Siento volver de esta manera, pero lo necesitaba.
No quiero volver loca a la gente. Mi mente necesita un respiro.
He cambiado y lo sé; lo siento en la manera de escribir, aunque no me quiero convertir en mantequilla que con el calor se deshace y su sabor sea como lamer el suelo.
Pero hay a veces que el alma pesa demasiado y parece que desea salir del pecho como una explosión instantánea.
Ya ni siquiera escribo para los demás porque yo ya estoy tan rota como el jarrón decorado con pequeños dragones chinos y que tenía pinceladas doradas en sus numerosas escamas y que ahora descansa en el suelo de mi salón, aún escucho como esos dragones agonizan entre sueños y pesadillas.
Hay en ocasiones que ni el silencio me calma y que solo necesito esa magnífica voz gritándome al compás de los tambores y de las cuerdas vibrar.
Aunque echo de menos ese sentimiento que hace mucho tiempo mi corazón presenciaba y adoraba, pero ahora solo me produce náuseas, ¿ y sabes por qué? Porque nunca volverá a mí.
Porque desapareció como los deseos escritos en un papel higiénico, como las almas sagradas que agradecía su existencia, como cada una de las palabras que te recité una y tantas veces, pero ya ves, ya lo habrás olvidado en tu mente corta y despiadada, ha desaparecido.
Te habré aburrido con mi triste vida y no leerás entera mi nota del reencuentro.
Te contaré una historia.
Su pelo anaranjado se removía por el viento del otoño, el cielo estaba cubierto por nubes ennegrecidas cargadas de la próxima lluvia que se maquinaba; aún así caminaba alegre aspirando el olor húmedo que tanto le agradaba.
Muchas hojas resecas dormían en la paz infinita, ese momento llegará, pensó, y espero que sea pronto, pensó también.
Sonaba el crujido al pisarlas con sus zapatos desgastados, le llamó la atención una en particular. Era violeta y a pesar de que ya había caído del árbol procedente, tenía aún su belleza inusual y el tacto suave y exótico. Escribió en él un poema con tinta negra como la sangre que brotaba del estómago.
La dejó volar.
Puede que alguien lo lea o a lo mejor se esconda en las tinieblas del sin saber, pensó desolado.
El caso es que siguió caminando y encontró otra hoja violeta, la acunó en la temblura de las palmas de sus manos, frunció el ceño, en ella había un poema también. Miró el recorrido de su camino hasta donde su vista alcanzaba y cogía cada hoja violeta, cada palabra se le clavaba aún más hondo que la anterior.
El líquido recorría su piel ya pálida.
Los árboles desnudos, acariciaban con sus ramas su espalda marcada por los huesos.
Y la dejó volar.
Las lágrimas ya no podían resistirse y salieron a flote, su sabor perdió el encanto salado y cogió el efecto de la sabia.
Las hojas descansaban tranquilas en el frío suelo, unas pequeñas gotas se deslizaban en ellas, se desquebrajaban y se convertían en ceniza.
Y se dejó llevar.
Su pelo azulado se removía por el viento del otoño, el cielo estaba cubierto por nubes ennegrecidas cargadas de la próxima lluvia que se maquinaba; aún así caminaba despierto, esperando con ansias la respuesta correcta para entender su existencia.
Muchas hojas resecas dormían en la paz infinita, ese momento llegará, pensó, y espero que sea cuando el mundo duerma conmigo, pensó también.
Y una hoja violeta se encontró en su camino, extrañado leyó el poema en alto.
Nunca entenderás el verdadero significado,
ni siquiera yo pude.
Mira a tu alrededor
y mira en tu interior,
nada es para siempre
y las personas tampoco lo son.
Todo es un engaño,
hasta yo mismo me hice daño,
no creí, no pensé
que la vida me vino del revés.
Y que cada gota cuenta,
y que cada estrella cuenta,
y que cada latido cuenta,
para darte a entender
que el mundo es tan pequeño
como la mano en un puño.
No mires atrás,
pero tampoco te caigas por el acantilado.
Ten suerte.
Y déjalo volar.
Tampoco él pudo averiguar lo que en realidad significaba y se dio cuenta que todo desvanecería tarde o temprano.
Rompió a llorar encima de la hoja porque deseaba con sus fuerzas entender la miseria de este planeta desgastada.
Pero la dejó volar y también dejó volar a su alma.
Y aquella hoja violeta descansaría para siempre porque una vez pensó que la leerían.
O que se ocultaría en las tinieblas del sin saber.
Fin.
*Tengo pensado volver a escribir aquí, si quieres me lees y si no...Seguiré escribiendo.