El primer atentado

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Los tambores y trompetas retumban en la ciudad de Valparaíso al ritmo del himno de las fuerzas militares humanas, el 21 de mayo de 1990 será recordando en la historia de Chile como el primer día de las glorias navales bajo el gobierno animano, Octavio se quedó en casa, debido a su condición física es peligroso que suceda algún ataque y deban evacuar con rapidez, y para asegurarse de que todo saliera en orden se encomendó a Leticia Metum que supervisará los preparativos, petición que hizo complacida y es por ello que ahora desde el monumento a los héroes de Iquique admira con orgullo como todo salió según lo organizado.

Samuel analiza los alrededores en lugar de mirar el desfile de la Academia Politécnica Naval, hace dos días regresamos de nuestro viaje y además de informar sobre los resultados no ha hecho ningún movimiento o dicho algo sospechoso, aun ronda por mi mente eso de que la segregación esta por comenzar.

— Intenta relajarte un poco —me advierte Verónica— no querrás salir en los periódicos con cara preocupada.

No me había percatado que algunos periodistas nos están tomando fotos, aunque no los culpo, somos un verdadero espectáculo, Leticia está usando un vestido largo que hace ver las plumas de sus brazos como un complemento, la palidez de Samuel no es normal en una persona, Verónica se ve normal, es lo que llaman una animana perfecta y en mi caso con una cabeza de león es imposible que no traiga miradas.

— ¿Te preocupa Samuel? —me pregunta Verónica.

— ¿Acaso a ti no? —comento mientras saludo a la cámara, me encantaría sonreír, pero no me gusta mi expresión, la encuentro inquietante— hace lo que se le da la gana, hasta el momento no ha provocado daños irreparables.

— Se lo comenté al CNA en una carta, solo me dijeron "No tenemos dudas de que todas las acciones realizadas por la familia Supplicium son en miras de mejorar la comunidad animana".

— ¿La comunidad animana? Pensé que estábamos mejorando el país.

— Lo mismo pensé —el desfile acaba, toda la atención se dirige a Leticia que camina hacia el podio para hablar— hablemos más del asunto después de terminar con la ceremonia.

— Chilenos y chilenas —Leticia sonríe con gentileza a la cámara— hoy es otro aniversario en el que recordamos a nuestros héroes navales.

Recordamos como nuestro valiente capitán Arturo Pratt arriba de una corbeta de madera llamada Esmeralda, mira el horizonte de los mares para encontrarse con el acorazado conocido como Huascar que buscaba invadir el puerto de Iquique, incluso en aquel momento de desolación nuestro héroe patrio dijo —sin leer recita las palabras— "Muchachos la contienda es desigual, pero ánimo y valor, nunca se ha arriado la bandera ante el enemigo y espero que no sea esta la ocasión de hacerlo, por mi parte os aseguro, que mientras yo viva" —Leticia señala a la enorme bandera que esta detrás de ella— "esa bandera flameara en su lugar y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber"

Se da una breve pausa tras acabar de recitar, deja de señalar la bandera y apoya sus dos manos en el podio de madera que tiene delante— Compatriotas, ha pasado medio año desde que nuestra nación comenzó a cambiar hacia el progreso, hemos hecho reformas en los programas de educación, trabajado de modo incesante por resguardar las calles para que ustedes nuestros ciudadanos puedan vivir en paz y tranquilidad, es por ello que en lo que resta del año seguiremos esforzándonos en mejorar los sistemas de nuestro país, la salud se volverá un derecho, la educación formara parte de cada chileno y todo aquel que desee tener un lugar donde vivir lo podrá conseguir.

La lluvia de aplausos cae en nuestros oídos, aunque nuestro proceso de reforma ha causado que las clases sociales más altas abandonen el país, el apoyo financiero del CNA nos ayuda a no perder la estabilidad financiera, aquellas promesas que acaba de decir no son palabras vacías, nuestro país solo tiene un destino y es la prosperidad.

Antes de que Leticia consiga dar por finalizado su breve discurso, Samuel se levanta para tomar su lugar, tanto Verónica como yo nos extrañamos de esto, pensamos en hacer algo, pero seria llamar demasiado la atención, además discutir en un momento como nos haría ver desorganizados y por la confianza con que pide la palabra no cabe duda de que también es consciente de ello, la animana se toma unos segundos, como si le diese la oportunidad al líder de la familia Supplicium de retirarse.

— Seré breve —avanza al notar que Leticia le da el puesto, los periodistas toman fotos, parece que intuyen que esto no es parte del protocolo— hace dos días se habló en los periódicos sobre nuestra visita a la colonia bienestar, se nos catalogó de violentos, peligros para la sociedad, pero ninguno informo sobre lo que estábamos haciendo allí.

No puedo evitar fruncir el seño, eso debería seguir siendo información clasificada, quiero levantarme a detenerlo, pero Verónica me toma del brazo con fuerza, así que permanezco en mi lugar.

— Existe gente entre ustedes que nos desea muertos, en la colonia bienestar se encontraba una fábrica de gas sarín y experimentos de una sustancia llamada "cocaína negra", nuestras fuerzas de ocupación animanas evitaron que los terroristas continuaran asesinando a sus complices, aquellos que están vivos es mérito nuestro, este movimiento que habita entre nosotros no se preocupa por las vidas de sus gentes, para ellos ustedes no son más que peones, así que ahora mismo en cadena abierta, quiero que todos sepan —esta vez Verónica no consigue detenerme, salto de mi silla para acallarlo— nosotros los animanos le declaramos la guerra al Movimiento Manuel Rodríguez.

Al caer sobre él todos los periodistas se colocan de pie para fotografiar, la gente habla entre sí sobre esta declaración de guerra, no opone ninguna resistencia para ser llevado— Supongo que estás satisfecho —le digo mientras lo llevo a su asiento.

Leticia retoma el control de la situación— Agradecemos su atención, ahora continuemos con la conmemoración de nuestras glorias navales.

Los cuatro procedemos a descender al mausoleo en que se encuentran los restos de Arturo Pratt y los otros marinos.

— ¿Hasta cuando tendremos que soportar los caprichos de este animal? —murmura Leticia mientras bajamos.

— Hice lo que tenía que hacer.

— Sin consultarnos —apoya Verónica molesta.

— Es mejor pedir perdón que pedir permiso.

Verónica le da una patada en la pierna, cuando nota la mirada molesta de Samuel, se levanta de hombros y le pide disculpas.

— Tengan algo de respeto —les digo en voz baja— estamos en la tumba de héroes patrios.

En la pared del fondo del mausoleo se encuentran tres nombres grabados "Condell", "Pratt", "Serrano".

Tras rendir nuestros respetos, abandonamos el lugar y un oficial de la marina se nos acerca, nos pide que lo acompañemos para hablar en privado, lo cual es extraño, pero de todos modos lo seguimos hacia la parte trasera del monumento.

— Perdonen que interrumpa este momento, pero el señor Octavio Vindicta ha sido asesinado en su casa.

— Imposible —digo con seriedad, tiene que ser un error— su cuerpo es demasiado duro para ser lastimado.

— Lo mataron con gas Sarín.

Leticia se lleva la mano a la boca mientras que Verónica se cruza de brazos sorprendida por la noticia.

Samuel sonríe como si esperase que algo así sucediera— Ellos ya empezaron a pelear.

Los Iustitia: El inicio de la divisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora