Sin escrúpulos

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— ¡¿Qué hiciste Samuel?! —me apresuro para quitarle el teléfono inalámbrico de la mano, pero corta la llamada antes de que se lo pueda arrebatar.

— ¿Realmente le crees a este francés? —lo señala con el pulgar— se puede ver a kilómetros que está mintiendo.

Paúl se coloca de pie, mi compañero lo vuelve a sentar usando solo una mano.

— Tú te quedas aquí con nosotros, aún no terminamos de conversar.

Rujo con fuerza para llamar la atención de Samuel— Quítale la mano de encima.

De la frente de Samuel comienza a aparecer el cuerno mientras se me acerca— Finalmente estás mostrando los colmillos ¿Que vas a hacer? ¿Morderme? —su confianza me enfurece.

— Voy a cancelar la orden —llevo mi dedo al botón que permite marcar la última llamada, antes de presionarlo soy empujado por Samuel, mi caída es acompañada por una mesa y suelto el teléfono.

El estruendo provoca que el francés quiera retirarse, pero el bruto de mi compañero nuevamente se lo impide— Aquí estamos conversando, permanezca en su lugar.

Chocar con la mesa me deja una molestia en la espalda— No era necesario traer tropas, solo vinimos a conversar.

Samuel se ríe— ¿Conversar? ¿Alguna vez conversar nos llevó a algo bueno con esta gente? —toma el teléfono que escapo de mi mano— con el pueblo podemos dialogar, pero aquellos con poder siempre buscaran modos para evadir nuestras reglas, solo la fuerza les enseñara cuál es su lugar.

Con cuidado me levanto, quisiera pararme recto, pero la espalda me lo impide— Nosotros tenemos poder ¿Acaso también tendremos que usar la fuerza contra nosotros mismos para aprender nuestro lugar?

Se guarda el teléfono— Claro que sí, llegara el momento en que uno de nosotros tendrá que ser controlado para que comprenda cuál es su lugar ¿Qué harás en ese momento Eusebio?

Tomo la silla que está cerca de mí— Supongo que también tendré que usar la fuerza —se la arrojo y corro al instante, con su brazo la desvía y es incapaz de para mi embestida, estando sobre él levanto mi puño para golpearlo... pero titubeo ¿Esta es mi respuesta?

Samuel no pasa por alto mi momento de duda, captura con su mano mi garganta, me asfixia mientras trata de colocarse de pie, con su fuerza me es imposible aflojar su agarre— Es irónico como tu transformación te representa, quizá seas muy feroz en aspecto, pero eres un león sin garras y colmillos, que imagen más penosa —me empuja contra el suelo.

Paúl retrocede asustado— Le juro que no se nada sobre tráfico de drogas o gases sarín.

Samuel apoya sus manos sobre los brazos de silla— Allí esta esa expresión mentirosa nuevamente, creo que sabes algo que no deseas contarnos y tiene que ver con lo que estamos buscando.

— Ellos me van a matar.

Sin titubear sujeta la cabeza del francés con ambas manos y posiciona la punta de su cuerno cerca de la garganta del jefe de la villa— Podría hacer que no te preocupes por eso.

— ¡Cerca del río se encuentra una bodega! —se detiene aliviado al notar que la amenaza se retira de su cuello— el gobierno anterior nos ordenó mantener ese lugar con la menor cantidad de visitas posibles, no tenemos ideas que están haciendo allí, pero estoy seguro de que es importante.

Samuel le da una suave palmada en el rostro— Eres un buen francés —se percata de que sigo en el suelo— ¿Qué haces allí aun? —estira su mano para ayudarme a ponerme de pie— alguien importante como tú no debe estar en el suelo por mucho tiempo, vamos por lo que estamos buscando.

Como si nada hubiese pasado, ambos salimos del restaurante, si antes había un silencio armónico ahora ronda un temor en el ambiente, esta sensación me es familiar, es la misma que percibía en Santiago, siento que somos una especie de agentes del terror.

Un animano con cabeza de aguilucho desciende desde el cielo, sus alas se recogen en su espalda, acomoda su arma en su hombro izquierda y con su mano derecha nos saluda— Estamos revisando la villa, no encontramos rastros de algún laboratorio químico.

— Muévanse hacia el rio, encuentren una bodega y eliminen a todos los que encuentren allí.

— ¡Nada de bajas! —ambos me miran extrañados, es verdad que me exalte demasiado— solo disparen a quien vean armados.

Samuel suspira aburrido— Hagan lo que dice.

Tras asegurarme de que el soldado se retire me encamino hacia el auto en que nos espera el chofer— Tenemos que asegurarnos de estar presentes para interrogar a los involucrados.

— Al fin dices algo interesante —comenta mientras me sigue— te felicito por tu actuación allá adentro, realmente se creyó que estábamos discutiendo.

— ¿De qué hablas?

— Vamos Eusebio, la dinámica del policía bueno y policía malo, nada de lo que dije sobre ti era cierto, solo era un poco de teatro para hacerlo parecer convincente.

Me toco la garganta, aún siento su mano en ella— Pues ese apretón se sintió bastante real.

— No seas sensible, deberías saber que si te quisiera asesinar simplemente lo haría, no tardaría tanto —se adelanta para abrirme la puerta.

— Lo dices como si no fuese un problema —me detengo en la entrada para enfrentarlo— quiero que todo quede claro, en esa discusión yo no estaba actuando, sigo pensando que eres demasiado agresivo e impredecible, aún no conoces tu lugar.

Samuel sonríe satisfecho— Este es el Eusebio que deseo como amigo, un león capaz de enfrentar a las criaturas más temibles —su voz se torna seria— no el cachorro que estaba dudando sobre golpearme o no.

Sin contestar procedo a entrar al auto, después de que Samuel se sube, partimos hacia la zona del rio, el último tramo del recorrido tenemos que hacerlo caminando, mi nariz comienza a percibir un olor diferente al resto, sin duda son químicos, al poco tiempo me comienzan a molestar el olfato, así que procuro bajar el nivel de sensibilidad de mi olfato, aunque todavía es molesto, ya no requiero de estar cubriéndome la nariz con una mano.

A pocos metros de la bodega nos encontramos un cadáver, al examinarlo nos damos cuenta de que tiene tres balas en la espalda y otra en la pantorrilla, no tiene armas, así que no debió ser atacado por los nuestros.

— Están acorralados —comenta Samuel— mataron a su gente para que no hable.

— Tenemos que apresurarnos —me toma del brazo— los están matando.

— Ambos estamos desarmados, deja que los soldados hagan su trabajo —libera mi brazo y se sienta en el suelo— aunque si lo pienso, podrías ir y morir, así tengo una razón para aniquilaros.

En mi impotencia le doy un puñetazo a un árbol mientras escucho disparos, poco tiempo después llegan los soldados animanos, seguramente fueron atraídos por el estruendo, el intercambio de balas se intensifica cada vez más, puedo notar que Samuel tiene ganas de participar, pero se abstiene en virtud de nuestra carencia de armamento.

Tras asegurarnos de que los tiros se detengan, avanzamos hacia la bodega, los soldados nos reconocen, forman un perímetro a nuestro alrededor y nos ayudan a ingresar al lugar, entre los cadáveres del interior de la instalación vemos a un grupo de siete prisioneros y prisioneras, todos han recibido primeros auxilios debido a que tienen heridas.

Samuel hace tronar sus nudillos— Entonces Eusebio ¿A quién hacemos cantar primero?

Los Iustitia: El inicio de la divisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora