𝙀𝙭𝙩𝙧𝙖: 𝙀𝙣 𝙚𝙡 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 𝙙𝙚 𝘼𝙪𝙨𝙩𝙞𝙣

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Capítulo largo

La primera boda de Mónica

Austin Ron

Desde el momento en el que me despierto siento que algo anda mal, el día se ve demasiado calmado y las horas pasan demasiado lento. Bajo a desayunar con mis padres, ambos se mantienen callados, como si ocultaran algo.

—Buenos días —saludo y ellos responden, empiezo una charla normal hasta aligerar ambiente—, si bueno, ¿y qué me están ocultando?

—¿Por qué piensas eso? —pregunta mi madre manteniendo la vista fija en su plato.

—¿Por qué no me ves la cara?

—Austin, no molestes a tu madre —papá interrumpe con voz autoritaria, pero tampoco me ve.

—No los molesto, solo quiero saber que es tan grave para que no me puedan ver.

Mi madre levanta la vista y me da una sonrisa, pero no es cualquier sonrisa, es de esas que se dan cuando sabes que la otra persona está pasando por un momento difícil.

—¿Qué está pasando?

Ninguno me responde, la mañana transcurre y no pierdo ninguna oportunidad para preguntar por la situación, pero todo lo que recibo es esa sonrisa de mi mamá.

—Bien, ¿tanto quieres saber?

—Aarón, no lo hagas

—Nadia, nuestro hijo ya está lo suficientemente grandecito para escuchar la verdad.

—¡Tienes 15 años, es un niño!

—¡Ella también! —mi padre se levanta, creo que no está molesto con mi madre, sino con la situación—. Ambos son unos niños y no me parece justo lo que esa familia está haciendo.

Mi madre se mantiene en silencio, veo como sus hombros empiezan a temblar, está llorando, y mi padre se acerca casi corriendo para abrazarla. Hablan entre susurros, asienten y finalmente mi papá habla.

—Ve a la capilla, haz lo que debas hacer por esa chica.

No lo pienso más y salgo corriendo, primero paso por la casa de Dylan, no golpeo su puerta, en cambio, lanzo una piedra a la ventana de su habitación. Logro que asome su cabeza despeinada, estaba durmiendo.

—¿Qué te pasa? ¿Y si la piedra me caía en la cabeza? —Dylan me lanza la piedra de regreso y le hago señas para que baje lo más rápido que pueda.

A los dos minutos, que se sienten eternos, sale con su pijama por la puerta trasera.

—Cálmate, ¿qué te tiene tan desesperado?

—Es Mónica.

—Si me vas a contar sobre sus citas puedes regresar, es muy temprano para escuchar tanta melosidad.

—Está en problemas.

Esas tres palabras hacen que mi amigo cambie su cara de sueño, me pide cinco minutos y se devuelve a la casa, desde la puerta me lanza unas llaves. Los padres de Dylan tienen una moto eléctrica en la que mandan a su hijo al mercado, bueno también la hemos usado para llegar a los límites del pueblo, pero lo importante ahora es que nos llevará a donde estoy seguro de que nos necesitan.

En lo que enciendo la moto, Dylan llega corriendo y acomodándose la ropa, le grita algo a sus padres, se sube detrás de mí y me insta a conducir.

—Vámonos, no me salté el desayuno para que te quedes quieto.

Una historia sin nombre [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora