—Vamos, despierta.—exijo a mi no prima dándole palmaditas en la mejilla.
Parece que recobra el sentido. Y cuando despierta, se retuerce de dolor mientras que empieza a flotar humo en el ambiente.
Me mira y sus ojos son completamente rojos. Su rostro es completamente malvado.
—Qué me has hecho.—pronuncia enfurecida con la voz distorsionada de Elena.
—Pues voy por orden: primero te he dejado KO.—mis manos enumeran al igual que mis palabras.—Después te he arrastrado al sótano. Tercero he empapado cuerdas en agua bendita porque no te gusta y por último te he atado a uno de los pilares de la casa. Todo eso evitando dañar a Elena, ¿algo más?
Me mira con una furia indescriptible, pero lo es más el dolor que debe sentir cada vez que se remueve.
—Muévete todo lo que quieras. No eres Elena, no me das pena.—expreso con odio.
—Si me haces daño, le harás daño a ella.—dice entre jadeos y miradas asesinas.
—Yo eso no puedo saberlo. Y esto es una oportunidad. Ella lo entenderá.
Como si le hubiera contado un chiste buenísimo, una risa perturbadora y malvada sale de Elena.
—¿Qué te hace pensar que la voy a dejar libre, niña?
—Tendrás que hacerlo.—concluyo rociándola con agua bendita, lo que provoca unos incesantes gritos.— Encontraré la manera y te obligaré.
—Aunque puedas sacarme de aquí, nunca la dejaré.
—Oh, sí lo harás —me acerco mucho a su rostro para susurrar— porque te mataré, otra vez.
Entonces intento esbozar la más retorcida de mis sonrisas, no voy a darle el gusto de dejar que me vea débil.
Cuando miro a mi izquierda, veo a mi abuelo aparecerse en una sombra que a cada segundo va cobrando forma y volumen.
—Melinda, ¿qué le haces a Elena?—la observa durante un instante, como si le estuviera leyendo el alma.—Ésa no es Elena.
—He tenido que improvisar. Me dejas sola cada dos por tres y se me está acabando la imaginación.—contesto encogiéndome de hombros.
Abuelo me mira con expresión de que no tengo remedio.
—Me está encantando esta reunión familiar, pero estoy muy ocupada planeando vuestra muerte.—el espíritu mira a abuelo y luego a mí para continuar.—La tuya y la de Elena, claro.
—Tú te callas.—espeto echándole más agua bendita.
Abuelo se fija en el tanque que tengo detrás y que está conectado a la manguera.
—¿De dónde has sacado el agua bendita?
—Tengo mis recursos.—digo con expresión inocente y me vuelvo hacia Elena.—Pero vamos a ver, vas a contarme todo lo que quiero saber. Y si no, ya sabes. ¿Lo pillas?
Ella se vuelve a reír y me mira maliciosamente.
—Eres estúpida, no te tengo miedo.
—Yo a ti tampoco, zorra.—la encañono otra vez con la manguera.—Pero deberías temer a esto.
Abuelo baja mi mano antes de que pueda echar otro chorro.
—Tiene razón.—dice mirándome con pesar.—Si sigues así, puedes incluso matar a Elena.
—¿Cómo?—pronuncio, estupefacta.—Vamos a ver, eso no tiene sentido. Las posesiones de toda la vida se curan con agua bendita, ¿no?
—Sí cariño, pero lo que no cuentan las películas es que sólo los humanos más fuertes sobreviven a todo ese dolor.
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Al otro lado
Mystery / ThrillerNo recuerdo en qué momento mi vida se convirtió en un caos absoluto. Imagino que siempre lo ha sido. Pensé que con el tiempo, a medida que me iba haciendo mayor, podría tener una vida normal, llena de cosas normales. En cambio, no lo ha sido. Descon...