Chambre

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Lefevre fue trasladado a la cárcel el Manzano de Concepción, aunque conseguimos la autorización para interrogar al sospechoso se nos pidió que un gendarmen siempre estuviese con nosotros mientras nos moviéramos por las instalaciones.

Cuando llegamos a la cárcel vemos las enormes paredes de cemento, tan altas que debemos elevar la cabeza para mirar las rejas de alambre, entre las paredes se encuentra un portón de gruesos barrotes y fuera de este se encuentra el gendarme que nos acompañara.

— Buenos días —nos saluda el encargado de escoltarnos— les agradecería que no hablasen con ninguno de los presos, les preparamos una sala para que puedan hablar con Lefevre.

— Así será —responde Rogelio por ambos.

El gendarme mira hacia una de las dos torres de vigilancia, hace una señal con su mano para que se abra el portón, pasamos a lo que podría decirse un patio delantero con varios edificios de un piso, todos se ven idénticos.

— ¿Qué son estos lugares?

— Son residencias para nosotros —señala hacia la izquierda— por ese lado tenemos la cocina y el comedor donde se nos sirve la comida.

Rogelio mira con detenimiento el tamaño de las casas— ¿Cómo hacen para mantener un lugar tan grande con tan poco personal?

 — Acá solo están un tercio de las fuerzas, el resto se encuentra en las zonas residenciales Noroeste y Noreste.

— Vaya, entonces no es tan complicado mantener el control del lugar.

El gendarme hace un sonido de disconformidad— Si por control se refiere a que nadie se fugue, entonces así es, pero aun teniendo tanta gente, es imposible prevenir que sucedan... cosas.

Noto frustración en el gendarme— ¿Qué clase de cosas se refiere?

Frunce el ceño molesto— No necesitan saberlo.

Al llegar a la entrada de la cárcel se nos pide que pasemos a una sala para ser revisados se nos asignan habitaciones diferentes, noto que la gendarme que me va a revisar esta nerviosa.

— ¿Sucede algo?

— No... es solo que... necesito que se quite la ropa.

 Que se ponga nerviosa por inspeccionarme es algo que me causa gracia, aunque no la culpo, debe ser incómodo inspeccionar a alguien tan influyente, comienzo a quitarme la ropa sin decir una palabra, estando desnuda se me pide que doble mis rodillas y las abrace con ambos brazos, ella se coloca unos guantes desechables para revisar mi cuerpo, ser inspeccionada es algo vergonzoso, especialmente cuando me pidió que me levantara para revisar entre mis piernas, mis mejillas se pusieron rojas.

Tras finalizar la inspección me vuelvo a colocar la ropa.

— Gracias por su cooperación —dice en un tono amable, pero aun nervioso— este no es el procedimiento habitual... pero en vista que estará en una sala con uno de los presos, tenemos que tomar medidas adicionales.

Sonrió para demostrarle que todo está bien— Usted está haciendo su trabajo, es nuestro deber ser un ejemplo para la nación y eso comienza desde actos privados como este.

— ¿Puedo preguntarle algo indiscreto?

— Adelante —le contesto mientras me coloco los pantalones.

— ¿Usted realmente confía en los animanos o solo sigue las instrucciones de su papá?

— Pienso que ya es momento de avanzar hacia donde el mundo se mueve —termino de colocarme mi ropa— rechazar a los animanos produjo que nos estancáramos como nación, si queremos progresar debemos aceptar el cambio.

La gendarme se quedó en silencio por un momento— Supongo que las cosas no pueden ser peor que durante el gobierno anterior... en este lugar pasaron cosas horribles... quisiera poder olvidarlas.

Me acerco a ella para colocar mis manos en sus brazos— Y los causantes de esos actos ya están arrestados, no permitiremos que actos inhumanos vuelvan a suceder.

Tras terminar la inspección me vuelvo a reunir con Rogelio que camina extraño— ¿Está todo bien? Estás caminando extraño.

— ¿Caminar raro? —mira hacia la sala en que fue revisado— tiene que ser idea tuya, todo está bien, solo me revisaron —se da una pequeña pausa— aunque fueron bien profundos ¿Cómo estuvo tu inspección?

Su cara exclama incomodidad— Supongo que mejor que la tuya —noto que nuestro gendarme guía regresa— mejor vamos a lo que vinimos.

— Sí, tienes razón, la interrogación.

Desde el sector de recepción cruzamos una puerta que lleva a múltiples pasillos, quedamos sorprendidos por la cantidad de caminos que se pueden tomar, si estuviésemos por nuestra cuenta de seguro nos perderíamos.

— ¿Adónde llevan los otros pasillos? —Rogelio ya está comenzando a caminar de modo normal.

 — A los bloques de presos, cada bloque tiene un patio común para que ellos puedan tomar sol y estirar las piernas durante algunas horas, pero nosotros iremos al fondo, a unas salas que se dejaron de usar ahora que los animanos gobiernan.

La sala del fondo tiene una silla, por lo limpia que se ve pareciera que fue recientemente arreglada, pero al mirar con detenimiento en las esquinas puedo notar manchas de sangre, incluso ante semejante pulcritud siento algo tétrico en su interior, al punto que me incomoda estar dentro, no tengo dudas de que este lugar fue usado como cuarto de torturas, al mirar a Rogelio percibo que también se dio cuenta de la clase lugar en que estamos.

— Carolina —su voz suena seria— júrame que nunca volveremos a esos tiempos.

Le contesto en el mismo tono— Claro que no, nos aliamos para crear un mejor Chile.

Unos pasos se escuchan detrás de nosotros— ¡Por favor no quiero entrar allí! —al mirar notamos que Lefevre forcejea para no entrar a la habitación— ¡Juro que no hablaré, no  tengo nada que decir, solo déjenme encerrado! 

Al notar que somos nosotros los que vamos a interrogarlos su actitud preocupada se desvanece, permite que lo lleven a sentarse a la silla, mientras dos guardias con pistola en mano vigilan desde la entrada.

— ¿Y ustedes quienes son? —pregunta el francés confiado.

Me acerco a Lefevre— Selina Iustitia, estamos aquí para hablar un poco. 

El prisionero suelta risa contenida— No tengo nada que contarles, yo solo tenía que ignorar lo que estaba pasando.

 Rogelio se cruza de brazos mostrando su disconformidad con la respuesta— Aun así, alguien debió contactarte ¿Quién fue el responsable de hablar contigo?

— Han sido casi 10 años —dice despreocupado— es difícil recordar nombres, incluso rostros.

Rogelio y yo nos miramos a los ojos pensando que podríamos negociar, ambos no queremos recurrir a la violencia, este es uno de los momentos en los cuales debemos mostrar que somos un nuevo gobierno.

Los Iustitia: El inicio de la divisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora