Capítulo 26

703 62 1
                                    

Primrose llevaba ya una tormentosa semana sin noticias de John Collins.

A primera hora de la tarde, salió por la puerta lateral del St. Joseph y, no había hecho más que acomodarse en su coche de paseo, cuando lo vio aproximarse a grandes zancadas. 

Azuzó al caballo y con gesto altivo emprendió un rápido trote para desaparecer cuanto antes de allí, pero John la alcanzó en una carrera y enganchó las riendas con una mano.

—¡Para y baja de ahí! Tenemos que hablar — ordenó. Prim forcejeó con él para hacerse con el mando, pero sus esfuerzos fueron infructuosos.

—¿Por qué habría de hacerlo? —protestó sin mirarlo, muy furiosa.

—Porque apenas me caben las piernas en ese carrito de juguete que conduces —replicó enfadado ante su obstinación—. ¿No bajas? Como prefieras.

Al ver que ella no pensaba ceder, detuvo aquel pequeño Buggie de los que llamaban «de doctor», y se sentó comprimiendo a Primrose contra el lateral. El vehículo estaba pensado para dos pasajeros a lo sumo, siempre que uno de ellos no tuviese la envergadura de John Collins.

—Usted y yo no tenemos nada de que hablar, señor Collins —afirmó alzando la barbilla.

—¿Ahora ya no soy John? ¿Vuelvo a ser el señor Collins? —preguntó irónico—. Me da igual, vas a escucharme te guste o no.

—No pienso hablar con usted. Su comportamiento me ha demostrado qué clase de hombre es.

John, con aparente calma, dirigió el coche hacia las afueras de Denver: necesitaba un lugar en el que pudieran hablar tranquilos, sin la presencia de curiosos. Cuando Prim comprobó que se dirigían hacia el norte por la calle Franklin e iban dejando atrás la zona más poblada, se impacientó al verse sometida a su voluntad.

—Quizá pretende usted llevarme a un sitio aislado para abusar de mí. La culpa fue mía por permitirle excederse de aquella manera y ahora me cree una mujer carente de moral —atacó con ira.

—¡Deja de decir tonterías! ¿Qué clase de hombre crees que soy? Me he propuesto respetarte hasta que nos casemos.

Aquella afirmación encolerizó a Prim de tal modo que empezó a golpearlo con furia y a propinarle empujones a la vez que intentaba arrebatarle las riendas.

—Maldito presuntuoso, ¡fuera de mi coche ahora mismo! —mascullaba con los dientes apretados.

John paró en una zona apartada, estupefacto ante la nueva faceta que acababa de descubrir en Primrose.

—Así que sabes maldecir —comentó divertido.

—Diga lo que tenga que decir y rápido —exigió ella con los brazos cruzados y mirando hacia otro lado. Él le tomó la barbilla y le volvió lacabeza con suavidad. 

Al principio, Prim se resistió pero no pudo evitar sucumbir al tacto de su mano. Lo miró con los ojos llenos de ira, aunque su corazón latía por él.

—Cariño, si cuando te muestras angelical me vuelves loco, tengo que reconocer que furiosa aún me gustas más. Primrose... —susurró.

La besó apenas rozándola, pero ella lo separó con cuidado. No pensaba caer rendida en sus brazos sin una explicación.

—John, te lo ruego. No juegues con mis sentimientos —suplicó más calmada—. Desde que nos conocemos, pasas a verme casi a diario, salvo cuando estás de viaje. Incluso hay días que más de una vez. Y ahora, ¿qué he hecho para no saber nada de ti de pronto?

—Vengo de tu casa.

—¿Después de una semana sin aparecer? Si pretendes que te crea...

—Si me dejas que te explique.

Dama de tréboles (Katniss & Peeta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora