Por un momento se me olvidó respirar y
experimenté esa asfixia agobiante que
podría producirme una muerte horripilante.
En ese instante sentía como se llevaban a rastras mi alma desolada,
pero mis esperanzas de vivir le amarraban con un lazo de luz.
Me sujetaba la garganta con las dos manos,
como acto reflejo.
Esa lucha que protagonizaba mi alma estaba a punto de extinguirse.
Mi cuerpo pesaba demasiado,
ya no podía resistir en mantenerlo en pie y
caí de rodillas.
Sentía como mis ojos se salían de sus cuencas.
Estaba sin fuerzas,
solo un hilo nos conectaba a mi espíritu y
a mi cuerpo blanco casi sin vida.
Unas tijeras surgen de la nada
y corta ese fino hilo platino,
caigo al fin de bruces.
Cogí mi último suspiro.