Capítulo 23

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—¡Mira! Por ahí vienen —exclamó Katniss saludándolos con la mano.

El carro de Finnick ascendía la colina con su bulliciosa familia casi al completo, a falta de Rory, que cumpliendo con su obligación se había quedado a cargo del rancho. Los animales no entendían de días festivos y, pese a ser domingo, había tareas imposibles de eludir.

Finn redujo la marcha a las puertas de la casa e hizo un giro para colocarlo junto al granero. Los muchachos bajaron en tropel y se acercaron corriendo hasta donde se encontraban sus tíos. Tras ellos, venía Annie con el bebé apoyado en la cadera y una cesta en la mano. Finnick desenganchó los caballos y los hizo entrar en el establo. Salió y cargó un parde cubos de agua para dar de beber a lascaballerías.

—Tío Peeta, ¿asistirá mucha gente a la inauguración? Seguro que habrá música —preguntó Rue entusiasmada con el viaje. 

Sus hermanos continuaron preguntando a un tiempo, interrumpiéndose unos a otros sin dejar de discutir por ser el primero en saber qué iban a ver. Ninguno de ellos había estado antes en una celebración de ese tipo y durante un buen rato abrumaron a Peeta.

—No pensé que vendrías con nosotros —comentó Katniss a Vick.

El chico ya era demasiado mayor para excursiones con sus hermanos, y Katniss creyó que preferiría pasar el día en su rancho o en compañía de Delly antes que ir con ellos.

—Es preferible estar un día al cuidado de mis hermanos que recibiendo órdenes de Rory. Cuando mi padre no está, se cree que es mi capataz y me trata como un tirano. Y Delly está insoportable —comentó con cara de enfado—. Desde que su padre ha comprado el almacén general, no piensa en otra cosa que en jugar a las tiendas.

Katniss sonrió compadeciéndose del muchacho, que parecía muy ofendido por haber pasado a un segundo plano en el interés de la chica. En realidad, algo había de cierto. 

La última vez que fue a la tienda, comprendió que Delly por fin había encontrado su vocación: tras el mostrador se la veía exultante, con una determinación y un don de gentes quesorprendía a todo el mundo. Su padre podía estar muy contento porque atendía a la clientela de una manera tan solícita y aduladora que a buen seguro el negocio sería el más próspero de todo Colorado.

—Toma un momento. Como no eche a andar pronto, va a acabar conmigo —se quejó Annie.

Le entregó el niño a Katniss y dejó la cesta en el suelo. Hasta el pequeño Tommy estaba alegre ante la novedad de un viaje. Annie indicó a Vick que fuera enganchando los caballos de su tío al carro nuevo e invitó a sus hermanas aayudarle. 

Peeta se acercó al establo con ellos y paró a hablar con Finnick, que ya salía sacudiéndose las manos en elpantalón. Desde allí, vieron a Annie y Katniss cuchichear entre risas. Finn enarcó las cejas al ver que su mujer, de espaldas a ellos, se levantaba la falda y las enaguas con disimulo, gesto que las hizo reír a carcajadas.

—No sé qué traman, pero empiezo a inquietarme —comentó Finnick—. Me siento como un conejo observado por un puma.

—¿Finnick Odair asustado? No me lo creo. Te estás haciendo viejo —añadió Peeta sonriendo con el ceño fruncido. No dejaban de observarlas, intrigados por saber qué se traían entre manos.

—Si hay una persona en este mundo capaz de meterme el miedo en el cuerpo, ésa es tu hermana —aseguró palmeando el hombro de Peeta—. Bueno, te dejo que Annie me reclama. No te he dado las gracias, pero me haces un gran favor llevándotelos a todos; ya no recuerdo lo que es un día entero de tranquilidad.

Peeta restó importancia al hecho, añadiendo que los chicos se merecían salir de Mockingjay Creek de vez en cuando y que tanto Katniss como él disfrutaban de su compañía.

Dama de tréboles (Katniss & Peeta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora