BLACK GREEN [Harry Potter Y La Piedra Filosofal]

━ CHAPTER ONE

1

LOS NIÑOS QUE VIVIERON

Es bastante curioso, como la muerte a veces es lo bastante atrevida para arrebatarle la felicidad a las personas.

Es lo bastante atrevida como para arrebatarle a alguien su razón de ser.

Rompe los corazones de la gente que se ama pero también le da satisfacción a quien cree que es impune a ella.

Es astuta, caprichosa, rápida y silenciosa,  aunque algo piadosa, así que otorga paz a quien arropa con su manto.

Sin embargo, para quienes se quedan solos en el mundo sin el alma o almas a quienes la muerte se ha llevado, les puede otorgar de todo menos tranquilidad.

Pero en realidad, no es algo que les suceda a todos.

Fue la especifica tragedia de Harry Potter y Hope Green, quienes tuvieron de todo menos paz desde el arrebato de sus padres.

Todo fue tan rápido. Hay que comenzar por el principio: esa fatídica noche halloween...

BLACK GREEN

31 de octubre de 1981

Era una noche tranquila en el Valle de Godric, un lugar usualmente sereno, en donde la residencia de los Potter recibía una visita muy anhelada.

Malory Green, una bella mujer con los labios de un rojo cereza, que llevaba en brazos, casi a escondidas dentro de su saco, a su hija de tan solo un año de nacida, había tocado con insistencia a la puerta de sus mejores amigos.

No era seguro permanecer mucho tiempo a la intemperie, y menos con una bebé. Sin embargo, siempre mantenía su varita a la mano. No iba acompañada de nadie más. Su esposo estaba ocupándose de otros asuntos con respecto a los tiempos  que estaban viviendo; una guerra mágica. Así que en aquella velada sólo eran Hope y Malory Green, junto a los Potter y su hijo de casi el mismo tiempo de nacido que la pequeña de Malory: Harry.

Los Potter no tardaron en recibirlas. Con los brazos abiertos y alivio en el pecho las invitaron a pasar. La tensión en el aire logró desaparecer y momentos después, los adultos ya se encontraban en la sala de estar; recordando sus años dorados, comentando los acontecimientos de los últimos días, fingiendo que no tenían los nervios de punta, todo mientras bebían una buena taza de té.

De un momento a otro, escucharon risas. Se dieron cuenta de que venían de los dos bebés que jugaban muy entretenidos en su corral.

Lo único que los padres pudieron hacer fue ahogar un sonido de ternura con la boca, para luego imaginar futuros no tan cercanos sobre qué les depararía el destino a esos pequeños magos que aún babeaban.