La venganza de un ave rota

7 1 0
                                    

Aren

Aún puedo sentir el aliento ahogado en alcohol chocar contra mi rostro. El sudor en su piel embarrándose en la mía. Su asquerosa lengua rozando mi cuello, mientras que sus dientes mordían mi hombro dejando un rastro de sangre. Recuerdo sus jadeos en mis oídos mientras se deslizaba en mi interior con violencia. También puedo recordar mi llanto desesperado, mis súplicas para que se detuviera... y mis gritos.

El nombre se repetía una y otra vez dentro de mi mente. Enloqueciéndome. Arrojando una memoria tras otra como un bombardeo. Y yo ya no podía soportarlo.

Halil Asad...

Una sed de venganza empezó a inundar cada pensamiento en mi cabeza. Era delirante, asfixiante. Mi respiración aumentó hasta volverse pesada y frenética. De igual forma, sentía mi pulso casi reventarme las sienes. Sabía que todos estaban mirándome, esperando una reacción, pero no podía ver sus rostros. Era como si una oscuridad me hubiera rodeado, impidiéndome ver a través de ella.

Me mantuve quieta. Sin hacer un solo movimiento. Estaba luchando conmigo misma para no explotar, para no descontrolarme. Por un lado, estaba esa parte de mí que deseaba venganza más que otra cosa, que deseaba arrasar con todo y desatar el infierno. Por el otro, estaba la parte de mí que ya no quería ser así, la que deseaba creerle a Lucian y pensar que aún tenía salvación. Lamentable o afortunadamente, ésta última estaba perdiendo.

Llevé mis manos al borde de la mesa y clavé mis uñas en la madera como método para no clavarlas en mis palmas. Después de todo, aún estaban sanando de la última vez que formé sangrantes medias lunas.

No apartaba la mirada de esa foto frente a mí. No podía. En ella aparecía un hombre con alrededor de cincuenta años vestido con un traje negro. Su ascendencia árabe era notable, pues tenía la piel morena, el cabello negro, al igual que sus ojos. De igual forma, sus facciones era sin lugar a dudas características de la población del Medio Oriente.

La verdad era una sorpresa que la imagen capturara tan bien su esencia. La misma sonrisa arrogante, los ojos cargados de malicia y crueldad. El porte se mostraba intimidante y astuto. Era él. Halil. Una de las más importantes águilas reales de la organización. Respetado... y temido.

La presión en mis nudillos aumentaba y la madera crujía bajo mis dedos. Podía sentir la voz insidiosa susurrándome al oído y colonizando cualquier pensamiento. Estaba por aceptar que mi parte asesina ganaría el debate interno. Hasta que sentí un tibio contacto sobre mi hombro que ya era muy familiar en mi piel. Inmediatamente, aparté la mirada de la foto y la clavé en esos orbes oscuros.

Lucian me miraba con preocupación y repartía caricias suaves en mi hombro izquierdo. Sus ojos reflejaban la misma intensidad de la noche anterior. Aún puedo recordar cuando me sostuvo en sus brazos, como si intentara juntar todas mis piezas esparcidas e intentara llenar los espacios vacíos. En ese momento, sentí como la calma regresaba a mi cuerpo y la furia lo abandonaba, pero no del todo, y regresó con aún más fuerza, cuando el pelinegro habló.

—¿Quién es?—

Sabía que me estaba preguntando a mí, pero no podía responder. Había un nudo en mi garganta que me hacía imposible emitir palabra. Ademas, sabía que no debía hablar. No cuando estaba intentado con todas mis fuerzas tranquilizarme. No cuando estaba luchando por no lastimar a nadie.

Victoria pareció notar mi incapacidad por responder y mi necesidad por relajarme, por lo que decidió tomar la palabra.

—Es un águila real, de las más importantes e influyentes. Ha sido parte del consejo por mucho tiempo y era de los responsables de monitorear el entrenamiento—Victoria me miró, como si me pidiera autorización para contar lo que ambas sabemos. En ese momento aparté mis ojos de cualquiera y los volví a centrar en la foto. Como dije, la imagen lograba capturar bastante bien su actitud, no obstante, no lograba representar la magnitud de la misma. Después de todo, en la fotografía sólo parecía un monstruo, cuando en realidad era un demonio. Al ver mi mirada desviada, Victoria pareció adivinar que no deseaba que más información se revelara, por lo que continuó por otro camino—La verdad fue una sorpresa cuando desertó. Aunque, no podemos culparlo del todo. El caos que dejó tu padre asustó a muchos. De hecho, una buena cantidad de elementos se fueron con él. Como dije, todos temen que si las Aves Rapaces caen, eventualmente tendremos que pagar nuestros crímenes y sabemos como terminaremos—

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 02, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Aves RapacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora