7. La casa

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Al final lo que iba a ser una copa se convirtió en cuatro rondas más. A medida que la conversación ha ido avanzando, más necesidad hemos tenido Len y yo de desinhibirnos.

—Vaya vaya, parece que han vuelto las chicas de ciudad.

Elena y yo nos giramos cuando escuchamos este comentario.

—Piérdete, Enzo.—suelta Elena fulminándolo con la mirada.

—Con qué humos venís. Al final no habéis dejado de lado vuestra esencia.—dice entre risas.

—Nuestra esencia no sé, pero nuestra alergia a los imbéciles ya te digo yo que no.—suelto con desdén.

Ante esto, sus amigos estallan en carcajadas, burlándose. Enzo decide marcharse avergonzado y dejarnos tranquilas, pero no perdemos el contacto visual hasta que no vemos que se aleja lo suficiente.

—En serio, nena. El peor error de tu vida.—suelta Len.

—Ya te digo.-digo antes de darle un sorbo a la copa.

—¿Cómo pudiste salir con ese idiota?—pregunta curiosa y con una sonrisa traviesa.

—Técnicamente no fue salir.—puntualizo.—Pero chica, tú también has tenido tu primer fallo amoroso.

—Uf sí, mejor no me lo recuerdes.—tras esto pone los ojos en blanco.

Las dos nos reímos escandalosamente. Nos viene muy bien algo de distracción en estos momentos. Y estamos en el sitio perfecto.

—¡Madre mía! ¿Pero quién está aquí?

Cuando me doy la vuelta veo a Clara. Ella, Elena y yo éramos inseparables de crías.

La saludo y me levanto para darle un abrazo muy fuerte. La invitamos a que se siente y así hace.

—Camarero, tomaré lo mismo que estas dos delincuentes.—dice guiñándonos un ojo.

Clara es un año menor que nosotras, por eso ella se ha quedado en el pueblo terminando sus estudios, mientras que nosotras nos hemos marchado a la universidad.

—Y contadme, ¿qué tal por allá? ¿Cómo es la vida universitaria?

Elena y yo nos miramos.

—Es la hostia en verdad.—digo finalmente.—Faltar a clase cuando quieres y las fiestas son lo mejor.

—Y ligar en las fiestas ya no te digo nada.—dice Len.

Las tres nos echamos a reír.

—Que guay, me alegro mucho de que estéis contentas. Para el año ya me sumo a vosotras.

Qué envidia su inocencia. O más bien, qué envidia una vida normal.

—¿Y por aquí cómo van las cosas? ¿Muchos escándalos?—pregunta Len.

—Que va. Este pueblo está muerto. La gente o estudia fuera o se queda trabajando en el mar. Y bueno, los que quedan...

Clara se ve interrumpida por las escandalosas risas que vienen de la mesa de Enzo.

—Son imbéciles. Nos hemos dado cuenta.—digo con una media sonrisa al ver su cara de asco.

—¿Ya te lo has encontrado?—pregunta poniendo los codos sobre la mesa y la cara en las manos.

—Ha venido a tocar las narices hace un minuto.—explica Elena.

—Entiendo. Sobre eso, agarraos...—Len y yo nos inclinamos un poco para escuchar mejor el cotilleo.—Resulta que se dice que no ha superado lo vuestro. Y que andaba por ahí diciendo que cuando te viera iba a pedirte volver.

Al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora