Efectos del vino.

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Sin rumbo fijo y con ojos vendados canto la melodía final de este día oscuro. Apunto con el dedo índice al culpable que me arrojó a este destino irreparable.

Oídos sordos, subo mi tono; la copa estalló entre tus dedos propios de un granjero de tercera; tu piel adquirió el rojo vivo de ira como los metales a punto de fundirse. Yo en cambio me transformaba cada vez en ese color horrendo que tenían las cortinas que una vez fueron color vino.

Tantas botellas que recorrían libres por nuestro salón y que su sabor se te escapaba de entre los labios resecos y encías desnudas.

Cada paso ciego pisaba los cristales rotos que sujetaba nuestra felicidad condicional.

Rompí el mito de los finales felices.Agradecí que mis últimos minutos fuesen bailando junto con los sueños extinguidos y al son de mi voz rota.

¿Para qué llorar si pude cantar lo que mis pulmones estaban acostumbrados a soportar?

No pude elegir mi camino de rosas, me desvié al de espigas, hasta arrojarme a otro destino más llevadero.

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