Reducciones indigenas

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No puedo hacer nada más que observar en silencio, la confianza de Samuel provoca el interés de todos los presentes, incluyéndome.

El mapuche a su lado le da un codazo en el brazo de modo amistoso— Déjate de misterios y cuéntanos que vienes a ofrecer.

— Lo que propongo Tahiel es que reconstruyan su sociedad, la cultura mapuche debe resurgir.

— No es primera vez que se nos promete algo parecido —comenta la anciana.

— Espera Inara —le interrumpe Tahiel— dejemos que nos explique como planea conseguir eso.

— Gracias —contesta Samuel, me sorprende que alguien tan agresivo conociera esa palabra— estamos al tanto de que las reducciones indígenas no fueron las medidas correctas.

— ¿Qué no fueron las medidas correctas? —el mapuche de pantalones rotos se da una palmada en la pierna— sus políticas destruyeron nuestra sociedad, nos obligaron a trasladarnos a tierras que solo entregan dolor y decepción —mueve su dedo indice apuntando a Samuel, tengo la sensación de que si este pudiera alcanzarle el dedo se lo quebraría, pero se le ve sereno, como el mar antes de la tormenta— tu gente sabia que nos estaban entregando.

— Basta Yaco —Tahiel procura mantener el control de la situación— no vinimos a discutir sobre el pasado, sino a mejorar el futuro.

— Nada va a mejorar si nos sacan de donde estamos —le contesta, luego vuelve a encarar a Samuel— ¿Adónde planean arrojarnos ahora?

— Ustedes y yo viviremos en las zonas de Chiloe.

— ¿Nos iremos a tierra del fuego? —Yaco no se ve convencido— ¿Qué piensan los aonikenk?

— ¿Los Tehuelches? —aclara Samuel— tenemos que negociar con ellos también, pero no les propondremos algo sin saber que ustedes apoyan la idea.

— No les quitaremos sus tierras —le dice Yaco a Tahiel— después nos dejarán matándonos entre nosotros por un metro cuadrado de tierra para pastar como paso antes.

A excepción de Tahiel parece que todos están de acuerdo.

— No necesitan pelear por tierras —insiste el jefe Supplicium— habrá suficiente espacio para todos.

— ¿Qué harán con nuestras tierras? —pregunta la joven.

— No tenemos planes para ella.

Yo tampoco se sobre eso, aunque tampoco entiendo su idea de reunirlos a todos en ese lugar.

— Entonces —la anciana Inara se acomoda en su silla— ¿Cuál es el punto de reunirnos en ese lugar?

— Crearemos una mini sociedad animana —dice Samuel con seguridad— mostraremos que la vida de los animanos es envidiable, ustedes tendrán los mejores beneficios, serán el referente para la gente de este país.

Ninguno parece convencido, más bien se miran entre sí, me da la sensación de que preferirían conversar en privado sobre si aceptar la propuesta o no.

— Saldremos para que conversen —por lo que veo Samuel intuyo lo mismo.

Ambos abandonamos la casa, nos alejamos de la vivienda, noto cierta seguridad en Samuel.

— ¿Qué te pareció el primer round? —me pregunta mientras mira las otras casas, los residentes nos observan por la ventana o lo más probable es que me observen a mí.

— ¿Primer round? ¿Tendremos más?

— Claro que van a ver, ellos no dirán que si de primeras —me da un empujón en el brazo— negociar y pelear es parecido —me lanza golpes que se detienen cerca de mi rostro— siempre saldrás golpeado en las peleas, es inevitable perder algo en las negociaciones, solo debes reducirlo la perdida.

Retrocedo inquieto, en cualquier momento me dará un golpe en la cara— ¿Qué piensas que van a rechazar?

Se guarda las manos en los bolsillos— Ni idea, pero tampoco me importa, al final nosotros ganaremos esta pelea.

— Solo prométeme que esto no se saldrá de las manos —el paisaje no tiene lugar para ocultar soldados y tampoco tiene teléfonos fijos para llamar.

— ¿Crees que soy un matón? —suena ofendido.

— ¿Qué? —doy un paso hacia atrás al notar que avanza.

— ¿Crees que soy un matón? ¿Qué me la paso el día buscando gente con la que pelear? Contéstame, vamos, esto es una conversación entre dos adultos.

— Claro que lo pienso —todo mi cuerpo se endurece, preparado para un ataque— todo lo que has hecho es atacar gente.

Me toma por los hombros— Claro que me la paso buscando pelea —lo hace sonar como si fuese algo bueno— puede que seas veinte años mayor, pero sí que te faltan cosas por aprender, en la pelea conoces el caracter de la gente

Me quito sus brazos de encima— Con semejante confianza deberías tener cuidado, entre más alto te encuentras más dura es la caída.

Mi comentario no parece asustarlo— El día en que caiga este país entero va a temblar.

Tahiel nos llama desde la puerta para que regresemos, al entrar los siete representantes mapuches nos observan fijamente mientras Tahiel se para delante de ellos— Hemos llegado a un veredicto, no deseamos ser trasladados al extremo sur del país.

Miro de reojo a Samuel, se ve impávido, ni siquiera da una respuesta verbal, tengo deseos de hablar, pero algo me dice que me mantenga callado.

— Aun así —continúa Tahiel— deseamos formar parte de la nueva sociedad, consideramos que los animanos son una oportunidad para cambiar las cosas en este país, permita que nos transformemos, no necesita darnos algo a cambio.

— ¿Son conscientes de que al no trasladarse quedaran expuestos a posibles agresiones por parte de los humanos?

— Nada diferente a lo que sucede con nosotros hoy en día —responde la anciana— nuestro pueblo lleva siglos siendo maltratado y despreciado por una parte de la población.

— Pero sabemos defendernos —aclara Yaco— siempre hemos sido capaces de superar la persecución y discriminación —el hombre me mira— tener una cabeza de animal no es un problema para nosotros.

Vuelvo a mirar a Samuel que ahora se ve satisfecho, al parecer no fue necesario un segundo round, pero la idea de fundar una ciudad animana se ve cada vez menos probable.

— Entonces haremos los preparativos —indica Samuel— necesitaremos que al menos 70% de la gente mayor de 18 años se vacune, es importante que se les aclare que la transformación genera esterilidad —me da una palmada en la espalda— mi compañero acá presente les dará novedades sobre cuando y donde se efectuara el proceso.

Le miro esperando una autorización para hablar, al notar que asiente con la cabeza abro mi boca— Les aseguramos que una vez se unan a nuestra sociedad contaran con todo el apoyo que requieran, incluso si ahora mismo no ven que la necesitaran.

Tras despedirnos de cada uno de ellos regresamos al auto que nos trajo, mientras nos alejamos puedo notar que Samuel se ve cada vez más feliz.

— Si me explicaras lo que estás pensando podría compartir tu alegría.

Me mira de reojo— Lo hemos conseguido Eusebio, la primera comunidad animana en este país.

— Pero estarán separados, eso los vuelve vulnerables, necesitarán protección.

Me rodea la nuca con su brazo, como si fuésemos cómplices de algún crimen— Y en cuanto estén en peligro, nosotros acudiremos como caballeros de armadura brillante —me da una palmada en la mejilla— la segregación esta por comenzar.

Los Iustitia: El inicio de la divisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora