3. El accidente parte I

181 8 1
                                    

El viernes me despierto con un dolor en el estómago tremendo. Y corro al baño a vomitar.

—¡Hostia, alguien está de resaca!—grita Elena con una taza de cereales en la mano.

—No grites joder.—gruñe Alison desde su habitación.

Y, cómo no, ante esto, Len suelta un grito.

Cuando voy a la cocina y me siento Len me pone encima de la mesa otra taza de cereales.

—Así después de lo que acabas de soltar asientas el estómago.

—Gracias.—a esto me da un beso en la frente y se sienta enfrente de mí.

Nunca dejará de sorprenderme su aguante para beber, puede emborracharse tranquilamente y estar como si nada al día siguiente.

—Vale, ahora cuéntamelo todo.—me mira con los ojos curiosos abiertos como platos.

—¿Qué quieres que te cuente?

—A ver, anoche desapareciste de mi vista a las cinco y media de la madrugada más o menos, y ya no te volví a ver, ¿qué estuviste haciendo?

—Salí a fumar, Hugo me pidió fuego y fumó conmigo, después estuvimos hablando y me acompañó a casa.

—¿Eso es todo?

—No.

—Tú eres tonta. Vamos, qué más.

—Me besó.

Elena grita, yo no sé si es de emoción o por hacer rabiar a Ali.

—¡Elena!—grita la americana cada vez más enfadada.

Por si se me olvidaba comentarlo, Alison nació en Estados Unidos y vivió allí hasta los trece años. Habla perfectamente castellano porque su madre es española, pero aún así tiene un marcado acento.

Elena y yo reprimimos carcajadas.

—¿Y algo más?—pregunta mi prima, siempre ha sido una cotilla.

—Me acompañó a casa.

—¿Está aquí?—empieza a correr por el pasillo—¿Dónde está?

—Que no, imbécil, me acompañó al portal y se marchó.

—La imbécil aquí eres tú, ¿cómo no le dijiste que subiera?

—¿Para qué?

—¿Cómo que para qué?—en este momento se tira del pelo. Yo me quedo mirándola.—Eres muy inocente.

—Me gusta ir despacio.—tras esto le doy un sorbo a la leche.

—Sí sí, despacio. Por cierto, ¿has vuelto a fumar?

—Un poquito, por el estrés.

Elena me mira con cara de desaprobación, pero dada la semana que llevamos, lo comprende y deja los sermones para luego.

—Y tú que, ¿ligaste?—pregunto mirando a la taza. Ella se sienta a la mesa.

—Pues bueno, yo no sé si llamarlo ligar la verdad.

—No me extraña, tu concepto de ligar si no te traes a esa persona a casa no sirve.—me mira mal, supongo que irá en broma.—Pero vamos, continúa.

—Pues resulta que uno de los que estaban con tu chico me lanzaba fichas, perreamos y tal pero no pasó nada porque no me apetecía.

—No es mi chico.—gruño poniendo los ojos en blanco.

—Bueno, lo que sea, sigo. Salgo fuera con el tío en cuestión y me empieza a preguntar si nos vamos a un sitio más privado y tal, yo le respondo que no pero insiste. Le sigo respondiendo que no y me agarra del brazo, a lo que yo reacciono con una bofetada, porque sabes que odio que me agarren del brazo. En definitiva, se enfada y levanta la mano supongo que era para darme, y ahí aparece. El tío más guapo que vi nunca, lo separa de mí y lo empotra contra la pared. Le dice que no me vuelva a molestar y el otro sale corriendo.

Al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora