Los recuerdos de Aren parte 2

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Aren

El rostro del chico frente a mí estaba comenzando a volverse morado. Sabía lo que significaba. Se estaba quedando sin aire. Se moría. Por esa razón, me detuve y lo dejé alejarse de mí. No era necesario acabar con su vida, ya había obtenido lo que deseaba y era su miedo. A pesar de que Moni se había ido y mi promesa de no dejar a nadie herirme, no tenía nada en contra del chico y no deseaba lastimarlo más de lo necesario. Ellos pasaban por lo mismo que yo y en pocos minutos tendría que poner mi total confianza en varios de ellos. Aún así, sabía que me había excedido, como siempre.

Hace tres días había cumplido quince años. Después de pasar la tercera etapa del entrenamiento, me hicieron pasar por un año más de caída para asegurarse de que lo habían logrado. Yo ya no tenía compasión.

A partir de la prueba, nunca volví a titubear al jugar los sádicos juegos de las Aves Rapaces encargadas de la caída. Los niños que solían aprovecharse de mí comenzaron a huir de mí. Todos excepto Elena, la hermana menor de Moni. Ella me odió desde que supo sobre el asesinato de su hermana. A cada oportunidad que tenía, solía intentar enfrentarse a mí, pero yo siempre ganaba las peleas. Las águilas reales tuvieron que cambiarme de habitación para evitar peleas, que incluso para ellos eran excesivas. Una parte de mí sabía que esa fue la razón por la que sólo estuve un año más en la caída. Temían que acabara con sus futuros asesinos.

Mi padre en persona me anunció que había completado con éxito las primeras tres etapas de mi entrenamiento y comenzaría la última, la supervivencia. En cuanto la inicié, me enteré de toda la verdad. Desde ese momento, se me dio a conocer cada aspecto de la organización a la que pertenecía, la cual en algún momento dirigiría. Después de todo, yo era la heredera, la única hija de las Aves Rapaces.

En conjunto con la información que recibía, para poder desempeñar este papel en el futuro, comenzaron a enseñarme todo lo necesario para ser la perfecta asesina.

No sólo se limitaba a saber pelear, usar cualquier tipo de arma o quitar una vida. Era imprescindible que aprendiera a planear, analizar y pensar como una estratega. Había cosas que me parecieron inútiles al inicio, como el baile, la actuación, entre otras cosas. Sin embargo, yo misma descubría su utilidad al ponerlas en práctica.

Desde el comienzo, mis entrenadores fueron mucho más implacables conmigo. Igualmente, las águilas reales decidieron enviarme a aprender otras técnicas de lucha fuera de la base en Holanda. Entendía sus razones, pues debía ser la mejor.

Luego de pasar seis años aprendiendo, acababa de terminar mi último combate, antes de seleccionar mi propia parvada. Yo era la más joven entre todos y la única que pasaría directamente a ser arpía. La mayoría de mis compañeros tenían entre diecinueve y veinte años. Después de todo, ellos eran rescatados y comenzaban su entrenamiento hasta los cinco, mientras que yo empecé desde que nací.

Mi respiración era pesada por todo el ejercicio que había realizado y podía escuchar los frenéticos latidos de mi corazón en las sienes. A pesar del cansancio, caminé hacia la banca más alejada de la zona de entrenamiento y tomé la botella de agua para comenzar a beber. Ignoraba el imperceptible ardor en mis nudillos, los cuales estaban cubiertos de sangre.

Antes de que pronunciara palabra, yo ya estaba consciente de la presciencia de alguien tras mi espalda.

—Aren, es momento—

La voz dura e inexpresiva de mi padre llegó a mis odios y supe a lo que se refería. Era momento de escoger mi parvada y ya lo tenía planeado.

Me giré para enfrentar su mirada intimidante, la cual devolví con la misma intensidad. Tenía los brazos cruzados y aún sostenía la botella de agua con una mano.

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