Capítulo 4: Regreso al mar

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Habían pasado dos días, ¡dos días! sin ver a Luciano ya que justamente hoy era la tan esperada boda. Ella seguía arrepentida pero no podía dar marcha atrás, menos ahora que traía puesto el vestido de novia y estando sentada en un carruaje a mitad de camino hacia la casa de Zoraya, donde se celebraría la unión. Cuando los caballos se detuvieron en la calle se tomó unos momentos para mirar por la ventanilla, preguntándose si hacia lo correcto. ¿Pero que importaba eso? Incluso sin casarce tendría la misma vida de siempre.
Dos criadas la recibieron en la entrada y la ayudaron a bajar, guiándola por toda la casona hasta el cuarto de espera. Allí más que espera era desesperación. Por un lado tenía ganas de huir y jamás regresar y por el otro un pegamento llamado compromiso la mantenía en su lugar. Que mala puede ser la indecisión.

—Querida...¡Estas hermosa!. Serás la esposa más linda de todas, serás la esposa de mi hijo— llegaba Fermín de Zoraya para llevarla al altar ya que como ella no tenía padre el derecho se le concedía al futuro suegro. En realidad ella quería que Natanael tuviera ese honor pero él se negó educadamente a su petición. Quizás temía que los ricachones no aceptaran que un humilde herrero tuviera un papel tan importante en la boda. Por otro lado él ni siquiera se encontraba en la boda para apoyarla desde los asientos de invitados como ella tanto quería. La escusa fue muy clara: no encajaba en ese lugar, pero amablemente le dijo a Antonia que estaría muy ocupado en un nuevo lote de espadas.

—Gracias Fermín— le agradeció y seguido a esto el piano comenzó a tocar desde la sala, anunciado que era el turno de la novia para entrar.

—¿Lista?— le brindó su brazo

—Si, estoy lista— eso quería creer ella así que se agarró muy fuerte para evitar la tentación de las puertas abiertas que dejaban entrar el resplandor del atardecer. Fue la misma Antonia quien había decidido que la ceremonia comenzara a esta hora. Las puertas del gran salón se abrieron, revelando el decorado maravilloso que se había hecho para este día, con las disímiles velas encendidas por doquier. Los asientos estaban ocupados por personas ricas y refinadas que Antonia jamás había visto en su vida. Solo el rostro de Luciano era el que conocía, muy bien vestido y de pie junto al padre de la misma iglesia que había sido su hogar por tanto tiempo.

Fermín entregó la mano de Antonia a su hijo quien la acogió muy alegre mientras ella le sonreía con timidez debajo de aquel velo interminable. Hecho esto comenzó la tan esperada ceremonia.

—Estamos aquí reunidos, hijos míos, para celebrar la unión de este hombre y esta mujer.....— las siguiente palabras no le importaban lo más mínimo a Antonia. Solo tenía una mínima esperanza en “¿quién se oponen a este casamiento?, que hable ahora o calle para siempre” y que algún admirador secreto se pusiera de pie. Esa sería la mejor escusa para huir aunque fuese un engaño, pero sabía perfectamente que nadie haría eso. Nadie se atrevería a cuestionar al capitán de la armada y su brillante hijo.

—Luciano de Zoraya ¿aceptas como esposa a la señorita Antonia, prometiendo amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?

—¡Acepto!— se le notaba todo el entusiasmo del mundo. Antonia por otro lado no sentía las piernas.

—Señorita Antonia  aceptas como esposo a Luciano de Zoraya, prometiendo amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe?— esa pregunta fue un total caos en la mente de la chica, las palabras no podían salir de su boca.

—Este....yo....s...n...yo— el joven a su lado comenzaba a preocuparse y las personas murmuraban desde sus asientos. Antonia ya no podía atrasarlo más, estaba a punto de decir las palabras que la llevarían a la predicción de su libertad —Yo ....s...— entonces como si la suerte estuviera de su lado las puertas del salón se abrieron con un golpe estruendoso que las acabó destruyendo por completo. Los gritos hicieron eco entre los invitados, todos aterrados por la inesperada llegada. Luciano se colocó en frente de Antonia para protegerla y Fermín saco de la nada una espada.

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