13. Como magia que se contagia.

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(Canción del capitulo: Te Quiero, Canserbero)

"Te quiero con gracia, sin falacias, te quiero con magia que contagia."

—— ☆ ——

[Peter]

Había calmado mi enojo, ese enojo que ni siquiera sabía a qué diablos se debía. Quizá hacia mi mismo o hacia él.
Fue bueno, pues no quería que esa estupidez llegase a arruinar algo entre nosotros, pues estaba enamorado de él.

Estábamos en las orillas del mar, como de costumbre: lejos, en donde nadie jamás podría vernos o encontrarnos, la playa, el agua, el sol, la arena, él, todo parecía solamente nuestro, ese lugar era nuestro y de nadie más, ese lugar había visto como lo nuestro había florecido como una semilla germina. Por ende me encantaba, era especial para ambos.

Estábamos sentado en la arena, cerca muy cerca, y cuando las olas eran muy fuertes nos empujaban de regreso a la superficie, como alejándonos y diciéndonos: "hey, fuera de aquí, vayan a algún lugar y hagan el amor."
Él sonreía y yo lo hacía, tenía que decirle que su sonrisa era muy pegajosa.

Entonces llevó su grande mano hasta la mía, la tomó y yo observé con cuidado lo que estaba haciendo, sonrió ladinamente,  estaba haciendo una travesura, luego la llevó hasta su boca, besó el dorso de esta con caballerosidad mirándome, viendo mi reacción la cual fue una sonrisa amorosa.
Me gustaba ese tipo de acciones, aunque no tenía porque oírlo de mi boca, pero entendía que me encantaba.
Luego, tomó mi rostro entonces mi boca y la suya quedaron en línea recta, listas para otro mojado e intenso encuentro.
Estaba volviéndome un adicto de sus labios y del rozar de su perfecta barba contra mi piel, me encantaba esa sensación, de saber que era más experimentado y mayor que yo.
Entonces, con lentitud nos acercamos, cerrando los ojos y abriendo la boca para que la contraria hiciera lo mismo. Yo dirigí mi mano hasta su cabello mojado, me encantaba, todo él me encantaba.

Él era como magia, magia que se contagia.

Su lengua y la mía se saludaron, pues eran muy amigas después de tantos besos que nos habíamos dado, me besó con amor y vehemencia, como la primera vez que lo habíamos hecho, como si fuera la última.
Ambos nos tomamos las caras, y me sentí tan afortunado.
Sin darnos cuenta el beso había tardado mucho ya, por eso ambos, casi al mismo tiempo nos separamos complacidos de aquel roce de bocas y demostración certera del amor que teníamos.

—Dios, perdimos tanto tiempo —me dijo él, como lamentándose de todo lo que pasamos para estar así ahora. Sinceramente, yo también me lamentaba, todo ese mes así, él tratándome así y besándome así de bien, hubiera estado increíble.

—Nunca me diste una señal o algo para que me diera cuenta de que te gustaba —me quejé yo, pues no recordaba un acercamiento suyo. Si no lo hubiese confesado yo, en realidad no sabía si él me lo hubiera dicho. Y yo era el tímido.

—Lo hice, muchas veces, te sonreía como no lo hacía con nadie más, siempre quería hablar contigo aunque tú estabas muriendo de nervios, estuve celoso por ti, te llevaba conmigo en mi auto y te tocaba con cuidado. Pensé que por eso me lo habías confesado —me contó él, sin retirar su mano de la mía y mientras una ola mojaba nuestros traseros.

—Estaba muy nervioso para darme cuenta, entiendeme, no es fácil hablar con alguien que fue tu ídolo desde hace mucho tiempo, fue difícil. Aún más aceptar lo que estaba sintiendo por ti, fueron muchas noches sin dormir —admití, él me miraba, poniéndome toda la atención del mundo, me sentía tan importante cuando me miraba de ese modo—. Además tú también eras muy frío conmigo, pensé que siempre que salías tenías sexo con alguien, como la otra vez en la fiesta, me enojé mucho —me quejé, pues también me había sentido muy celoso. Muchísimo.

One Month. (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora