En vista de la hora en que llegan a la comuna de parral optan almorzar en un restaurante de la localidad, con el llamativo aspecto de Eusebio resulta imposible pasar desapercibidos al interior del restaurante, las miradas de los pocos clientes expresan miedo hacia la criatura que acaba de ingresar, el dueño del lugar se adelanta a recibirlos.
— Estimados —mira a sus clientes inquietos— ¿En qué puedo servirles?
Samuel apoya su mano sobre el hombro del humano, puede notar que está tembloroso— Pues a mí me gustaría almorzarme a uno de tus clientes.
Eusebio se fija en que el dueño se palidece al tener la mano del Supplicium sobre si, se encarga de quitársela de encima— No hagas ese tipo de bromas —cuando mira al dueño a los ojos, nota que este se recoge— no tiene por qué temer, somos clientes como el resto.
Nuevamente mira a la gente del local, todos han dejado de comer siendo dominados por la preocupación de lo que esta por suceder, tras un extenso silencio el dueño se da cuenta de que aún no responde, solo mira los pies de sus dos nuevos comensales— Pueden pasar a sentarse, en un momento los atenderán.
Samuel parece estar disfrutando con toda esta tensión, nos sentamos en la parte más alejada del restaurante, a pesar de que resaltamos lo que menos quiero es generar problemas.
— ¿Era necesario intimidarlo?
Torna los ojos en blanco para mostrar que le molesta mi comentario— Te preocupas demasiado, no todo se trata de los negocios, también debes divertirte un poco.
— Nosotros somos el rostro de esta nación y los representantes de los animanos, no podemos permitir que se genere algún tipo de malentendido sobre nosotros.
Samuel no se esfuerza en ocultar su aburrimiento— No importa lo que hagamos, alguien se va a molestar u ofender.
— Olvídalo —me paso la mano por la frente, comienzo a comprender por qué los otros no se esfuerzan en discutir con él— será mejor que busques un lugar donde quedarte hasta que llegue la hora de la negociación.
Samuel chasquea los dedos con el brazo extendido para que uno de los meseros le preste atención y pueda pedir su orden—No es necesario, iré contigo a investigar— es claro que los meseros nos están ignorando— si no vienen pronto tomaré a uno de ellos y lo traeré hacia acá.
— ¿Por qué me vas a acompañar? —mi cuerpo casi se levanta de la mesa, tener que vigilarlo será una molestia— la investigación no es tu trabajo.
— Somos aliados, tenemos que apoyarnos, además si no me dejas acompañarte, tampoco permitiré que vayas a mi reunión.
A quien quiero engañar, me siento acorralado por sus caprichos— Pero necesito que te comportes mientras investigamos.
— Claro que lo haré —contesta mientras se levanta a buscar a uno de los meseros, si tratara de impedir que lo haga solo acabaremos armando un escándalo, así que solo cubro mi rostro con mis manos mientras escucho el ruido que se acaba de armar.
Tras conseguir almorzar y la debida disculpa hacia el administrador del restaurante, ambos comenzamos nuestra investigación por Parral, el primer lugar que decidimos visitar es la municipalidad, como me esperaba el recibimiento estuvo repleto de incomodidad.
Samuel le quito el asiento al alcalde y le reviso los cajones mientras el encargado de la ciudad me explica que no existen lugares en la ciudad en que se pudiera realizar semejantes operaciones de tráfico, pero que existe una villa a las afueras conocida como "Villa Bienestar" donde se recibe a inmigrantes, en cuanto mi acompañante escucha eso deja de husmear en las cosas del alcalde y me indica que tenemos que ir a investigar eso, al parecer se le olvidó que soy el responsable de esta investigación.
La "Villa Bienestar" se encuentra a casi una hora de la ciudad, la colonia conserva una arquitectura de los años 1800 al igual que las vestimentas de quienes viven allí, a simple vista parece que acabamos de retroceder en el tiempo, tomamos la ruta izquierda siguiendo la indicación de un cartel que nos informa de que allá se encuentra el hotel, un buen lugar para conseguir información.
Los visitantes del hotel se van al interior en cuanto notan la presencia de los dos gobernantes, la molestia de Samuel es notoria y con paso decido va hacia la entrada, el recepcionista lo intercepta en la entrada con una falsa amabilidad.
— Estamos aquí para hablar con el administrador —digo antes de que este impulsivo haga algo agresivo— necesitamos información sobre este lugar.
— En ese caso les pido que me acompañen hacia el restaurante, el señor Paúl Lefevre está acabando de almorzar.
El interior del restaurante tiene arreglos característicos de las viviendas francesas del siglo XIX, Samuel mira extrañado cada uno de los cuadros que son homenajes a las antiguas burguesías, camino hacia el centro del comedor, la cual es la única mesa que está siendo usada.
— Bienvenidos, felicidades por lo que han conseguido —nos dice con un acento francés al tiempo que nos señala las sillas para que nos sentemos— ¿Ya comieron?
— Gracias por la invitación —digo mientras tomamos asiento— almorzamos antes de partir.
— Aunque la atención del lugar no fue de las mejores, los meseros rurales no saben como atender a gente importante.
Paúl bebe una copa de vino— Quizá algo les inquietaba —nos da una mirada analítica, especialmente a mi rostro— no todos los días se tienen clientes como ustedes.
— Eso quedo en el pasado —procuro tomar el curso de la conversación antes que Samuel— vinimos a pedir algo de información.
— Será un honor ayudar a los gobernantes del país ¿Qué necesitan saber?
Samuel apoya los codos sobre la mesa y se inclina hacia adelante— ¿Esta al tanto de lo que sucedió en Vitacura?
— ¿Quién no podría saberlo? Fue tema de conversación en todos los noticieros y radios.
— Queremos que nos diga si ha visto algo extraño en su villa —digo con calma, no quiero presionarlo— nuestra investigación nos dice que existe un laboratorio en estas tierras.
— ¿Un laboratorio químico? —su sorpresa parece sincera.
Pero no es capaz de convencer a Samuel que ya se ha levantado para mirarlo más de cerca— ¿No sabe nada sobre gas sarín o cocaína negra?
El humano sostiene su copa y le mantiene la vista a mi socio— ¿Qué es gas sarín?
— Samuel —no parece que me escuche, está concentrado intercambiando mirada con el anfitrión— Samuel.
— ¿Me prestaría un teléfono? Debo hacer una llamada —dice después de terminar de afrontar al dueño.
Paúl chasquea los dedos, el mesero se aproxima— Traigan el teléfono inalámbrico —el mesero se retira para regresar con el aparato— haga la llamada.
— Samuel —tengo un mal presentimiento— ¿A quién vas a llamar?
Saca un papel de su bolsillo y marca los números escritos, ambos lo miramos expectantes, por su relajada conducta nos es difícil entender que está haciendo.
— Alo, habla Samuel Supplicium, comiencen la redada, la villa es la fábrica.
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Los Iustitia: El inicio de la división
FantasyEl mundo ha sido gobernado por una raza mitad humana y mitad animal nombrada "animano", Chile no se libra de la expansión y este cambio traerá conflictos al interior del país. Ahora la familia Iustitia junto con otras cuatro más deberán mantener el...