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—Si hay alguien aquí que se manifieste.— por su postura pude adivinar fácilmente que trataba de mantenerse sereno, como si aquello no le intimidara en lo absoluto, sin embargo el temblor en su voz provocó una carcajada que no pude ocultar. Era bastante tierno verle de esa manera. —No ha pasado nada.— su ceño se frunció levemente, es cierto que debía darle algún tipo de respuesta.—¿Hay alguien más aquí conmigo?

Me acerqué al armario más cercano a él, pues me había dado cuenta de que a más cerca estuviera de él, más fácil me era el poder interactuar con el ambiente. Abrí levemente la puerta del armario, y pude ver perfectamente cómo alejaba las manos con el rostro lleno de terror.

—¿Te conozco?— en ese momento me acerqué a él y puse mi mano sobre la suya, su piel se puso de gallina mientras yo movía el puntero de madera hacia la palabra "sí".—¿Eres Hyun?—aquella pregunta me dolió un poco, sin embargo, mientras movía el mismo puntero hasta el "no", entendí que él seguramente no me recordaba.—Entonces... ¿Quién eres? No tengo ningún ser cercano a parte de él que haya fallecido.— su rostro se encogió por el miedo. Era entendible.

Comencé a mover el puntero, era bastante cansado, pues hacía mucha más fuerza de lo que parecía y, para ser sinceros, me alegré bastante de que mi nombre sólo tuviera tres letras.

—M...— suspiré, incluso si las tres letras se encontraban en la misma línea, se me hacía eterno llegar a cada una de las letras.—I... A.— me senté en la cama, bastante cerca de él, era agradable poder sentir su calor. 

Tal vez, cuando nuestros puestos eran los contrarios, ¿él también había podido sentir el calor que desprendía mi cuerpo?

—¿Mía?, ¿ese es tu nombre?— nuevamente moví el puntero hacia el "sí".

—Si pudieras escucharme todo sería mucho más fácil y rápido.—me quejé, aquello se haría eterno.

—¿Qué demonios?— giró su rostro hacia donde me encontraba sentada, sin embargo sus oscuros ojos no me miraban a mí, miraban alrededor de donde mi voz había sonado. ¿A caso él me había oído?

—Me... ¿me oyes?— pregunté, con el corazón en el puño, y mientras sus ojos se mantenían en busca de algo, asintió.

No podía creermelo.

—¿Quién eres?— me reí levemente, era realmente tierno ver a aquella persona que, en mis recuerdos no temía a nada ni a nadie, verla tan asustada sólo por mi voz.

—¿Entonces no puedes verme?_ negó con la cabeza, suspiré un poco desanimada, me hubiera gustado que aquello funcionara, pero por lo menos ahora podía oírme.—Soy Mía.

—Pero no conozco a ninguna Mía.—su rostro mostró bastante duda.—¿Eres un demonio?, ¿un alma errante?, ¿un fantasma? o ¿un espíritu?— volví a reírme, pues varias de las cosas que había nombrado eran básicamente lo mismo.

—Soy un ángel de la Muerte.—sus ojos se abrieron por el miedo, y en seguida pude intuir lo que pensaba.—No te preocupes, no estoy aquí por tu alma, aún te queda mucho tiempo.— aunque realmente no estaba segura de aquello, pues nosotros no podíamos saber con seguridad cuando moriría un humano.

—Entonces... ¿eres tú quien ha estado moviendo cosas?— asentí, sin recordar que él no podía verme. Me sentí bastante tonta.

—Así es, necesitaba hablar contigo, he estado buscándote por bastante tiempo.— sonreí, incluso si él no podía verme, y en mi cabeza rondaban mil posibilidades, ¿debía contarle la verdad o simplemente dejar que él lo recordara?, si es que alguna vez lo hacía.

—¿Puedo saber porqué?— me mantuve en silencio durante unos segundos. No sabía qué decirle.

—Digamos que tu alma me conoce, pero no puedes recordarlo por ser un humano.— no se lo estaba contando todo, pero tampoco le estaba ocultando nada. Era una buena idea, ¿verdad?— De hecho es la tercera vez en tres mil años que nos vemos.

El regreso de la Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora