Abandono

8 1 0
                                    


Verónica se reclina hacia adelante en el asiento de la limusina— Déjeme repetir lo que acaba de decir, desean que construyamos un muro que separe a los chilenos de ustedes.

— Los animanos también serán chilenos —aclara con calma el representante del CNA pareciera que está habituado a esta clase de reacciones— deben entender que la convivencia entre las dos razas es imposible, somos demasiado diferentes.

— ¿Lo han intentado acaso? —pregunto.

— ¿Intentarlo? ¿Les parece necesario hacerlo? ¿Acaso recuerdan como vivía el mundo antes de que llegáramos? —se estira en su lado de la limosna— en Sudáfrica se vivía con un sistema de segregación llamado apartheid, los altos estándares de discriminación a las personas de piel más oscura y las peleas entre Judíos y Musulmanes, los humanos siendo tan parecidos no son capaces de convivir en armonía, ahora imaginen lo que sucederá cuando los humanos vean esto.

Su cuerpo se empieza a distorsionar los pantalones se rompen dejando a la vista unas piernas peludas, su boca convierte en un hocico y de su cabeza salen unos cuernos que chocan con el tejado de la limusina, los cinco somos incapaces de refrenar nuestro disgusto ante lo que acabamos de presenciar.

El viejo Octavio se persigna de modo automático— Virgen santa apiádate de nosotros.

En cambio Samuel se le aproxima— Esto es maravilloso —estira su mano con cuidado hacia los cuernos— ¿Me permite examinar? —al ver que el representante inclina su cabeza, el jefe de la familia Supplicium no tarde en tocarlos— reconozco este diseño, son cuernos de un taruka, el venado andino.

— Esto debe ser alguna obra del diablo —dice Leticia cubriéndose los ojos, después de todo debido al crecimiento de los muslos del representante la parte superior de sus pantalones se hicieron añicos y lo único que impide que veamos sus genitales es el pelaje que le ha crecido en la zona inferior.

El animano da un golpe en la ventanilla que nos separa del conductor al mismo tiempo que regresa a su forma humana— Mientras estoy transformado no puedo hablar —gira su cabeza hacia la ventanilla— dame la ropa de cambio —en cuanto la recibe mira a las dos mujeres, les muestra su ropa doblada— no me incomoda que miren.

Leticia se cubre la vista mientras que Veronica no parece incomodarle, es más puedo ver una expresión de decepción al verlos, debería preguntarle que esperaba encontrar, luego de ese suceso la conversación se retoma.

— Como pueden ver, reacciones como las de la señora Metum son muy habituales, sabemos de lugares en que se ha dado cacería a nuestra raza, otros se han suicidado debido a la gran discriminación que recibieron por haberse transformado, es imposible que ambas razas puedan convivir.

— Prometieron salvar el país —menciona Verónica— y ahora nos dicen que abandonaremos a nuestra gente a su suerte, lo de ustedes no es muy distinto a la discriminación humana.

— Comprendo el malentendido, ustedes como líderes deberán asegurarse de que los humanos tengan lo necesario para existir, después de todo, nosotros somos infertiles, necesitamos de ellos para preservarnos.

— Así que no son nada más que fuentes de cultivo —señala Leticia— es una manera despiadada de ver la vida.

— ¿Si? —dice nuestro patrón— ¿Y qué son las ovejas?, rebaño para comer y sacar materiales para hacer ropa, las vacas no son más que un ganado para producir carne y leche, pero no parecen tener ningún rastro de culpa en reproducirlas para luego consumir sus recursos, si una gallina tuviera el mismo nivel de pensamiento que usted —su mirada se vuelve filosa— ¿Qué piensa que le diría ella cuando le está quitando el huevo que tanto se esforzó en parir?

Leticia captó el mensaje con claridad, eso es lo que dice su expresión, pero la sostenida mirada del representante la obliga a contestar— Pediría que no me lleve a su cría.

— Pero no se sienta culpable, ese es el ciclo de la vida, el grande consume al pequeño y el más pequeño se come las sobras, nosotros no obligaremos a la gente a formar parte de nosotros, a partir de los 18 años podrán escoger si quedarse con los humanos o formar parte de nosotros.

Octavio levanta la mano para tomar la palabra— ¿Por qué alguien decidiría abandonar todo para unirse?

— ¿Por qué ustedes acudieron a nosotros? Lo que mueve a la gente es la esperanza de un mejor futuro y su trabajo es garantizar eso, que cada animano y animana tenga un lugar donde dormir, tres comidas que comer y salud para servir a su país.

— Suena como propaganda socialista —murmura Samuel.

— Quizá así lo parezca, pero a nadie se le negara aspirar a tener más, solo deben asegurarles lo mínimo, el resto corre por la ambición de cada uno.

— ¿Por qué tomarse tantas molestias? —pregunto— ¿No sería más fácil encontrar la fertilidad para los animanos y erradicar a los humanos de una vez?

— Ciertamente esa es una discusión que siempre surge, pero pronto entenderán que el sistema de filtración de la muralla impide que la escoria se infiltre en nuestra sociedad, somos las naciones con la élite social o eso aspiramos y ustedes serán los responsables de que así suceda en este país ¿Alguna otra pregunta? De no ser así los dejaré en sus casas para que mañana procedamos con el proceso de transformación.

— ¿Podemos transformarnos en lo que deseemos? —pregunta Samuel con emoción.

— No todos tienen el privilegio de escoger —nos advierte— pero en el caso de ustedes si, aunque si es un animal demasiado específico, quizá se deba retrasar la transformación para conseguir la muestra.

— Esto se pone cada vez mejor —responde el líder Supplicium.

Yo aún no soy capaz de pensar en el animal que escogeré debido a que una inquietud se viene a mi mente— Mi hijo Leopoldo tiene cuatro hijos que aún no llegan a los 18 años, una vez me una a los animanos... significa que no los podre ver crecer.

— Cuando cumplan los 18 y se nos unan los podrá ver.

Sonrió como si lo que me acabasen de contar fuese un chiste— Tengo 63 años y mi nieto Valdemar que es el más grande solo tiene 7 años, para cuando eso suceda ya estaré muerto.

— Todo requiere sacrificios —la frialdad de sus palabras me genera disgusto— solo procure cuidar su salud y los podrá recibir con los brazos abiertos, cada uno de ustedes debe hablar con sus familias y prepararse para la transformación, mañana serán ustedes, luego veremos a quienes decidan acompañarles a gobernar el país.

Ninguno de nosotros tiene más preguntas sobre el asunto, la idea de tener que abandonar a nuestros familiares cayo como una bomba sobre nosotros, fui el último en ser llevado a su vivienda, antes de bajarme vino una última pregunta a mi mente.

— Si todos decidieran cruzar la muralla ¿Qué sucedería con mis nietos?

— Serán enviados al familiar más cercano, de no ser posible se les asignará un orfanato o casa de acogida.

Mi hijo no permitirá que sus pequeños lleguen a un lugar como ese— Entiendo, muchas gracias —salgo de la limusina— lo espero mañana —le digo antes de cerrar la puerta.

De pie frente a mi casa respiro hondo para entregar la noticia y descubrir si mi esposa, mi hijo y mis dos hijas vendrán conmigo.

Los Iustitia: El inicio de la divisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora