11. La fiesta

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Cuando nos bajamos del coche y empezamos a sacar neveras y mochilas, echo un vistazo al ambiente.

—¿Tú ya sabías que venían Enzo y sus secuaces, no?—pregunto dirigiéndome a Clara.

—Sip.

Cierra el coche y se aproxima al resto de gente al grito de: ¡Ya está aquí el alma de la fiesta!

Captando la atención de la mayor parte de los presentes.

Elena y yo vamos saludando a nuestros conocidos, sin pararnos mucho para no dar demasiadas explicaciones.

Mientras estamos colocando nuestras botellas junto a las del resto, me dice:

—¿No echabas de menos estas cosas?

Yo me vuelvo hacia la fiesta y suelto con nostalgia:

—Sí Len. Sobre todo cuando nuestras vidas eran normales.

Ella se ríe y brindamos.

La verdad es que el ambiente es bueno, la gente o está bailando o incluso bañándose en el lago.

Me quedo observando con una sonrisa divertida a los que se lanzan al agua desde una piedra alta con una tirolina y escucho una voz a mi izquierda.

—¿Tú también vas a tirarte?

Cuando me vuelvo me sonríe Berto, el único de los amigos de Enzo que es de mi agrado. El único que es mi amigo.

—Que va, sabes que no tengo fuerza en los brazos.—digo con una sonrisa.

—Bueno, a lo mejor si pruebas te sorprendes.—me da un pequeño golpe cariñoso con su hombro.

Lo que provoca en mí una pequeña risa.

—A lo mejor.—susurro llevándome el vaso de plástico a los labios.

—Estás rara.—suelta de repente.

—¿Qué quieres decir?

—Nunca has sido una chica aburrida. Pero aquí estás, en vez de divertirte bailando, saltando al lago, te estás aferrando a la mesa de las botellas, quieta.—él estudia mi cara, la cual intento mantener inexpresiva.

—Tengo muchas preocupaciones últimamente.—suspiro.

Él me mira con confusión.

—¿Ves esto?—pregunto señalando los puntos en mi cabeza.

—Joder, Mel. ¿Qué te ha pasado?

—Un accidente.—me limito a contestar.

—Ya te pudiste dar un buen golpe.—dice girando mi cabeza hacia sí para ver mejor.

—Siempre he sido muy torpe también.—sonrío mientras le devuelvo el golpe con el hombro.

—Pero, ¿estás bien no? Puedes divertirte.—pregunta mirándome cómplice.

Yo lo miro con una sonrisa divertida.

—Pues sí, me has pillado.

Entonces Berto tira de mi brazo y me arrastra a bailar entre la gente. Nos movemos juntos al ritmo de Mi Vecinita y yo me siento extremadamente cómoda, lo que hace que me mueva libremente.

—Ésa es la Mel que yo quiero ver.—suelta agarrándome la mano y obligándome a dar una vuelta.

El alcohol hace su efecto y sólo me doy centrado en el ritmo de la música.

Fuera preocupaciones y miedos, pienso aferrarme todo lo que pueda a lo normal.

Berto pasa su brazo por mi espalda desnuda y me pega a él, lo que provoca que mueva mi abdomen a su mismo ritmo.

Al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora