𝘾𝙖𝙥𝙞́𝙩𝙪𝙡𝙤 𝙏𝙧𝙚𝙨

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El cigarrillo del vecino

Capítulo largo

Austin Ron

Hace 1 año

Fue una mentira, una vil y cruel mentira, el folleto anunciaba un internado que corregía la mala conducta y esto que he vivido por dos años es una completa tiranía. Tenemos una educación normal en la mañana, en la tarde tenemos clases de etiqueta, y lo peor viene en la noche, ahora, porque es el momento del ejercicio.

No sé a quién se le ocurrió que era una buena idea traer a un militar a este lugar, pero ha hecho que estos dos años corramos, pasemos pistas de obstáculos, aprendamos a pelear y hasta a aguantar la respiración baja el agua por 5 minutos. Está bien, lo admito son cosas geniales, pero el proceso para alcanzarlas es lo que nos tiene hartos.

Fuera de eso, creo que el cambio de ambiente fue lo que tuvo más impacto en nosotros, de estar en un ambiente en el que nadie hablaba con nadie más que para saludar, a un lugar donde todos hablan y conviven, si bien somos solo hombres esa interacción nos tomó desprevenidos. Al inicio fue extremadamente difícil, luego poco a poco empezamos a interactuar con más gente, aprendimos lo que era socializar, pero todo se fue deteriorando cuando llegaron esos rumores que nos pintaban como violentos o que nos gusta pelear con todos.

Corro de norte a sur por la pista, mientras Dylan corre en sentido contrario, desde que llegamos a este lugar los directores se han encargado de mantenernos lo más lejos posible, pero ya falta poco, muy poco, para volver y ver a Mónica. Nuestro tiempo de exilio está por terminar.

—Muevan esas piernas o la fusta hará que lo hagan.

Olvidaba ese detalle, aquí se permiten los golpes y nosotros dos hemos sido víctimas, más de lo que quisiéramos, de la fusta, correa, regla e incluso de un par de piedras.

La sesión de ejercicio termina casi a media noche, me apresuro a mi habitación para recoger mi ropa y salgo corriendo a las duchas para alcanzar una. Llego al mismo tiempo que mi mejor amigo, lo que hace que el resto de hombres que ya se encontraban allí guarden silencio y nos abran paso. Como dije, los rumores abundan a nuestro alrededor y cada día inventan uno nuevo que hace que ellos mismos se asusten.

En el camino de regreso, no puedo evitar pensar en que el lugar es enorme, creo que la mitad del pueblo viviría cómodamente aquí.

El edificio de clases es de cinco pisos, llegar tarde es un reto, a un lado tiene cancha gigante, en una especie de invernadero está la cafetería y hasta el fondo están los baños y duchas.

Ahora, no me puedo quejar de las habitaciones, cada una tienen una litera, un armario y una ventana con vista al jardín, todo este sector tiene forma de un gran cuadrado, ya que es una construcción de solo un piso.

Ya en mi habitación me encuentro a mi compañero, nunca me ha dicho su nombre, así que solo lo llamo "oye" y como siempre, está en la ventana con su cigarrillo en la mano.

—Esa cosa te va a matar.

—A ti te mata no estar con Mónica y no te critico.

—Es diferente.

—Es peor —da una calada—, llamaron mientras no estabas.

—¿Quién? —pregunto alarmado.

Cuando me enviaron aquí me entregaron un teléfono para que me comunique con mis padres, lo malo es que este lugar tiene la peor señal de todas y muy pocas veces se pueden recibir o hacer llamadas.

Una historia sin nombre [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora