Negociación

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— Esto es un acto de brutalidad, estábamos disfrutando como familia en nuestra casa de descanso cuando entraron esos monstruos, nos amenazaron con armas y nos amarraron para encerrarnos en la casa.

— ¿Usted sabía que había un laboratorio de drogas en el sector?

— Lógicamente no teníamos idea, no estamos aquí con frecuencia, es indignante que un lugar como este se preste para semejantes actos criminales.

— ¿Qué piensa de qué las fuerzas militares animanas estén tomando acciones para resolver problemas del país?

— Si se van a comportar con semejante grado de violencia no apoyo sus prácticas, no son diferentes a los militares humanos, solo que estos realmente parecen bestias.

El representante del CNA apaga el televisor— Debo felicitar a tu hija, a pesar de las quejas sobre agresiones, la operación fue muy prolija ¿Dónde se encuentra ahora?

— Está viajando con el teniente Ospina, le, ordene que fuera en persona a comunicar la muerte de los soldados fallecidos en la operación.

— Nunca esta demás recordar que detrás de cada soldado se encuentra una familia —comenta Octavio.

— Pasemos a lo importante —interrumpe Samuel— ¿Qué encontraron al interior del laboratorio?

Me coloco de pie para hablar con mayor soltura— En definitiva ese lugar era un laboratorio de drogas, lamentablemente los involucrados escaparon por una salida bajo tierra, para cuando la encontramos ya había pasado demasiado tiempo.

— ¿Pudieron conseguir alguna información de los restos del incendio? —pregunta Veronica.

— Efectivamente —de mi pantalón saco una hoja de papel— se encontraron muestras de Metilfosfonil y alcohol isopropilico.

— Elementos para crear gas sarín —indica Samuel.

— Me inquieta que sepas que es eso —dice Leticia.

— El hecho de que además de producir la cocaína negra estén haciendo gas sarín aumenta el nivel de peligro, otra información que encontramos son documentos que indican un despacho de estos elementos hacia la comuna de Parral, en la región de Maule.

— Si mal no recuerdo, Samuel tiene una reunión en esa región —indica Verónica— Eusebio podría acompañarlo e investigar.

— Me parece una excelente idea —apoya Octavio.

— Mejor que alguien acompañe a este loco —murmura Leticia.

— Solo iré a conversar con las comunidades indígenas, no es como si fuese a declararles una guerra.

Todos se miran inquietos, como si se cuestionaran de porque le dieron la asignación al más violento de todos ellos— De todos me gustaría asistir a las negociaciones.

— Hagan lo que quieran —Samuel se hunde en su silla.

Todos tenemos cosas que no desearíamos tener que hacer en nuestras vidas, entre las mías se encuentran saltar en paracaídas, bucear y tener que compartir auto con Samuel Supplicium.

— No entiendo por qué tenemos que movernos en auto —le comento mientras viajamos en el asiento trasero.

— Los aviones son féretros con alas —se acomoda hacia mi dirección— ninguno de los dos tiene capacidades para volar, si el avión llegase a sufrir un accidente o atentado estaríamos condenados a morir.

— Es más probable ser atacado viajando por tierra que por aire.

— Pero acá tenemos como responder, además tú eres un león y yo un rinoceronte blanco —por la manera en que lo dice me da la sensación de que espera que seamos atacados— tienes que ver lo que conseguí —empieza a arrugar su rostro, no cabe duda de que está haciendo un gran esfuerzo, poco a poco empiezo a ver que un bulto se asoma en su frente, comienza a elevarse y encorvarse.

— ¿Qué estás haciendo? —retrocedo un poco al ver semejante anomalía, el cuerno de su frente ya debe medir unos diecisiete centímetros.

Samuel deja escapar un jadeo— Creo que aún puedo hacerlo crecer un poco más, solo necesito seguir practicándolo.

— ¿Cómo descubriste que podías hacer eso?

— Estuve experimentando con las capacidades de mi cuerpo —me muestra la pálida piel de su brazo, en ella tiene un corte— mi piel no tiene la dureza del rinoceronte blanco, pero si su pigmentación, lo que no tengo dudas es que poseo una fuerza semejante, pero... —sus nudillos se ven lastimados— mi cuerpo no resiste la fuerza de mis ataques.

— No había pensado en probar el límite de mis capacidades —le muestro mi boca— no tengo dudas de que no herede la dentadura —observo mis manos— tampoco las garras —olfateo con fuerza— pero puedo sentir olores con mayor intensidad, incluso si me concentro puedo decir que almorzaste fideos con salsa.

Se cubre la boca como si eso fuese a evitar que pudiese dejar de sentir el olor— ¿No te molesta sentir tantos olores diferentes?

— Ya que lo dices es curioso, pero con el pasar de los días he podido — ¿Cuál sería la expresión correcta?— regular la intensidad de los olores que siento.

Samuel se toca el cuerno— ¿Estás seguro de que no somos máquinas o algo así?

Me estiro en el asiento— Si fuésemos máquinas o algo así, no habría estado demás quitarnos cosas como el sueño o las ganas de ir al baño.

— ¿Quitarte las ganas de dormir? La edad te está quitando la capacidad de disfrutar de los placeres de la vida.

— No me vengas a hablar de la vida con veinte años menos, todavía tienes mucho que aprender.

Una sonrisa altanera se dibuja en su rostro— ¿Quieres que detengamos el auto para que me puedas enseñar esas lecciones?

— Allí está el primer problema contigo, no puedes resolver todo con violencia.

— No conozco conflicto que no haya acabado en violencia antes de que llegase la paz, después de todo, quien tenga el arma más grande será el que escoja las condiciones del trato.

No me agrada esa línea de pensamiento— Samuel ¿Qué estás planeando ofrecer en las negociaciones? —que recuerde no tengo ninguna información sobre la propuesta de negociación— ¿Qué acordaron ofrecer?

— No hablamos sobre eso, les dije que manejaría esto a mi modo, aunque me dieron sugerencias ninguna me pareció interesante.

— Samuel ¿Comprendes lo importante que es tener el apoyo de ellos?

— Claro que lo entiendo —sonríe de modo victorioso— esos indígenas recibirán una propuesta que te aseguro que no podrán rechazar.

Los Iustitia: El inicio de la divisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora