Shin SoHa no pensó casarse con un monstruo en carne y hueso. Sí la idea no le gustaba de primera mano, mucho menos después de vivir todo lo que el mismo Jeon Jungkook le hacía.
𝓑𝓪𝓳𝓸 𝓶𝓪𝓵𝓽𝓻𝓪𝓽𝓸𝓼 𝓷𝓸 𝓼𝓮 𝓻𝓮𝓼𝓾𝓮𝓵𝓿𝓮𝓷 𝓵𝓪𝓼 𝓬𝓸𝓼𝓪...
Me acerqué a la vidriera y me serví un tequila. Sin poderlo evitar, a mi mente llegó esa sonrisa de felicidad que se le pintó en los labios de la castaña cuándo muy temprano, salió de casa.
Solté un suspiro y fui directo a aplastar mi trasero contra el bordo del despacho. Una vez me trague toda la bebida servida del vaso, empecé a quitarme mí camisa blanca de botones ceñida a mí cuerpo, para calmar este jodido calor que me consumía por completo.
-Mierda, aún no e podido terminar el trabajo de mí padre, lo necesita para mañana y yo con estás ganas de tener sexo -me giré de espaldas y palmeé la mesa -¿Será que me escabulló al harén un ratito? ¿Qué tal que mí padre me pida el trabajo para hoy y yo sin poder terminarlo? ¿Porqué es tan descarado conmigo y no lo hace él? -me quedé pensando -¿Por qué mierda estoy hablando solo? Ay que verga. ¿Qué demonios hago?
Pegué mí frente en los miles de documentos que tenía regados por todo el escritorio. Así me quedé otro ratito más. Hasta que de la nada sentí que acariciaron mí espalda lentamente para luego sentir unos mojados labios que se posaron detrás de mí cuello.
-¿Qué mierda...? -me giré enseguida por la atrevida sorpresa. Por primera vez mi expresión cambio a una de asombro al descubrir aquéllos ojos cafés brillantes fijarse en los míos -Pero...¡Tú, qué!
-¿Me eres infiel? -fue lo primero que me preguntó. Alcé una ceja. ¿Pero que coño le sucede a está chica? ¿Hoy muy temprano salió de aquí casi dando saltos de la felicidad y ahora viene aquí a hacerme semejante pregunta tan estúpida?
Me crucé de brazos y la detallé con mi mirada.
-¿Estás borracha? -subí una ceja. SoHa enredó sus brazos en mi cuello. La condenada muchacha, se tomó el atrevimiento de saborear mis labios besandolos desprevenidamente para mí.
-Respóndeme, ¿Me eres infiel o no?-repitió deslizando sus labios por mí barbilla hasta llegar a mí cuello.
-Por una mierda, SoHa hueles a alcohol, ¿Donde estuviste? ¿Con quién, o porqué te pusiste hasta las trancas de alcohol? -interrogué seriamente.
-Los hombres son unos infieles -golpeó mi pecho con sus dos puños cerrados y débilmente.
-Y yo soy uno de esos -admití. Sus apachurrados ojos lograron ver los míos.
-Ya no me importa nada -musitó.
-No duraste ni veinticuatro horas fuera de casa -soné un poco burlón. Mí esposa se colgó de mí cuello nuevamente hasta que consiguió otro beso de mis labios.
-Eres mí esposo.
-Por desgracia para ti -susurré ya cansado de contenerme. Mis manos sujetaron su cadera y atraje su fino cuerpo escultural contra el mio.
-Un desgraciado infiel, machista. Y un psicópata golpeador -mordisqueó mis labios. A pesar de que sus invasores labios ocupaban los míos, pude reírme divertido contra ellos.
-Todo eso soy, pero al menos soy un salvaje en la cama -soné muy seductor -cuándo esas personas se lo merecen y cuándo me lo propongo -acaricié en redondo, suave y delicadamente para luego apretar esos deliciosos glúteos.
-¡Ah~! -gimió contra mi boca -Quiero que me folles duró con tu enorme miembro -pidió con su respiración ya acelerada.
-No me gusta aprovecharme de las borrachas indefensas que no saben lo que hacen -le desprecié intentando apartarla de mí. Pero esta chica estaba más agarrada de mí que una sanguijuela.
-Yo si se lo que hago, y lo que quiero, es que me folles. Ya mismo -unió su feminidad contra mi gran bulto. Sin dar más espera la besé con deseo un mayor. No se porque carajos antes no me dí cuenta, pero mí esposa tiene tanta curva que en una sola noche, no me alcanzaría para recorrerlas todas.
Pero lo que más me deja anonadado es. Que nunca me llegué a imaginar que caería tan fácil en sus redes de mujer irresistible.
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