𝘾𝙖𝙥𝙞́𝙩𝙪𝙡𝙤 𝘿𝙞𝙚𝙘𝙞𝙨𝙚́𝙞𝙨

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Mi injusta condena

Mónica Briz

Ya han pasado tres días, Austin no ha vuelto a venir desde nuestra visita a Tania.

El viernes los vi salir corriendo tras Dylan y desde allí ni siquiera he vuelto a escuchar sus nombres. Mis padres se han vuelto otra incógnita, en ese mismo lapso de tiempo se la han pasado conversando a puerta cerrada, me dirigen algunas miradas extrañas y luego desaparecen el resto del día.

Las cartas con mi nombre llegan con más frecuencia y cada vez que intento abrirla como por arte de magia aparece alguno de mis progenitores para quitármela de las manos, estoy segura de que las esconden en el mismo lugar de las reuniones. Su habitación.

Muy probablemente junto a las llaves de las rejas y... de las cartas de Austin. Se las llevaron todas, no dejaron ni las pequeñas notas con dibujos pequeños que me dejaba en el balcón cuando no podía abrir la puerta.

Ya no tengo nada.

—Mónica —la presencia de mi madre inunda la habitación—, acompáñame.

Bajo siguiendo los pasos de mamá hasta detenernos en el comedor, ella da vuelta a la mesa para sentarse junto a mi padre quien me señala la silla frente a ellos, acomodaron todo para que queden solo los tres lugares en la mesa de seis.

—Lee esto —mi padre me extiende varias hojas sujetas por un clip.

Lo tomo y empiezo a leer, pero mi vista no se despega del título.

"Acuerdo de citas prenupciales"

Mis ojos viajan rápidamente hasta los nombres de los involucrados, tengo miedo de que sea otro intento de salir de problemas y la sorpresa es gigantesca cuando leo aquel nombre que ellos nunca mencionan.

"Austin Ron"

Las manos me tiemblan mientras leo hasta la última palabra del acuerdo, reviso las marcas de agua, las hojas en blanco y repaso más de tres veces los nombres.

—¿Qué es esto? — por fin despego la vista de las hojas—, ¿qué clase de broma es esta?

—Mónica —mi padre no aparta la vista—, yo nunca bromeo.

—¿Dónde está la trampa?

—¿No confías en nosotros? —mi madre pregunta y mi silencio le da la respuesta.

Ambos sueltan una risa sarcástica que dura menos de un segundo, no apartan la vista de mí.

—Léelo las veces que quieras hasta creerlo —mamá se levanta y toma un sobre manila de la mesa—, una copia será enviada a los Ron y en unos días nos reuniremos a discutir los términos.

—No te culpo —habla mi padre viendo a su esposa salir de la casa—. No hay confianza.

Dicho esto, él también sale y yo me llevo el acuerdo a mi habitación, lo leo y releo hasta que cae la noche. Esto es real, voy a poder estar junto a él.

*

Afuera de su hogar, Anna y Jacob Briz revisaban las cartas con el nombre de su hija escrita en ellas, su contenido los alarma y se juran no permitir que nada de eso pase.

Nadie va a meterse con su hija.

*

Austin Ron

Ya van cuatro días sin saber nada de Tania, hoy nos dispersamos por el pueblo pegando y entregando avisos de búsqueda; algunos nos ignoran, otros toman las hojas y los peores son aquellos que toman la hoja, la arrugan y tiran frente a nuestros ojos.

Una historia sin nombre [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora