una sonrisa de lado.

—¿Estás diciéndome que sabes hackear?—

—Así es, sexys ojos. Tengo una empresa de comunicación y tecnología después de todo

Me acerqué a su rostro y le guiñé un ojo. Aren automáticamente me miró extrañada y alerta, pero no se alejó. Aproveché este momento para observar sus hermosos ojos, no obstante, no olvidé porque me acerqué en primer lugar. Deslicé mi mano lentamente por su cintura y la sentí tensarse bajo mi tacto. Mi sonrisa creció aún más al ver el efecto que causaba en ella. Finalmente, llegué a su bolsillo delantero de sus jeans negros y extraje el teléfono que le había visto guardar en su departamento. Ella al ver lo que había hecho cambió su expresión por una cargada de molestia. Sin embargo, no eliminé mi sonrisa y me alejé para proceder con mi tarea.

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