14. La pelea

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Somos los últimos en salir de la casa, teniendo a los demás esperando frente a la puerta. Cierro con llave y engancho a Len por el brazo empezando a caminar hacia mi casa.

—He visto a Clara.

Elena tensa su cuerpo y cuando la miro veo que intenta no ponerse a temblar.

—¿Te ha dicho algo?—pronuncia torpemente.

—No mucho. Ha flipado con cómo era el altillo de abuelo y me ha dicho que cuando quiera verla que la invoque.

—¿Eh? ¿A qué se refería con eso?—pregunta Len con los ojos muy abiertos.

—Y yo qué sé, Len. Todos los putos espíritus hablan en código y sin manual de instrucciones, eso si hablan.

Ella suspira y cuando la miro veo que intenta evitar las lágrimas.

—Ojalá poder apagar los sentimientos, Mel. No quiero sentir más dolor.

Entonces una lágrima se le escapa y Ali, que en ese momento venía detrás, la abraza por sorpresa. Yo la imito creando así una especie de abrazo protector para reconfortar a Elena.

Cierro la puerta tras de mí al entrar en mi habitación.

—Está bien, ¿qué tenemos?—pregunto acercándome a la cama y poniendo los brazos en jarra.

Sobre la cama descansan el bote que hemos encontrado Hugo y yo, un par de libros enormes con los lomos de cuero desgastados y un enorme saco cerrado.

—Ali y yo encontramos los libros en el falso fondo de la estantería—empieza Lucas.

—Y Mel y yo el bote con las hierbas—continúa Hugo.

Entonces todos miramos a Len, esperando a que nos dé explicaciones sobre el saco.

—Yo...lo vi y me dio la impresión de que sería algo importante.

—¿Lo has abierto?—pregunta Alison.

—No.

Cuando estoy a punto de quitar la cuerda que cierra el saco, el sonido de varias sirenas me detiene.

Rápidamente nos acercamos todos a la ventana y observamos la escena que se está produciendo en el muelle.

—¿Ese es...?—empieza Len, abriendo mucho los ojos.

—Berto—acabo por ella.

Sin pensarlo salgo corriendo, primero de mi habitación, y luego de la casa con la intención de frenar lo que parece ser otra tragedia más.

Berto se está peleando con otros tipos de forma descontrolada, ellos le superan en número y la cosa puede acabar muy mal.

Llego al muelle y me encuentro con la siguiente escena: Berto pegándole sin piedad a un hombre contra uno de los coches aparcados. Otro tipo en el suelo, inconsciente y por el que seguramente está acercándose una ambulancia. Y otros dos hombres que se acercan a la escena a la defensiva, por lo que estoy totalmente convencida de que Berto tiene todas las de perder.

La policía acaba de llegar y se interpone en el camino de los dos sujetos para agarrar a Berto, pero se detienen cuando grito:

—¡Berto! ¡¿Qué estás haciendo?!

Él me observa con una expresión de furia y confusión. Acto seguido eleva el puño derecho cubierto de sangre y se vuelve hacia el hombre al que tiene acorralado, este tiene el rostro enrojecido y amoratado, pero lo que más miedo me da es que no abre los ojos.

—Esto no va contigo, Mel.

—Va en el momento en el que mi amigo se mete en una pelea como un imbécil.

Al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora