La amenaza del pasado

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Aren

Después de poco minutos de estar corriendo, yo ya estaba consciente que nunca podríamos perderlos. Aún así, me concentré en formar una estrategia.

Conocía la ciudad como la palma de mi mano, pues pasé mucho tiempo en Londres, antes de huir. De igual forma, también conocía la táctica de las Aves al cazar a alguien. Siempre intentarían rodearla desde diferentes puntos y se encontrarían una vez que la presa no tuviera salida. Por esa misma razón, fue justo al tipo de lugar al que nos llevé.

El estrecho callejón no tenía salida, pero desde aquí sería mucho más fácil enfrentarme a nuestros perseguidores. Después de todo, ellos buscaban disminuir mi espacio de acción, pero no contemplaron que también reducían el suyo.

Lucian tenía la respiración acelerada cuando nos detuvimos. Él pareció estar sumamente confundido cuando paré y sentí como estuvo a punto de jalarme para continuar. Sin embargo, yo misma solté el agarre de nuestras manos y lo empujé detrás de mí. En este punto de la partida, era muy probable que ya supieran quien era, por lo que no tenía sentido mantener el disfraz. Arranqué la peluca de mi cabeza y la arrojé sin cuidado a algún lugar del callejón.

Instantáneamente, saqué mis dagas, las cuales habían estado resguardadas por unas ligas en mi abdomen. En cuanto escuché pasos acelerados cerca de nosotros, arrojé ambas cuchillas en las dos direcciones en las que escuché los sonidos más próximos. Ambas dagas se clavaron sobre dos individuos que entraron al callejón rozando las paredes. A uno de ellos le dio en el hombro y al otro en el brazo, por lo que ambos soltaron las armas de fuego en sus manos.

Les dediqué una rápida mirada para averiguar quiénes eran y poder saber a qué parvada me enfrentaba. Había unas más grandes que otras, y también unas más peligrosas.

Los dos individuos que habían entrado eran hombres por su contextura y la forma en la que caminaban. Además, ambos tenían casi la misma estructura corporal y pude vislumbrar unos mechones del mismo rubio en los dos.

Ya los tenía...

Por eso mismo, sabía que tenían un francotirador cerca y me dispuse a examinar las azoteas cercanas. No me llevo mucho tiempo ver en cual. Después de todo, estábamos en el casi centro de la ciudad y había muchas terrazas con gente cenando, festejando y demás. Había pocos techos vacíos y me concentré en ellos. Al tercero, logré ver la punta de un rifle en nuestra dirección y no dude en disparar. Estaba bastante retirado y no tuve mucho tiempo para apuntar, por lo que seguramente no le di un tiro mortal.

Por lo menos, sabía que estaba neutralizado por unos instantes y podría concentrarme en los tres elementos faltantes, los cuales no tardaron mucho en aparecer.

Moví el cañón de mi revólver hacia la entrada del callejón, donde tres personas habían ingresado, pero no disparé. Aún así, mantuve mi postura y mirada amenazantes.

La primera persona en aparecer era seguida por otras dos a sus costados. Por su figura y forma de caminar, sabía que era mujer y también quien era en específico. Por esa misma razón, no actúe contra ella.

Los tres individuos se acercaron a nosotros hasta detenerse a menos de un metro y medio. Podía sentir la presencia de Lucian detrás de mí y la mirada horrorizada que seguramente tenía. No lo culpaba. Al final, estábamos rodeados, pero esperaba que no tuviera que lastimar a ninguno.

Los dos hombres que habían recibido el impacto de mis dagas, ya las habían extraído de sus cuerpos y se habían puesto de pie con una mano presionando sus heridas. Ambos caminaron para unirse a su grupo y se retiraron cualquier cosa que impidiera ver sus rostros. Al igual que ellos, el resto de las Aves Rapaces se deshicieron de cualquier disfraz o capa de ropa que impidiera saber su identidad. Fue en ese instante, cuando decidí bajar mi arma y retirarme los lentes de contacto.

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