Capítulo 17: Prisionera

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El regreso a Andorra había sido devastador. Varias miradas se enfrascaron en ella mientras bocas comentanban los rumores: «Fue secuestrada por el mismísimo rey de piratas» «Ella jamas fue una dama, estoy segura de que se acostó con uno de esos hombres y de fue con él» «El joven Luciano no debería ni casarse con ella, seguro ya a sido deshonrada». Claro que a ella no le importaba lo que hablaran de ella pero cuando vio a Nicolás ser llevado a los calabozos casi pierde los estribos, condenándose a ser encerrada en la casa de los Zoraya.

—¡Dejame salir maldita sea! ¡Esto si es un secuestro! ¡Me encierras, estoy aquí en contra de mi voluntad!— gritaba entre lágrimas a Luciano, quien se mantenía indiferente a la petición de la chica por salir.

—No se que te preocupa Antonia ¿acaso es ese pirata?. Viaje durante días con la Armada para encontrarte y ni siquiera me los has agradecido— le decía dolido mientras jugueteaba con las llaves de la puerta.

—No tengo porque agradecerte, no me has hecho ningún favor— se detuvo de golpear la puerta, viendo sus manos ensangrentadas. —Yo estaba bien con ellos. ¡Estaba bien con esos piratas que tanto odias!. A mi no me secuestraron, fui yo quien se unió a ellos ¡YO!— Luciano no dijo nada —Escuchame bien. Yo soy una pirata. ¡Yo soy una pirata! Tu debes es matarme, hazlo, abre la maldita puerta y hazlo— por prinera vez Luciano le hizo caso y entró. No se pudo aguantar la ira por aquellas palabras y abofeteo a Antonia en el rostro, haciéndola caer al suelo lastimada. Se arrepintió de su impulso y se arrodilló para ayudarla

—Disculpame, yo no queria hacerlo pero tienes que entenderme. Lo que dices es tan ridículo Antonia. Tú no eres uno de ellos. Ellos te han lavando el cerebro, en especial ese Nicolás.

—¿Donde esta él?— fue lo único que preguntó mientras se sujetaba la mejilla, lágrimas bañanado su mano. Luciano quedó desilusionado y con un aura fría le respondió.

—Esta bien, si tanto quieres saber. Mañana en la mañana será ahorcado junto a sus piratas durante mi iniciación a la Armada de Andorra. Será perfecto. El primer soldado en acabar con la vida del rey de piratas— mencionó, dejando a Antonia hecha un caos.

—Ya no te reconozco, tú no eres así de cruel.

—Pues aceptalo, nunca te oculte mi aversión a los causantes de la muerte de mi madre. Y ahora ellos, que resultan ser tan pocos, seran castigados— la ira y la tristeza le consumían al mismo tiempo.

—¡Ellos no tienen la culpa!— volvió a defenderlos

—Si la tienen...y tu...muy pronto estaremos casados , y esta vez sí terminaremos la boda. Aunque no lo creas amada mia, yo si te amo— Antonia si que no lo podía creer ¿después de todo él aún pensaba que estaban comprometidos? Es más ¿la iba a obligar a casarse con él?. Luciano salió del cuarto y cerró la puerta con llave.

—¡Abre la puerta Luciano, abre la puerta!— gritaba desesperada. Nadie le abrió y Luciano ya se había marchado. Antonia se recostó de la puerta comenzando a llorar sin saber cuándo esas lágrimas terminarían. Nicolás iba a morir ahorcado por su culpa y eso devastaría al pobre Natanael. Si, todo era su culpa, por haber querido una vida de libertad en la que jamás encajaría.

Pronto Antonia se dio cuenta de la presencia de otra persona en los pasillos fuera de la habitación. Era Nilda, la monja que la crió desde pequeña. Antonia intentó de todo para llamar la atención de la anciana pero esta no accedía a las peticiones de la joven, aun cuando tenia en sus manos la llave que habroa la puerta. Luciano había dado unas muy claras instrucciones y ella no se atrevería a ayudar de alguna forma u otro a una vida considerada de pecado. Antonia hasta probó derrumbar la puerta pero esta no cedía. Incluso probó con su espada pero nada ¿que mas podía hacer?
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Había pasado una noche y Antonia sabía muy bien que hoy era el trágico día pero no a que hora sucedería. El sol ya estaba en el cielo que se veía a  través de la ventana y la chica solo podía preocuparse más. Ella también probó por la ventana pero había guardias abajo para cualquier acción precipitada. Antonia se acercó nuevamente a la puerta.

—Nilda, por favor, abre la puerta— un intento más no la mataría.

—No, no intentes hacerme cambiar de opinión joven Antonia. No contribuiré a este pecado— decía la anciana, ya pegada a la puerta con sus manos temblorosas sosteniendo la llave.

—Por favor Nilda. Ellos talvés hallan cometidos esos pecados pero siguen siendo personas que merecen un perdón por el señor.

—Hija mía, un pecado siempre será pecado ¿por que no aceptas confesarte con el padre?— esa era un petición a la que Antonia no accedió, ella no tenía nada que confesar.

—¡Porque no e matado a nadie hermana Nilda! ¡Yo no he hecho nada!— gritó cansada.

—Pero quieres ayudar a ese pirata que si han cometido pecado ¿acaso no sería lo mismo?— no hubo más respuestas por partede la chica. Ella sabía que Nilda tenía razón pero algo la hacía pensar diferente a toda esta situación,. «¿Qué hago, qué hago¿» se preguntaba mentalmente sin saber que hacer para poder intentar rescatar a Nicolás y a los demás piratas.

Entonces unos ruidos llamaron sus atención, venían de afuera de la ventana ¿que sucedía?. Unos golpes fuertes hicieron que la pared comenzara a derrumbarse. Esta calló hecha pedazos de roca sobre el suelo y Antonia solo se pudo tapar con ambas manos para protegerse de los muros destruidos. La luz del día se filtró en el cuarto, cegándola

Reina de Piratas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora