Lefevre no da señales de querer colaborar, el miedo que tenía mientras era traído se desvaneció, ahora está sentado con total comodidad.
— No tengo por qué hablar con ustedes ¿Me obligarán a contarles lo que sé?
Ambos seguimos en silencio, no sé en qué está pensando Rogelio, pero ahora mismo me encantaría darle una golpiza para bajarle los humos.
— Conozco a la gente violenta —Lefevre se levanta de su puesto— mientras vivía en Francia tuve que obedecer a varias personas así.
En cuanto da unos pasos adelante hacia nosotros ambos guardias levantan sus pistolas, el interrogado levanta sus manos como si estuviera bromeando— No puedo responder preguntas si me estoy desangrando.
Levanto mi mano para ordenar que bajen sus armas— Cuidado con presionar demasiado —le indico a un guardia que me entregue su arma, este titubea —no es una petición, es una orden.
Antes de pasármela noto que le coloca el seguro, en cuanto me la entrega me quedo mirándolo fijamente, quito el seguro del arma para mostrarle mi desaprobación y sin dudar un segundo disparo cerca de los pies de Lefevre, el cual se vuelve a sentar en su silla, la puerta del interrogatorio se abre de golpe, tres guardias ingresan con sus pistolas en mano, uno de ellos embiste al interrogado sin pensárselo dos veces, Rogelio y yo nos sorprendemos ante semejante arremetida.
— ¡Todo está bien! —exclama Rogelio mientras se gira hacia los gendarmens que acaban de ingresar— nosotros disparamos.
— ¿Quién les dio un arma? —pregunta uno de los gendarmens molesto, mira a los que están haciendo guardia y lo identifica— ¡¿En qué...?
— ¡Yo lo obligué! —aclaro antes de que sea regañado— ¿Lo castigaran por obedecerme? —todos titubean en su respuesta, giro mi cabeza hacia el guardia que retiene a Lefevre, le doy una mirada reprobatoria— libérelo, tenemos una interrogación que continuar.
Lefevre se levanta mientras se sacude el uniforme de prisionero, el guardia acomoda la silla para que se pueda sentar nuevamente, luego mira el arma que tengo en mi mano.
— No planeo devolverla —le aclaro mirándolo a los ojos— trataré de no volver a dispararla —dirijo mi atención hacia el francés que se incomoda con mi comentario.
Aunque disconforme con mi respuesta no tiene otra opción más que obedecerme, los tres guardias salen, mientras el interrogado no deja de mirar mi pistola.
— No puedo creer que me disparaste.
— La próxima vez no fallaré.
El francés hace muecas incómodas— No me gusta este lugar, la comida es terrible, las celdas son pequeñas y sucias —se da una pausa mientras vuelve a mirar a la pistola, sus manos sostienen la silla con fuerza— llévenme a un mejor lugar.
Rogelio sonríe como si hubiese acabado de escuchar una broma— ¿Realmente piensas que puedes negociar?
— Si me disparan les juro que hablaré —su voz suena resignada— pero si lo hacen, no serian muy diferentes a los que estaban antes —su mirada nos analiza y su voz toma confianza— y ustedes desean crear algo mejor ¿Cierto?
Su argumento nos dejó sin palabras, Rogelio y yo sabemos que tiene razón, una parte de mí se molesta con la idea de tener que ofrecerle una mejor calidad de vida, pero si no queremos recurrir a la violencia entonces debemos usar la riqueza para que vengan a nuestro lado.
Le devuelvo el arma al guardia— Podemos trasladarte a un lugar más cómodo, pero tienes que darnos algo útil.
Se coloca cómodo en la silla, como si ya hubiese ganado la negociación— ¿Adonde me llevaran?
Su confianza me molesta— ¿Qué tan relevante es lo que tienes que decir?
— Necesito que los guardias salgan de la sala.
Uno de los gendarme da un paso hacia adelante— No podemos hacer eso.
— No pueden confiar en ellos —dice Lefevre con resentimiento— los he escuchado hablar, no confían en ustedes, su lealtad esta con los torturadores.
— ¡Como se atreve!
— Claro que me atrevo, después de que hable ustedes informaran los nombres que diré y los asesinaran, por que ustedes son cómplices, durante años los vi pasearse por mi villa y ahora se esconden con el rabo entre las piernas.
Con Rogelio nos quedamos bloqueando el paso del guardia, pero nos mantenemos viendo al francés, noto sinceridad en lo que dice, si realmente actúan como informantes, en cuanto escuchen los nombres empezara una carrera contra el tiempo para encontrar a esas personas.
— Por la autoridad que me otorga la mesa de gobernanza, les ordeno que me entreguen al señor Lefevre, en adelante nosotros lo mantendremos como prisionero.
— No le podemos autorizar eso.
Rogelio se gira hacia el vigilante— Entonces que venga quien tenga poder para autorizarlo, no nos iremos de aquí sin Lefevre.
El guardia abre la puerta y pide a uno de sus compañeros que llame al encargado de la cárcel, el tenso ambiente se acrecienta debido al silencio, los pasos del pasillo se escuchan, la puerta se abre, un hombre de gruesa contextura y piel demacrada ingresa, sus ojos están apagados.
— Me dijeron que desean llevarse al prisionero.
— Así es, alcaide... —puedo notar su poca disposición por cooperar.
— Yañez, alcaide Yañez.
— Señor Alcaide Yañez —retomo la palabra— nos encontramos en medio de una investigación y consideramos que Lefevre puede ser un factor clave, por medidas de protección, necesitamos que pase a nuestra custodia.
— ¿Insinúa que mi gente no seria capaz de protegerlo?
— No necesito insinuar algo así, si considerara deficiente su seguridad, se lo diría abiertamente —doy un paso hacia adelante hacia él para mostrar firmeza— lo que estoy diciendo es que nos será mas fácil cuidarlo e interrogarlo estando bajo nuestra vigilancia.
— Señor alcaide —interviene Rogelio— como dice mi compañera, queremos hacer esto para acelerar nuestra investigación, en cuanto resolvamos el asunto, prometemos que lo regresaremos.
El alcaide se fija en el prisionero, en cuanto sus miradas se cruzan, el interrogado inclina su mirada al suelo, es difícil saber si se debe a miedo o vergüenza, pero tengo la sensación de que ambos tienen un pasado juntos.
— Entonces —continuo presionando— ¿Tenemos que llamar a la mesa de gobierno para autorizar el traslado?
— No importa quien esta gobernando, siempre actúan como si las leyes no aplicaran a ellos —tras decir eso se devuelve hacia la puerta— pueden llevárselo, pero si le llega a suceder algo, ustedes serán responsables.
Veo a Lefevre con mayor atención, esta nervioso, algo me dice que no podemos regresarlo a este lugar, aunque no es el momento para preocuparse de como lo trasladaremos, ahora estamos un paso mas cerca de encontrar al asesino de Octavio.
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Los Iustitia: El inicio de la división
FantasyEl mundo ha sido gobernado por una raza mitad humana y mitad animal nombrada "animano", Chile no se libra de la expansión y este cambio traerá conflictos al interior del país. Ahora la familia Iustitia junto con otras cuatro más deberán mantener el...