Capítulo 18: Escapada

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—¡Vámonos ahora Antonia,, no hay tiempo que perder!— ¿acaso esa era la voz de...? Levantó la cabeza viendo a su abuelo de cariño sujeto a la cadena de lo que parecía ser una bola de demolición.

—¿Natanael?— se levantó y corrió a sus brazos —¡Natanel!....¡Nicolás están y nos demás piratas están...!

—Se donde están y ahora iremos por ellos— Nilda que había estado escuchando los estruendos abrió la puerta y se sorprendió al ver a Natanael vestido de pirata. Se dejó caer de rodillas por la sorpresa mientras esos desaparecían. Cuando pisaron el suelo firme y se volvieron a abrazar el anciano le explicó lo que harían.

—Debemos ir a la plaza, es allí donde sentencian a los piratas— le dijo tomando su mano y comenzando a correr lejos de allí. Llegaron entonces a la atestada plaza donde le esperaban algunos compañeros —Los están trayendo ahora— mencionó señalando como a Nicolás, aún vestido de pirata, lo traían acompañado de sus amigos hasta la plataforma llena de sogas —Esperame aquí Antonia y no hagas nada— le advirtió mientras desaparecían por atrás para no ser descubiertos.Antonia no hiso caso y se infiltró entre los pueblerinos para estar muy serca de la plataforma de la muerte. Allí, colgado de la soga más alta estaba el cuerpo de Vladimir Vaston. Hubo un brinco espantoso en su pecho al ver esa escena en la que el rey se uniría.

—Gracias a todos por venir pueblo de Andorra— la voz de Fermín de Zoraya se sintió fuerte y clara entre la multitud, aún desde su posición en la plataforma  —Todos estos años hemos sido amenazados por la raza humana más despiadada que a existido: los Piratas— y señaló el cuerpo colgado de Vaston. Todos hicieron bulla y lanzaron todo tipo de cosas hacia donde estaban ubicados Nicolás y los demás —Pero no todo a sido caos gracias a la creación de las Armadas para exterminar a estos monstruos. Hoy además de ver con nuestros propios ojos como son condenados por sus crímenes también será el día en que mi hijo, Luciano de Zoraya, tomará mi lugar para dirigir la Armada contra piratería de Andorra—  todos aplaudieron cuando el mencionado se unió a su padre —Y será un honor para el enseñarles su primera captura: ¡El rey de piratas Nicolás de Khalil, el caballo de espadas— el rey no bajó su cabeza, la levantó orgullosa, sin demostrar miedo a la muerte  —No diré más, el pecado debe ser castigado— un hombre musculoso llegó con un pedazo de tela negra sobre la cabeza, se trataba del verdugo. Tomó con ambas manos la palanca que ocasionaría que el suelo de madera a los pies de los piratas callera y ellos fueron ahorcados. Antonia se paralizó en su lugar cuando Nicolás la vio a los ojos y luego los cerró esperando la muerte...

—¡ALTO!— Antonia gritó y subió a la plataforma con tal de darle más tiempo a los piratas. Se situó justo en frente de Luciano mientras Nicolás le preguntaba que hacia —Hago lo que me corresponde hacer. No permitiré esta atrocidad.

—Apartate Antonia— le exigió su ex amigo y ella negó. Ni siquiera demostró miedo cuando varios soldados la apuntaron —Antonia no tendré piedad si quieres protegerle. Ellos merecen ser castigados, tu aún tienes una oportunidad, conmigo.

—No me interesa nada contigo, nunca lo quise— aquello dolió en el corazón del joven —Si quieres matarlos tendrás que matarme a mi primero. De acá no me muevo— él asintió con una mirada de tristeza, nunca lo imaginó de aquella con la que jugó de niño. Con una indicación el verdugo se disponía a mover la palanca, hasta que un disparo resonó desde el pecho de este. Calló herido junto a la plataforma mientras todos los presentes comenzaban a alarmarse, incluido el propio Luciano y su padre quienes buscaban desesperados al asecino. Quién había disparado era Natanael desde una zona elevada. Antonia sonrió y tomó las llaves que colgaban del cinturón del verdugo para quitar las cadenas que mantenía atrapadas las manos de lo piratas. Les ayudó a quitarse las sogas del cuello.

—Gracias Antonia, haz sido muy valiente, gracias— pero ella no pudo responderle, Nicolás la tomó de la mano mientras corrían hullendo de la Armada. Se encontraron con Natanael, se abrazaron —Estoy bien padre pero ahora debemos irnos—  pero fue demasiado tarde. Los soldado los habían acorralado.

—No intentes nada rey o será tu fin— Luciano se había acercado y miraba lleno de furia a los tres —¿Es esto lo que realmente quieres Antonia?— le asintió, ocultada por el cuerpo protector de Nicolás que miraba desafiante al joven —No puedo creer que allás elegido esto ¿realmente nunca me quisiste, huiste a propósito de nuestra boda?

—Luciano, sabes perfectamente que yo no quería esa boda. Eras mi amigo y aún lo sigues siendo pero elegí esta vida de la misma forma en la que elegiste la tuya. Pero si elijes matarles tendrás que hacerlo conmigo también— Luciano no sabía que hacer pues conociendo por tantos años a su amiga sabía que ella no mentía y haría lo que fuera por hacer lo que ella creía correcto.

—Bajen las armas— ordenó en silencio. Todos los soldados se quedaron preocupados. —¡Ahora!— y finalmente le hicieron caso. Los tres piratas se prepararon para la retirada pero Antonia tenía que hacer algo antes. Se hacerco a Luciano para abrazarle y susurrarle al oído.

—Mucha gracias, se que tu madre estaría muy orgullosa del hombre en el que te has convertido— él sonrió y la abrazó de vuelta.

—Gracias a ti Antonia por haber estado ahí cuando mamá murió pero...— dijo más bajito y en forma juguetona  —No me rendiré, te daré caza como la pirata que eres, no lo olvides.

—Entonces será nuestro pequeño juego— dijo, haciéndole recordar una vieja frase. Antonia lo hizo caer al suelo para después mandarse a correr mientras los soldados comenzaban a disparar a los tres piratas en fuga...

Reina de Piratas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora