La historia de una cicatriz invisible

19 2 0
                                    


Aren

Siempre era la misma historia... el mismo recuerdo.

Aún podía oler la humedad de ese cuarto. La única luz en la habitación era un pequeño foco en el centro del techo, el cual apenas iluminaba.

Mi respiración era dificultosa y podía sentir un gran cansancio en mi cuerpo. Tenía las mismas heridas de ese día. Mi labio inferior estaba partido, mi ojo aún lucía hinchado con un tono violáceo y aún tenía temblores por la última descarga de electrochoques. Seguramente mi aspecto era bastante deplorable, debía lucir como un maldito cuerpo sin vida y así me sentía.

Estaba sujetando el revólver cargado con mi mano derecha y bajé mi mirada para ver cómo aún no había quitado el seguro. Simplemente me negaba a llevar acabo lo que me pedían. Sabía que mi negativa a continuar había causado que adelantaran esto, pero no podía.

—No te esperaremos por siempre Aren, debes escoger ahora o las tres morirán—

Elevé mi mirada hacia el origen de esa voz, mi padre. Él siempre fue un águila real muy imponente. Justo en ese momento lucía aterrador con su traje negro, y con esa mirada que exigía sangre y dolor. Sus ojos estaban sobre mí con esa expresión amenazante. Pensar que hubo un tiempo donde solo veía amor en ellos.

Un sollozo se escapó de mis labios al recordarlo pero me obligué a hacerlo lo más silencioso posible. Sabía que en este momento estaba en la cuerda floja.

—Vamos pajarito. Esta todo bien. Sabes que debes hacerlo—

Cambié la dirección de mi mirada de mi padre a esa persona que siempre ha sido un pilar para mí. Su cabello largo y castaño con algunos chinos estaba exactamente como ese día. A pesar de la situación, sus ojos café oscuro y su sonrisa alegre seguían ahí. Las pecas en sus mejillas se escondían un poco detrás de los golpes y suciedad que nos cubría a ambas.

—No quiero hacerlo Moni—

Esta vez no pude hacer más y rompí a llorar. Las arpías que acompañaban a mi padre se acercaron a mí, listos para darme una paliza por mi muestra de vulnerabilidad. Sin embargo, mi padre los detuvo.

—Déjenla despedirse, tiene que decirle adiós a su debilidad—

Escucharlo llamar a la única persona que me había ayudado a soportar la caída hasta ahora, una debilidad, me dolió demasiado.

—Andrés, basta por favor. Te lo suplico—

Una nueva voz inundó la habitación, era la atormentaba voz de mi madre. Dentro de ese lugar habían seis personas, siete si contabas al aún no nacido.

—Silencio, Elysia. Sabías que esto pasaría cuando abogué y permití que Aren naciera. Conoces nuestras reglas, no se permite descendencia. Además, cuando decidiste no ser parte de su caída, permitiste que mantuviera el cariño que te tenía. La hiciste débil—

La voz de mi padre era dura y sabía que no había nada que pudiera hacer o decir para detener lo que estaba por ocurrir.

—Ahora, Aren, quien es tu mayor debilidad—Mi padre caminó hacia mi madre, quien cargaba con su segunda hija— Tu madre con tu futura hermanita— Luego tomó el hombro de Moni— o tal vez tu mejor amiga, Mónica—

Miré a esta última y ella simplemente asintió. No quería hacerlo. No quería tirar contra la única persona que había permanecido a mi lado y había evitado que mi humanidad desapareciera por completo.

Sin embargo, tampoco podía tirar contra mi madre, la cual había aceptado que me convirtieran en un Ave Rapaz y que llevaba en su vientre a mi hermanita. Moni parecía estar consciente que simplemente nunca dispararía a la persona que lleva a mi hermana, a mi igual en ella. Aún así parecía imposible poder apretar el gatillo.

Aves RapacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora