Un nuevo día, un nuevo comienzo. El lema que siempre aparecía cuando la alarma comenzaba a hacer uso de presencia, recordándole que tenia un trabajo al cual ser útil.
Se estiró y se levantó de la cama para caminar a la gran ducha de su dormitorio. Con cara adormilada se deshizo del pijama y se metió debajo del chorro de agua por error pulsó el agua fría y gritó al sentir el contacto con la piel. Los cinco sentidos se le pusieron en alerta y configuró la temperatura del agua.
Con la mente despejada, salió de la ducha y se dispuso a cambiarse con su habitual traje de trabajo. Esta ocasión debía ir a dejar a Daniel en el colegio. Descalza caminó a la habitación de su hijo y con caricias lo despertó.
-Vamos campeón, debemos llegar a tiempo.
-¿Puedo quedarme de nuevo en casa?
-No, hoy debes ir al colegio.
-Mamá me gusta quedarme más en casa.
-A mi también, pero ambos debemos cumplir con nuestras obligaciones, anda levántate y si hoy te portas bien podrás ir con la abuela por un helado al salir del colegio.
El niño se restregó los ojos.
-¿vendrás con nosotros?
-Hoy no cariño, sabes que mamá trabaja hasta tarde todos los días. Algún día será. Pero te prometo que llegaré para darte las buenas noches.
-Está bien mami.
-Entonces, vamos, te acompaño a la ducha.
Amelie guió al baño a su pequeño y le dio la privacidad que podría tener un niño de seis años. Le dio el beneficio de portarse como un chico grande y bañarse por si solo, mientras él estaba en la ducha ella volvió a la habitación y descolgó el uniforme escolar, pantalones cortos, una camisa manga larga, un chaleco de lana, calcetas hasta las rodillas y sus zapatos negros.
Tocó dos veces la puerta para saber si Daniel ya había terminado con su primera tarea del día, la ducha. El pequeño salió envuelto en una toalla de superhéroes y siguió a su madre a su dormitorio. Con destreza su madre lo ayudó a vestirse y a peinarle el cabello, cuando vio su labor realizada, lo envió a la cocina para desayunar lo que la abuela estuviese preparando, mientras ella terminaba de arreglarse y buscaba la mochila del niño.
Regresó a su habitación y se sentó frente a su espejo de mesa. Sin ser tan amiga del maquillaje solo uso lo necesario para no verse cansada y que los años estaban pasando. Se dejó el pelo suelto, se puso los accesorios, se calzó los zapatos de tacón, busco su bolso con el portafolio y fue al cuarto de su hijo por la mochila y la maleta extra de deportes.
Acompañó al pequeño y a su madre en el desayuno, tortitas de huevo con tocino, café y jugo de naranja. Puso atención en las noticias mañaneras y le pidió a su madre que estuviera atenta con el correo porque llegarían unas muestras para el señor Kent. También le recordó la hora de salida del pequeño Daniel y le dijo que lo llevara por un helado si es que el pequeño se portaba bien, y si lo necesitaba que le marcara para que un chófer de la empresa los llevara en su tarde libre.
-A veces creo que eres un robot y no una mujer. – respondió su madre ante las ordenes que estaba dando.
-Mamá sabes que me gusta tener todo controlado, así aprovechamos más el tiempo y podemos ser productivos. Es un estilo de vida.
-No todos tenemos tu estilo de vida, debes de ser muy autoexigente.
-Deberías probarlo, es mucho mejor que perder el control. - Miró la hora en la pantalla del televisor. Y se levantó para depositar su plato en el lavavajillas. – Daniel a cepillarse los dientes. – Le ordenó al pequeño al verlo terminar.
ESTÁS LEYENDO
Solo esta noche.
Teen FictionLa vida a veces puede ser un poco desafiante o en este caso ser un completo caos. Amelie Stone ha pagado con creces cada error de su vida, que enamorarse es el menos permitido. Tiempo atrás pensaba vivir su sueño, pero una inoportuna decisión le hi...