Capítulo 9

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Cuando llegó a la altura del almacén de madera, Katniss ya había rodeado el hotel. Tras amarrar el caballo, se apoyó en la fachada del almacén dispuesto a esperarla. Amenazaba tormenta. Si tardaba en salir, entrarla a buscarla.

—¿Contemplando la punta de tus  botas, Mellark?

Alzó la vista, frente a él se encontraba Glimmer Keller, la persona que menos le apetecía ver en ese momento.

—Espero a mi esposa—explicó de mala gana.

—Esa pobre mujer.—Chasqueó la  lengua con fingida compasión—. Trabaja demasiado, con esos brazos
tostados y las manos tan estropeadas.

—Esas manos—advirtió en tono muy bajo— demuestran que no le tiene  miedo al trabajo. Puede estar muy orgullosa de ellas, aunque no sean tan blancas como las tuyas.

—No lo dudo—aclaró en tono conciliador— Parece valiente. ¿Quién lo iba a decir?

—Aléjate de ella—dijo en tono
amenazante.

Miró hacia el hotel, dando por
zanjada la conversación. Glimmer se acercó y se puso de puntillas. Sus bocas quedaron muy cerca. Peeta intentó echarse hacia atrás, pero se lo impedía la pared.

—Parece que me tienes miedo—Sonrió seductora—. ¿Ya no recuerdas lo que hubo entre nosotros?

—Entre tú y yo no hubo más que palabras.

—Hubo bastante más.

—Solo fue una estúpida pérdida de tiempo y poca cosa más—aseguró—. Le das demasiada importancia.

—Antes no pensabas así—musitó casi en sus labios— Te gustaba besarme.

Peeta se estremeció y cerró los ojos cuando sintió el calor de sus labios. Pero pensaba en otra mujer, en otra boca que recordaba tan dulce y lejana.

—Katniss...—susurró.

Glimmer se apartó de golpe y le dio una sonora bofetada. Peeta abrió los ojos y la retuvo por la muñeca mientras la miraba con rabia contenida. Un zumbido atravesó elaire y un destello plateado seguido de un golpe seco junto a su cabeza lo hizo reaccionar. De reojo distinguió el cuchillo de Katniss clavado en la pared a dos pulgadas de su cabeza.

No, eso no podía estar pasándole a él. Miró al frente. Allí estaba ella, muy quieta, con los puños apretados a los
costados. Los miraba con un desprecio que le hizo palidecer.

Nunca había visto en sus ojos una mirada tan fiera y a la vez tan herida. Glimmer entró en cólera y comenzó a maldecir e insultar a Katniss.

—Condenada asesina—masculló
asustada—. No sé qué viste en esa sucia salvaje. Menos mal que ha fallado.

—Ella nunca falla—aseguró para si tomando el cuchillo.

Sabía de sobra que el cuchillo se
había clavado justo donde Katniss había querido. Cuando volvió a girar la cabeza, ella ya desaparecía al galope inclinada sobre el cuello del caballo en una postura temeraria. ¡El caballo! Peeta cerró los ojos y de su boca salieron todos los exabruptos que conocía.

Katniss se había largado a lomos de su semental. Lo acababa de dejar en ridículo, solo y sin caballo.

Cuando Katniss descabalgó, le
temblaban las piernas. Incapaz de dejar escapar un sollozo, permitió que las lágrimas corrieran por sus mejillas por primera vez en muchos años. Se abrazó al cuello del appaloosa de Peeta con los ojos cerrados. El inquieto semental ni se movió, parecía entender toda la rabia y la desdicha que encerraban aquellos
gemidos en lengua lakota.

Dama de tréboles (Katniss & Peeta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora